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Prop-oposiciones

CARLA VALLÉS. 27/04/2013 "Una distingue enseguida a los opositores. Extremadamente concentrados en sus apuntes, subrayadores fosforitos de todo los tipos y formas, el mismo suéter de hace un mes..."

VALENCIA. Las bibliotecas hoy en día son para la mayoría nuestra particular meca. En unos tiempos dolientes, donde abundan recortes incongruentes y personajes delincuentes camuflados en traje y corbata, estos centros de estudio se han convertido en el refugio favorito de una amplia variedad de la sociedad que busca cobijo ante tanta cabeza de chorlito. Y es que, a pesar de considerarse como versiones vintage de una realidad tecnológica consensuada llamada Internet, los citados lugares congregan cada día más usuarios que Google.

Un importante auge gracias a un entorno que acoge sin discriminación, cual asilo político, a todos aquellos desamparados que en su rango de parados optan por seguir cultivando su conocimiento en idiomas y todo tipo de postgrados. Tanto es así que este gigantesco hábitat de estudio y progreso bien podría reemplazar en intelecto y discernimiento a algunos cafres del Congreso. Un lugar donde la ambición intelectual, además de alimentar neuronas, también revoluciona hormonas.

Para ello relato la reciente historia que presencié con una figura habitual en este tipo de escenarios, cada vez más creciente: la del opositor. Como es costumbre, suelo concurrir a una biblioteca municipal ubicada en la zona de Ruzafa para estudiar un importante examen de inglés en junio. Despliego mis bártulos ocupando casi tres cuartas partes de la mesa y aunque me percato de la mirada asesina del resto de los allí presentes me sumerjo en mis libros.

Una distingue enseguida a los opositores. Extremadamente concentrados en sus apuntes, sus materiales los delatan: atriles de última generación, subrayadores fosforitos de todo los tipos y formas, el mismo suéter de hace un mes y codos con ampollas. Su motivación, ausencia de vida social y madrugones diarios en modo día de la marmota, tiene un premio: conseguir una plaza. Una suerte de recompensa abstracta por la que vale la pena que su mirar al horizonte no suponga un bonito atardecer sino un tocho de temario más grande que su fondo de armario.

Oscuro objeto de deseo cuyo ganador opta a formar parte de una raza superior: funcionarios. Auténticos seres dignos de adoración (y turbación) para quienes cogerse un día moscoso no es estar en cama griposo. Personajes, incluso, que no creen en ningún dios porque para ellos no existe una vida mejor.

Pues bien, me encontraba frente a una potencial carne de funcionaria, una inteligente y agradable congénere con la que suelo coincidir en los descansos de biblioteca, cuando la noto inusualmente distraída con el móvil. Tras varias vibraciones seguidas de su whatsapp se levanta discreta y se introduce en el baño. Al cabo de un tiempo la veo regresar con una sonrisa imborrable. De esas que revelan haber vivido algo novedoso. Un paréntesis liberador en un día a día poco fogoso. Con poco margen para sucumbir a las tentaciones latentes fuera de un horario de estudio obediente. Curiosa me pregunto qué tan maravillosa experiencia podría haberle dibujado tal sonrisa en el interior de unos sanitarios que, por primera vez, observo discretamente transitados.

A la salida me percato que ella espera en la esquina de la manzana impaciente. Mientras me coloco el casco de la moto por fin salgo de dudas. Un chico al que reconozco ser de su misma especie sale de la biblioteca a su encuentro. Sibilinos trenzan sus únicas manos liberadas de carpetas compartiendo conversación, risas y el mismo camino.

Me los imagino esa noche completamente entregados en su tiempo de descanso, desinhibidos. Anhelando por fin cumplir el temario de su otro calendario. Aquel que planifica la sesión ociosa de una tesis corporal minuciosa. Una suerte de estudio vital que arrastra a los cincos sentidos a superar un examen de inteligencia carnal. Y es que, como comienza a ser frecuente ver un elevado número de sillas ocupadas en las bibliotecas por un personal con proyección de una vida laboral decente, no es de extrañar que se traslade el flirteo a este nuevo ambiente. Programado, calculado, ardiente. Un meeting point docente donde el opositor memoriza disciplinado la teoría y estalla delirante en la práctica cual bomba de relojería.

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1 comentario

colorin colorado escribió
29/04/2013 17:30

Querida Carla.... Mucha suerte para el opositor ...¡¡¡¡ suerte que le sirva de algo aprobar...bueno es estar estudiando , y bueno es estar entregado....

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