MADRID. Hace una par de semanas, dos empresas españolas -Telefónica y NH- quedaban unidas en la pequeña historia financiera por el singular hecho de que ambas sociedades cerraban una venta de activos en el exterior; la primera de su filial O2 Ireland a Hutchison Whampoa por 850 millones de euros y la segunda del Gran Hotel Krasnapolsky de Amsterdam a un consorcio internacional de inversores por 157 millones.
La razón de ambas operaciones se encuentra en algo que es habitual en la empresa española tras años de fuertes inversiones en el exterior: reducir su endeudamiento. En el caso de la operadora española, el objetivo es reducir su deuda por debajo de los 47.000 millones de euros en 2013. En el caso del grupo hotelero y ante la negativa de los bancos a reestructurar deudas, busca aligerar su problema de 996 millones con la venta del hotel que le genera 42 millones de plusvalías.
Desde que en 2007 la inversión española en el exterior alcanzara cifras récord, con un total bruto de 112.071 millones de euros, la inversión española total en participaciones en empresas extrajeras no ha hecho nada más que bajar obteniendo, al cierre del ejercicio 2012, unos resultados netos negativos sin precedentes en la serie histórica que analiza su evolución, siendo solo comparables en términos brutos a los registrados a finales de la década de los 90, mientras que en valores netos no se ha observado nada similar en los veinte años de análisis de estas cifras.
A las débiles cifras de inversión bruta en el periodo, que decrecen casi un 60% con respecto al año anterior, se añadía una salida espectacular de inversiones no productivas en Empresas de Tenencia de Valores Extranjeros (ETVE), principal responsable de la cifra negativa de la inversión neta en -13.765 millones de euros.
La limitada cifra de inversión productiva de 10.997 millones de euros, 77% del total, junto con una desinversión cuantiosa de más de 12.800 millones, da como resultado cifras negativas para este capítulo que cae un 114,5% frente al año anterior.
En conclusión, las cifras de desinversión son altas, siguiendo la tendencia observada en estos años de crisis, pero en este periodo se añaden a cifras muy débiles de inversión bruta y a un importante traslado de ETVE al exterior.
No se descubre nada señalando que la economía española se encuentra altamente endeudada y que, gracias a dicho apalancamiento, las principales empresas españolas han adquirido una relevante posición en distintas regiones del mundo, principalmente en Latinoamérica y en muy diversos sectores, hasta el punto de que del total de ventas del Ibex 35, el 70%, procede de fuera de España.
Ese endeudamiento de las empresas les está obligando a vender activos en el extranjero para reducir su nivel de deuda, aunque dicha desinversión se está consiguiendo hacer, en muchas ocasiones, sin perder el control de las filiales extranjeras, sacando a cotizar las filiales en sus mercados de origen, algo que han hecho Telefónica Alemania, Santander Brasil, OHL México, etc.
Desde que en 2008 el conjunto de sociedades cotizadas vendieran activos por más de 25.000 millones de euros, es decir, un 10% de todo su endeudamiento, que alcanzaba los 230.000 millones de euros -el dato no tiene en cuenta a los bancos-, las empresas no han hecho sino levantar el pie del acelerador y tratar de poner en orden sus balances. No hay que olvidar que la deuda, producto de su política de adquisiciones entre 2003 y 2007, llegó a ser 3,3 veces el beneficio operativo bruto medio, por encima de la media europea que apenas rozaba 1,6 veces.
El panorama empresarial español está repleto de procesos de desapalancamiento y ahí están casos como el del Santander que, entre otras participaciones, se ha ido desprendido del 32,5% Cepsa, del Banco de Venezuela, del 5% de France Telecom España, del centro comercial Plenilunio, de sus activos en Colombia, de una participación en el Banco de Brasil, de 948 inmuebles al fondo de Deutsche Bank, de una parte de su negocio de seguros o del parque empresarial Las Rozas. Como "recompensa", Fitch o Standard & Poor's mantuvieron sus notas crediticias para el banco, esta última concediendo un rating de AA, a tan sólo dos escalones de la mejor nota que se puede tener en el mercado.
Otro caso reseñable es el de Iberdrola, que vendió el pasado año activos por valor de 850 millones de euros dentro de un plan bianual que le permitirá deshacerse de instalaciones y participaciones valoradas en 2.000 millones de euros entre 2012 y 2014 y entre las que cabe resaltar 32 parques eólicos terrestres en Francia, todos sus activos "onshore" en Alemania, parte de sus activos en los Estados Unidos, su 20 % en Medgaz, el 13.25 % de Gas Natural México o el 10 % de Euskaltel.
Caben también casos singularmente complicados y marcados por la urgencia como es el de FCC, con un problema de deuda que ha llegado a los 9.000 mil millones de euros brutos, de los cuales un 84% es deuda con bancos. Para tratar de resolver el problema, se van desgranando ventas de activos como el 50% en Proactiva o la venta de un 49% en SmVAK, filial checa de su negocio de aguas, o tratando de buscar soluciones a las necesidades crediticias de Alpine, filial de construcción de FCC, que necesitaría un crédito puente, para lo que se habría diseñado un nuevo plan de negocio debido a los retrasos en su programa de desinversiones.
La lista se haría interminable y, de hecho, resulta difícil encontrar en el Ibex 35 una sociedad que, por curarse en salud, esperar tiempos mejores o abordar el problema de su deuda vía desapalancamiento, no se haya visto metida en operaciones de venta de participaciones, teniendo en cuenta que en el actual contexto internacional, los mercados no aceptan que ninguna sociedad mantenga paquetes de deudas por encima del doble o como máximo 2,5 veces superiores a sus Ebitda (beneficios antes de impuestos y gastos financieros).
Tras las vacas gordas, llegan las flacas y como señala un analista, la realidad ahora es mucho más cruel, y la mayoría de las noticias se refieren a la venta de todo o parte de filiales en otros países, reestructuraciones de deuda, cierre de unidades de negocio o rumores de inversores extranjeros interesados en lanzar ofertas de adquisiciones.
Cuando la tormenta pase será la hora de hacer balance de esta retirada forzada por la crisis y las turbulencias de los mercados, y valorar el carácter estratégico o no de las desinversiones y el saldo neto de las plusvalías obtenidas.
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