Se le debería caer la cara de vergüenza a la consellera María José Català y al conseller Juan Carlos Moragues señalar ahora a Almunia; sí, el socialista ha sido estricto, pero es que el PP ha hecho todo lo posible para que no hubiera otra solución
VALENCIA. Poco podía imaginar el cineasta británico Ridley Scott este jueves pasado, cuando comentó en un hotel de Madrid que era "demencial" que "el mejor estudio del mundo" estuviera cerrado, en referencia a Ciudad de la Luz, que iba a provocar un terremoto en el Palau de la Generalitat. Ante la incómoda situación de verse señalados, desde el Consell cerraron prietas las filas y acudieron a los más elementales argumentos, tristes excusas que les correspondió interpretar en directo a la portavoz del Consell, María José Català, este viernes pasado y al conseller de Hacienda, Juan Carlos Moragues, este mismo lunes.
El papelón de ambos ha sido considerable y si bien forma parte de su sueldo el hacer el ridículo de vez en cuando defendiendo lo indefendible, en esta ocasión ambos han traspasado los más elementales márgenes de la decencia. Se le debería caer la cara de vergüenza a Català y a Moragues señalar ahora a Almunia; sí, el socialista fue estricto cuando ordenó el cierre previo a la subasta, pero es que el PP ha hecho durante estas dos décadas todo lo posible para que no hubiera otra solución. Porque Ciudad de la Luz es sin duda un buen ejemplo de lo peor de la política del PP en los últimos 20 años, esa acumulación de buenas ideas mal resueltas y peor planteadas, ejecutadas por mediocres, interesados y torpes, que han acabado llevando a la ruina a la Comunidad Valenciana.
Todo cuanto ha rodeado a Ciudad de la Luz ha sido un despropósito, desde el primer día, y no ha sido precisamente por la influencia de Almunia, quien ni ha pinchado ni cortado lo más mínimo en esta historia. El primero de todos los grandes despropósitos, sin duda, ha sido la ubicación del complejo cinematográfico en Alicante. No porque Alicante no se lo merezca. Alicante se merece eso y más. Y el Rincón de Ademuz. Todas las ciudades se merecen lo mejor.
Si el ya difunto Luis García Berlanga propuso Sagunto no fue porque estuviera enamorado de la capital de la Camp de Morvedre, que lo estaba, sino porque entendía que se encuentra a la distancia perfecta de Barcelona y Madrid, está muy próxima a Valencia y, además, tiene mar y salida interior hacia Aragón. Todo ello permitía una mayor variedad de localizaciones en exteriores. Y, además, ya contaba con la infraestructura básica hecha. Se trataba sólo de restaurar una nave, la de los Altos Hornos. Era mucho más barato que este invento que nos ha costado a los valencianos 265 millones de euros.
La decisión de llevar a Alicante Ciudad de la Luz partió del inmaculado Eduardo Zaplana, el padre de buena parte de los desmanes que nos están arrastrando y que, con un cinismo a prueba de bombas, se pasea por Valencia como si la cosa no fuera con él. Todavía recuerdo su llamada en el año 2000 al diario en el que trabajaba justificando la decisión porque había que vertebrar la Comunitat Valenciana. No se podía quedar todo en Valencia, aseguraban desde Presidència.
Claro que no se podía quedar todo en Valencia; se iba a quedar en Sagunto, que no levantaba cabeza desde el cierre de los Altos Hornos. Sagunto no es Valencia. No tiene nada que ver con Valencia más que una cierta proximidad geográfica y que por circunstancias históricas pertenecen a la misma provincia. Para poner a Sagunto en el mismo saco que Valencia hay que ser muy ignorante o no conocer a ambas ciudades, dos rasgos que incapacitan a una persona para ser presidente de la Generalitat. Aunque a estas alturas, preocuparnos de la capacitación o no de alguien para ser jefe del Consell es más que gratuito.
¿Cuáles fueron los motivos de la elección de Alicante? Urbanísticos, claro. Se trataba de recalificar terrenos y construir hoteles, apartamentos, de hacer un parque temático a mayor gloria de los constructores locales; así se decía en los corrillos el día de la primera presentación de Ciudad de la Luz en el Palacio de Congresos de Valencia, en febrero del año 2000. El objetivo final no eran los rodajes, lo que iba a dar dinero no era el cine; era el parque temático. El cine les importaba un bledo, que diría Clark Gable.
Sólo cuando tuvieron el primer gran film dentro, Astérix en los juegos olímpicos, alguien, en algún lugar, se dio cuenta de que igual tenía razón Berlanga y el cine podía dar de sí. Pero ya era tarde. Todo lo que se hizo después, y en especial los incentivos a rodaje, llegaron cuando el barco estaba zozobrando. ¿Quién defendió este modelo de proyecto, señora Català, señor Moragues? ¿Quién creía en los parques temáticos? ¿Almunia?
