VALENCIA. "Este mes he aceptado el reto de subsistir con 40 euros", confiesa una amiga. Inma, así la llamaré, es una de las personas con mayor espíritu competitivo que conozco. De vez en cuando le gusta ponerse a prueba para, tras el éxito, sentirse orgullosa de ella misma. Como si la superación en cada desafío la hiciera sentirse poderosa. Una suerte de elección revitalizante con la que sentirse especial, supongo.
No la juzgo pues cada uno tiene su particular forma de sobrevivir. Recuerdo hace poco cuando se propuso quedar finalista en la pasada carrera nocturna de Valencia únicamente para sorprender a un atlético exnovio quien la creía incapaz de llegar ni a un cuarto del recorrido. La victoria de Inma atrapó de nuevo la atención del susodicho, al que orgullosa y sudorosa, le negó una invitación a cenar que olía a reconciliación. Pero Inma ya se había conciliado con ella misma al llegar en una hora y diez minutos a la meta (su meta), y por fin, pasar página. Así es de curiosa y cabezota la venganza.
Sin embargo, ahora la cosa es diferente. Esta vez Inma no pretende demostrar nada a nadie. Con un paro recién consumido y pocas oportunidades laborales al alcance, su cuenta corriente la fuerza a dividir su humilde capital en un máximo de 40 euros durante cada uno de los siguientes 12 meses del año. El pasado martes me llama para ir a dar una vuelta por el centro. No hace un día demasiado pegajoso pero las calles soplan cierto aire vacacional. Las sandalias, los piratas, el blanco nuclear y las lorzas son los reyes del asfalto. Con la llegada del calor, la ciudad ha programado algunas actividades de ocio desencadenando un inusual (y atrevido) movimiento urbano entre semana.
Nos acercamos a la Plaza del Patriarca donde encima de un escenario tocan un concierto reggae. A un par de metros observo una cola más larga que la del Inem frente a un bar cercano. Nos acercamos intrigadas para averiguar que una conocida marca de cerveza ofrece cñas gratuitas a quien quiera. "No le hagamos asco a esta solidaria estrategia de marketing" dice Inma colocándose al final de una masa de gente. Unos cuantos minutos después me encuentro refrescándome con un par de cervezas en la mano y meneando cada extremidad de mi cuerpo al son de pegadizos ritmos tribales.
Un par de chicos se acercan y nos comunican que en el mercado de Tapinería ofrecen picoteo con motivo de un afterwork. No nos parece mala idea. Una vez allí, mis manos encuentran fácil mantenerse ocupadas con pinchos, embutido y copas de vino. El ambiente comienza a animarse y sin saber muy bien cómo, de repente me encuentro en una divertida verbena en medio de una escondida plaza del Carmen.
En la barra advierto un fugaz y discreto movimiento de manos de Inma en el que alcanzo a observar cómo con absoluta seguridad y una sonrisa pícara se lleva dos tickets de cubatas al bolsillo. "Me sabe mal, ya somos un poco mayores para robar un par de cupones", le suelto en un arrebato de moralina paternal. "Pues yo pienso que por algo se ha dado la ocasión, además el karma me debe un poco de diversión económica" suelta su boca casi de manera instintiva. Consciente de su complicada situación decido acompañarla en su cometido aunque con una propuesta algo más legal, infalible y superficial: las armas femeninas de seducción.
Agraciada con una equilibrada y potente delantera le sugiero quitarse el foulard de alrededor de su cuello para dejar al descubierto sus dos divinos atributos. No es ninguna novedad el hipnotismo perturbador provocado por el escote de unos pechos bien dotados sobre cualquier hombre de nuestro planeta Tierra. "Si quieres gratis un vodka limón debes saber cómo ser el centro de atención", insisto ante su inicial recato.
Convencida al fin, esperamos a que otros clientes mantengan distraída a la camarera para atacar a nuestra presa: un chico de no más de 25 años algo torpe con las comandas y perfecto para sucumbir a las soberbias tentaciones de Inma. Su mirada, como era de esperar, no pudo evitar pasearse por la bultosa zona de mi amiga, proporcionándonos con un poco de añadido tonteo y teatrillo, un par de copas y chupitos a cuenta de la casa.
Una vez en mi habitación abrí mi cartera para comprobar feliz a mi billete de 20 euros. Intacto. "Hoy has sobrevivido, no gozarás la misma suerte la próxima vez", pensé. Aún así, me imaginé a mi amiga exprimiendo cada día, en esta húmeda estación, de un calendario ocioso motivado y concienciado a abrir poco el bolsillo. Disfrutando de unos conciertos gratuitos en los Jardines del Palau, la sangría, el tapeo improvisado en la calle y del cine de la Filmoteca con un bocadillo. Aprovechando, que no quede de más, el poniente para destapar la obra y gracia de una genética de peso, vibrante y evidente. Pues en época de vacas flacas todo vale cuando sobresale.
Carla, Me ha encantado tu reflexión de hoy por curiosa, bien escrita siempre me contagias optimismo,en estos tiempos. Dale mi en,hora buena a Inma es una mujer de recursos!!!!! Abrazos grandes, Carla
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