VALENCIA. La sociedad del siglo XXI es la sociedad del ruido, del grito, del impulso. Fuera y dentro de nuestras casas, fuera y dentro de nuestros coches, fuera y dentro de nuestros trabajos: teléfonos, radios, televisiones, ordenadores, electrodomésticos, vehículos, obras, etc. Cuando parece que hay silencio es porque los demás lo rompen silenciosamente y se ponen los dichosos auriculares para hablar por teléfono -casi siempre gritando-, escuchar un programa de radio o su canción favorita o quizá alguno esté recreándose con algún aria de Puccini o Verdi, seguro que sí.
Vivimos en la ausencia de silencio cuando deberíamos hacerlo con la "falta de ruido" [2ª acepción de silencio según la RAE]. Y lo que es más grave, educamos a los más pequeños gritando o chillando debido a nuestra alteración personal o simplemente a que el sonido de la TV no permite dialogar como sería deseable. Comienza el curso escolar y muchos padres se enfrentan a la compleja tarea de educar a sus hijos, expertos en educación respetuosa como Tania García, recomiendan el diálogo y la empatía con los niños y adolescentes, creando espacios de razonamiento entre padres e hijos que a ambos favorecen.
El silencio en nuestra sociedad está relacionado con la soledad, la tristeza, la cobardía o el fracaso y pocas veces se valora como lo que realmente es: paz, sosiego, seguridad, voluntad. Valores necesarios en la educación de nuestros niños y que parecen menospreciados por esta ruidosa sociedad. Pascal consideraba que la buena educación era aquella que permitía a una persona estar a solas sentada en una habitación a oscuras, sin sentir aburrimiento, aprehensión y, por supuesto, tampoco miedo. ¿Se atreve a hacer la prueba? Inténtelo y no crea que es un monje cartujo.
"Cuando ves lo que somos y lo que representa la vida, sólo el silencio es grande, todo lo demás es debilidad" Alfred Victor de Vigny
En el mundo educativo y especialmente, el universitario, el silencio de los alumnos ante la lección magistral de un catedrático o el silencio de una biblioteca repleta de estudiantes ávidos de adquirir conocimiento, parecen imágenes condenadas a desaparecer. Nuestro sistema educativo que debería ser el fruto de un pacto, con buena voluntad, serio y duradero para formar generaciones cultas y capaces para afrontar el futuro, sigue siendo una quimera en la España autonómica, como bien señalaba el catedrático de Literatura de la Universidad Complutense, Andrés Amorós, en un artículo publicado recientemente.
"Me llevé el diploma de bachiller porque mi vida dependía de aquello"; esta fue la respuesta de un niño sirio a Melissa Fleming, portavoz de ACNUR, al preguntarle qué se llevó al huir de la guerra y la barbarie en su país. La importancia de la educación para el desarrollo y la dignidad de las personas está contenida en esta frase y es además, la herramienta que los niños sirios consideran fundamental, "porque les permite pensar en el futuro". Mientras, en Europa modificamos los sistemas educativos al albur de los cambios de gobierno, igualamos a la baja y consideramos obsoletos los principios de esfuerzo, trabajo y disciplina, creando así una generación demagógica, emocional y frívola.
Las consecuencias de este tipo de sociedad inmadura, se manifiesta en algunas reacciones de líderes europeos y de parte de la opinión pública, ante problemas complejos y de magnitud como el yihadismo global y la amenaza terrorista en este "nuevo orden mundial: multipolar, contradictorio y beligerante", como así lo define el profesor José Luis Fiori, de la Universidad de Río de Janeiro. Nuestro gobernantes plantean soluciones cortoplacistas y pensando en los procesos electorales, en escasas ocasiones prima el sentido de estado y la responsabilidad con las futuras generaciones.
Eduquemos en el silencio del respeto, de la atención, de la lectura y procuremos generar entornos donde se valore la erudición y la urbanidad por el bien de todos. Empezamos el curso y éste sería un inmejorable propósito.
Me sorprende muy gratamente que Joseca Arnau, que mantiene posiciones conservadoras y liberales y es crítico con la izquierda, siga escribiendo en un medio tan hostil ideológicamente. Enhorabuena!
La verdad es que sus artículo, estimado Sr. Arnau, dan muchas ocasiones para reflexionar. El silencio es un tema que ha inspirado a todos. Recuerdo el viejo dicho hindú ("Cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que el silencio"), las palabras de Confucio ("El silencio es el único amigo que jamás traiciona.") y hasta las de Beethowen (" Nunca rompas el silencio si no es para mejorarlo"). Suelo hacer muchas veces en la tranquilizadora soledad de mi habitación lo que sugería Pascal y los resultados son asombrosos. Es más, hay día en los que me propongo hablar lo menos posible. En cuanto a nuestro sistema educativo, pues, mucho me temo que seguimos acercándonos de manera equivocada al problema. No es un sistema educativo, es una industria. Un sistema que ningunea la filosofía lleva en si la bacteria de la putrefacción.
Enhorabuna a Joseca por una reflexión tan profunda como sencilla. Que la gente no guarde silencio en el tren a menos que vaya en un vagón habilitado para ello es muy indicativo de lo poco que lo respetamos la tranquilidad de los demás.
Excelente, aguda y acertada reflexión. Sin silencio el ser humano no puede pensar, no puede avanzar...se termina consumiendo. ¡ cuán necesitado de silencio está Occidente !
Interesante el planteamiento en torno al ruido en nuestra vida diaria y sobre todo entorno a la falta de solidez y continuidad de las leyes sobre Educación. Y al Sr. Ombuena decirle que su constante critica a los artículos del Sr. Arnau es realmente ridícula, deje de usar el nombre de tan insigne e ilustre periodista. Enhorabuena Valencia Plaza por tener articulistas como Joseca.
Nuevo artículo hueco de nuestro columnista Joseca. No hay por que criticarlo todo. Vivimos como vivimos, con más o con menos ruido, pero no nos hace ni mejores ni peores. Quien necesite mas silencio para reflexión, ya sabe sobradamente que es lo que debe hacer. No tantas lecciones por favor. Gracias
El silencio necesario en nuestra vida, pero mas necesario en la educacion de nuestros hijos es el transmitirles cuando deben guardar silencio y cuando no deben permitir que les callen y que no les dejen expresar sus ideas. Que no se acostumbren a individualizarse con sus "casquitos", con su "esto no va conmigo",... por que con ese silencio corremos el riesgo de hacer personas egoistas q solo piensan en su vida, su trabajo, sus viajes, sus coches.... y no les da tiempo a parar y en silencio pensar ?que puedo yo hacer por los demas?.. gracias Sr. ARNAU por sugerirme el parar un ratito en silencio.
De nuevo, un lujo poder leer a Joseca Arnau. Quizá el hecho de que esta vez, aunque sin dejar de poner el dedo en la llaga, trata un tema mucho más familiar que político, nos deja disfrutar de su pensamiento sin que la crítica (los criticones) ciega y "ruidosa" lo empañe. Cuando el silencio ha sido desterrado de nuestras vidas --puede ser porque se asocie al ocio o a la pereza--, y sólo quien hace o dice parece aprovechar su tiempo, nos viene bien que alguien de sólidos principios como J. Arnau nos plantee la duda.
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