No hubo estudios de impacto en la industria audiovisual local (¿qué es eso?) y lo más cerca que se estuvo de una reunión con los profesionales fue un encuentro en el que el hoy imputado Luis Lobón convocó en su despacho a todos los productores valencianos. ¿Para proponerles qué? Necesitaban empresas de seguridad para el complejo. En concreto, tres guardas jurados. Para eso querían a los profesionales valencianos: para que les dijeran quien podía vigilar la garita de entrada. Siempre con la industria local.
Por no haber ni siquiera se realizaron estudios urbanísticos serios, como demuestra que el Supremo condenara a la Generalitat por las expropiaciones realizadas en los terrenos de Aguamarga. No se dotó a los profesionales alicantinos. Ni por supuesto hubo proyección de futuro. En una ocasión, cuando le preguntaron unos productores al primer director de Ciudad de la Luz, el ínclito José María Rodríguez Galant, de dónde iban a sacar los carpinteros que necesitaban para realizar decorados él les respondió:
—Vamos a la cola del paro y los contratamos.
Y ésa es otra. ¿Tuvo algo que ver Almunia en los nombramientos de los directores? Qué triada. Rodríguez Galant, un absoluto ignorante de cuestiones cinematográficas, un concejal de Empleo puesto al frente de los mayores estudios de Europa, al que incluso ridiculizó en persona Francis Ford Coppola durante la conferencia que dio en el complejo, previo pago de medio millón de euros; yo, con todos los respetos a Coppola, pero pago medio millón de euros por una conferencia y me insultan en ella y al personaje en cuestión le pago con cromos del coyote, se llame Coppola o San Pedro, aparte de darle una patada en el culo. Pero claro, Rodríguez Galant no pagó con su dinero, sino con el de todos los valencianos.
A éste le sucedió la inefable Elsa Martínez, porque-yo-lo-valgo que le llamaban en la Conselleria de Economía, quien le quitó el puesto a su ex marido el diputado autonómico Antonio Peral, en una decisión que estuvo más cerca de Falcon Crest que de una selección de ejecutivos mínimamente profesional. Famosa por sus apariciones estrambóticas, aún hoy se recuerda su indignación con Ewan McGregor, que estaba rodando Lo imposible, porque no le esperó para hacerse una fotografía con ella.
Era condición sine qua non; si ibas a rodar a Alicante tenías que retratarte con Elsa Martínez. La cara de Bruce Willis durante el rodaje de The Cold Light of Day es todo un poema. Al menos Martínez tuvo la lucidez de quitarse de encima a Aguamarga, ese engendro de empresa creada para atraer rodajes cuyo contrato siempre fue puesto en duda por la Sindicatura de Cuentas y que al final lo único que podía conseguir para Ciudad de la Luz era Torrente 4. Ése ha sido el nivel.
La terna de directores la ha completado el cineasta José Antonio Escrivá, por fin alguien del cine, si bien no tiene precisamente una carrera de grandes presupuestos. Lo suyo han sido series como Lleno, por favor. Y aunque al menos sabe la diferencia entre una cámara de cine y un foco, si se rasca se descubre qué a Escrivá se le seleccionó porque era buen amigo del ex presidente Francisco Camps y de la alcaldesa Rita Barberá. Cabría preguntarle a Català y Moragues: ¿También fue Almunia quién eligió los directores de Ciudad de la Luz? ¿También fue él responsable de este maravilloso casting de ignaros y/o conocidos?
Que Almunia ha sido estricto no lo puede negar nadie. Antipático. Áspero. Premioso. Pero es justo. Es un comisario europeo, no una hermanita de la Caridad. ¿Acaso debe hacer la vista gorda porque es español? ¿Han perdido ya toda ética y ése es su único argumento? ¿Es por culpa de Almunia que ninguno de los directores y responsables políticos tuviera a bien sentarse diez minutos con los responsables de Pinewood para establecer alianzas y evitar esta demanda más que previsible? ¿Fue él quién decidió que no había que sentarse con el Gobierno para canalizar una política nacional adecuada de incentivos fiscales que facilitara la llegada de rodajes? ¿Fue él quien despreció a las televisiones nacionales sin cerrar contratos por décadas?
Y por último; ¿fue él quién decidió construir todo el complejo a una, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo? Porque, recuerdo, uno de los elementos que criticó la comisión europea es la sobredimensión del proyecto. "Ninguna empresa privada hubiera acometido una inversión con una diferencia tan notable entre el coste del capital y la rentabilidad esperada", decía el informe de la comisión europea. Aún hoy recuerdo el día en el que hablando con uno de los arquitectos del proyecto le pregunté si Ciudad de la Luz se iba a hacer por fases. Me respondió: "Claro".
