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MADRID. Mientras el precio del barril de petróleo brent superaba al comienzo de la Semana Santa los 59 dólares por el agravamiento de la situación en Yemen, lo que suponía el precio más alto desde el pasado 9 de marzo, los precios de los carburantes se situaban en su nivel más bajo para estas festividades desde 2010. En los prolegómenos del periodo vacacional, el litro de gasóleo marcaba un precio de 1,159 euros, un 13% inferior que al inicio de las festividades de 2014. Inevitablemente, volvía a emerger en la opinión pública la celebrada frase de la vicepresidenta Sáenz de Santamaría cuando dijo aquello -refiriéndose a los carburantes- de que "suben como un cohete pero bajan como una pluma".

El precio del petróleo en euros ha caído desde julio de 2014 hasta principios de marzo de este año un 33%. En el mismo periodo, el precio del gasóleo, que supone el 80% del mercado de carburantes al por menor, ha disminuido en España un 19% antes de impuestos y un 17% en el precio de venta al público, según datos de la Asociación Española de Operadores de Productos Petrolíferos (AOP).

¿Cuál es la razón por la que la caída del precio del crudo no repercute en la misma medida sobre el precio de los carburantes? En el mercado del petróleo, los factores que determinan su precio son muchos y van desde la oferta y la demanda de crudo hasta los tipos de cambio, pasando por las decisiones de los países productores y exportadores de crudo; la situación geopolítica, como los conflictos armados en países productores de petróleo, desastres naturales como huracanes, revoluciones, huelgas...; las existencias o inventarios de crudo en cada momento; los costes de transporte y logística o el consumo estacional.

El petróleo bruto no tiene aplicaciones directas si no pasa por la refinería desde el yacimiento. Por tanto, el coste de los productos derivados comienza en el mismo momento de la extracción. De un barril de crudo se obtiene en una refinería española distintos productos como gas licuado (2,7%), queroseno (6,5%), fueloil (16,2%) asfaltos/lubricantes (17,8%), naftas/gasolinas, (18,8%) y gasóleos (38,2%).

Una vez adquiridos los carburantes en los mercados de referencia, se añaden otros factores como el coste del barril de crudo, cuyas variaciones tanto al alza como a la baja no se trasladan inmediatamente al consumidor y otros costes y márgenes, como el de almacenamiento, transporte, mantenimiento de reservas estratégicas, comercialización, gastos financieros, coste de distribución -estaciones de servicio, transporte hasta las estaciones de servicio, coste de las reservas estratégicas, coste adicional del biocarburante-, coste de la aportación al Fondo Nacional de Eficiencia Energética, (15% del precio final del gasóleo), y los márgenes, así como la cotización del tipo de cambio (dólar/euro). Y a ello hay que añadir los impuestos (IVA e impuesto especial sobre hidrocarburos) que representan más del 50% del precio final.

Según la AOP, en España no se produce el efecto pluma-cohete y los precios caen a la misma velocidad que en los principales países europeos, ya que, debido a las similitudes entre países de la Eurozona y a la política medioambiental común, el precio de venta al público del gasóleo ha experimentado una evolución similar al de España.

Mientras tanto, las gasolineras ligadas a centros comerciales, cooperativas y polígonos industriales, mantienen el precio del gasóleo por debajo del euro.