Le pregunté por años, por períodos de tiempo. Pensé que se había planteado como un proyecto de décadas. Primero un par de estudios. En función de los resultados, más. El arquitecto en cuestión me miró y me dijo como cabizbajo: "Dos años; para hacerlo todo", añadió. Això ho pague jo! ¿Fue Almunia el que decidió ese plazo de tiempo?
Todo cuanto ha rodeado a la gestión de Ciudad de la Luz ha sido una oda a la chapuza, a la mediocridad, a la estulticia, al enchufismo y al amiguismo. Se contrataron a jefes de prensa que trabajaban también para el PP de Alicante. Se firmaron acuerdos por películas que no valía la pena hacer como esa versión fantasmagórica de Los Borja de Mario Puzo, cuando cualquier persona con el mínimo conocimiento y la mínima cultura habría acudido en Valencia a Joan Francesc Mira y le habría encargado un texto la mar de apañado e infinitamente más barato.
Se cerraron las puertas de los estudios literalmente a grandes cineastas a los que no se les dejó entrar porque no lo había autorizado el conseller de Economía, Gerardo Camps, según decía el inefable Rodríguez Galant. Se firmaron convenios con equipos de baloncesto porque a Rodríguez Galant le gusta el baloncesto. Se le pagó una habitación en un hotel de Cannes a Boris Izaguirre porque era amigo de Elsa Martínez. Y así podríamos estar horas, días, enumerando sin parar todos los dislates en los que Almunia no ha tenido ni arte ni parte.
Cuando la Unión Europea tenga a bien, dicen que en breve, se pondrá en marcha la subasta de los estudios que, con suerte, irán a parar a los alemanes Babelsberg, para así dotarlos de utilidad, y con mala suerte a un inversor asiático que sólo vendrá a hacer negocio y que dejará aquello como un erial. Dudo mucho que el bueno de Scott se decida a pujar por ellos, aunque tiene capital y talento de sobra para ponerlos en marcha y hacer que realmente funcione. Si lo hiciera le prometo una caja de puros habanos de los que tanto le gustan.
Ese día, el día en el que sean expulsados de Aguamarga toda la panda de enchufados, inútiles, patanes, ignorantes y gentes de buena voluntad que no tienen ni la más remota idea de cine y que han pululado por ahí durante años, cobrando del erario por un trabajo que no sabían hacer, ese día será el inicio de unos estudios que por fin podrán dar de sí lo que pueden y se cumplirá el sueño de Berlanga, un cineasta al que no hicieron ni caso cuando les dijo que era lo que debían hacer, y con el que Consell no tuve ni el más mínimo gesto, ni el detalle de ponerle su nombre a los estudios tal y como prometió Zaplana. ¿Tanto costaba haber bautizado a Ciudad de la Luz como Estudios Berlanga? ¿Por qué esa falta de respeto al padre de la idea? ¿Por qué ese desprecio continuado al cine? ¿Quizá Almunia también tuvo la culpa, señora Català, señor Moragues? Ansioso espero sus respuestas. Seguro que me sorprenderán.
Amigo, si quieres ponemos el aeropuerto de El Altet en Valencia también... y nos llevamos el trozo de mar que hay en Alicante a Sagunto... y ya puestos, por que no ampliamos las fronteras de la provincia de Valencia hasta Murcia? Así de paso ya os quitáis de en medio a Alicante... No hay más ciego que el que no quiere ver, y los políticos valencianos no ven más allá de Valencia.
Que las cosas se han organizado mal con este complejo, correcto. Pero por que habrian de haberse hecho mejor en Valencia? Conexion con Aragon? Fundamental. Mar? En Alicante no hay. Distancia con Madrid/Barcelona? Claro, Alicante esta a miles de millas de Sagunto. Igual influyo que la ciudad de Alicante/alrededores tiene mas plazas hoteleras que Sagunto. O quizas que tiene un aeropuerto internacional el doble de importante q el valenciano. O puede que la presencia de la Oami justo al lado les animara a pensar en lo preparada q esta la ciudad para acoger grandes infraestructuras. Igual tambien os parece que la Oami deberia estar en Valencia no? Siempre barriendo pa casa estos valencianos.. Que fort!
Me ha llegado su artículo. Gracias por explicar con claridad quienes son y dónde están los causantes del desastre de la Ciudad de la Luz.Es muy desagradable tomar decisiones como las que me ví obligado a adoptar, pero cuando las cosas se hacen mal, un responsable público no puede ni debe mirar para otro lado. con el dinero de los contribuyentes, no se juega.
Creo que el encabezado parte de un supuesto erróneo. La hipótesis de que la consellera Catalá y el conseller Moragues tienen vergüenza, no se sostiene.
Gracias por tu aportación Monso. Excelente. Un abrazo. Igualmente gracias por relatarnos tu experiencia, Javier Quintanilla. Un saludo.
La primera y última vez que entré en la ciudad de la luz, fue para localizar y diseñar la fotografía de "La Alquería blanca". Yo había trabajado o visitado estudios de cine en otros lugares; estudié cinematografía en Estados Unidos y estaba acostumbrado a ver y usar "grandes medios". Cuando entré en aquel lugar, una tristeza muy grande me embargó: fui consciente, de golpe, como un puñetazo en el estómago, del significado de lo "provinciano" del "será per diners", del sentido de nuestro oculto complejo de inferioridad y de la misteriosa genética de Las Fallas. Y supe que ese "Fallywood" se convertiría en uno de nuestros ejemplos máximos de la arrogancia, la ostentación, la miopía y la furia depredadora de un pueblo que se odia a sí mismo, desmembrado en su confusión como pueblo, país, patria, reino o cortijo. Finalmente debido a las mareantes razones de fechas y presupuestos de una industria audiovisual siempre en equilibrio, no pude hacerme cargo de aquella bien hecha serie de televisión. Y nunca más regresé a aquel lugar. JaviQ (aec) Director de Fotografía y Realizador de Cine y TV
Fantástico. Enhorabuena por el artículo
Acertado (como siempre) el análisis del desproposito de la Ciudad de la Luz. Otro ejemplo de las desastrosas políticas audiovisuales del Partido Popular en nuestra comunidad. De espaldas a las necesidades reales de un sector que pide a gritos ser escuchado antes de que la administración malgaste el escaso dinero público en iniciativas ruinosas. Incapaces de gestionar con responsabilidad, deberían de haber escuchado a los profesionales. Ahora ya es tarde. Han hecho demasido daño a demasiada gente.
Estimado Carlos. Una vez más das en el clavo. Es un placer leerte y ver que por fin alguien cuenta las cosas tal como fueron alrededor de éste despropósito que dieron en llamar Ciudad de la Luz. Tan sólo unos apuntes a modo de "extra bonus". Cuando Zaplana trasladó los estudios a Alicante, el entonces alcalde (Díaz Alperi, también conocido como LuísXV -según dicen, por el porcentaje que se llevaba de las obras públicas) mantenía un pulso con el President pot tener un parque temático en su ciudad. El nombre de Ciudad de la Luz existía mucho antes de que se supiera que iba a ser el de unos estudios de cine. Era el nombre imaginado por Alperi para su parque temático, que debía competir con Terra Mítica. Los estudios auspiciados por Berlanga se iban a llamar "La Barraca" y, efectivamente, tenían que estar en Sagunto. En su momento la Consellera Portavoz, Alicia de Miguel, presentó el proyecto ante el sector audiovisual y nos dijo que iba a ser la auténtica locomotora del sector. Todos los productores "cómodos" con el régimen apaludieron el proyecto (como han aplaudido todas las políticas absurdas y despilfarradoras del. Consell mientras a ellos les cayeran las oportunas migas). Sólo algunos profesionales nos opusimos a ese dispendio y lo cuestionamos. Para nosotros (principalmente los directores de cine) el motor del sector debía ser Canal 9, que por entonces todavía se negaba a producir ficción. Le dijimos a la consellera que si en vez de construir unos estudios se dedicaba ese dinero crear incentivos y ayudas al desarrollo de proyectos y a la producción, en cinco años estaríamos a la cabeza de la cinematografía española. Sin embargo el dinero se invirtió en ladrillo y no en talento ni producción. El tiempo se encargó de darnos la razón, pero no nos alegramos por ello. Es una pena que en nuestra tierra se compren las voluntades tan baratas. Todos esos productores acomodaticios hicieron su película ( o su serie) en Ciudad de la Luz, pero lejos de suponer un beneficio a la industria, cada rodaje en los estudios se pagó, una vez más, con dinero público. Porque ahí están los sobrecostes. Ningún rodaje en Ciudad de la Luz nos ha salido gratis, y mucho menos ha reportado un beneficio a las arcas públicas como habría sido deseable. Todos han recibido subvenciones para ir a rodar allí. Si ahora se subastan y se privatizan los estudios... alguien cree que, como decía la consellera, ¿eso será un impulso para el sector valenciano? Será la certificación de un nuevo fracaso. Millones de euros públicos gastados caprichosamente por unos políticos que obran de espaldas a la sociedad y a los intereses reales de los sectores interesados y de cuyos desmanes, al final, sacará tajada alguna gran empresa internacional o algún fondo buitre, pero no los ciudadanos. Demasiados años de políticos déspotas, ignorantes o directamente, delincuentes.
Más claro imposible. Gracias.
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