Cuenta Iñigo de Barrón en su libro "El hundimiento de la banca" que el aterrizaje de Rato en Bankia fue...
VALENCIA. Cuenta Iñigo de Barrón en su libro "El hundimiento de la banca" que el aterrizaje de Rato en Bankia fue duro y difícil y decepcionante para quienes esperaban un fichaje estrella de reconocido prestigio en el sistema financiero. Le dijo que no Goirigolzarri, exconsejero delegado del BBVA que vivía su retiro dorado tras prescindir de él Francisco Gonzalez por razones personales que sería bueno conocer en su mismidad.
Le dijo que no Federico Outón, exconsejero delegado de Banesto por un millón arriba o abajo. Le dijo que tampoco Gonzalez-Robatto del Popular. Por fin le dijo que si Luis Maldonado, excolaborador de Rato en el FMI pero sin experiencia financiera. Con esto, Francisco Verdú, el consejero delegado que Rato nombró en mayo de 2011 y poco más, Rato no pudo impedir el rumbo de la entidad y "creó una gran desafección de los ejecutivos y consejeros de la entidad respecto al presidente". Fue unos de los errores más graves de Rato al frente de Bankia.
En el mundo financiero internacional hay os términos que marcan y definen: reliability y accountability, o lo que es lo mismo fiabilidad y responsabilidad y ambos son especialmente valorados por los mercados internacionales en los que suelen faenar estas entidades.
No es fácil encontrar el perfil que se ajuste a estas exigentes exigencias porque, entre otras cosas, es cuestión de tiempo y de experiencia y las dos deben ir ligadas al reconocimiento.
Desde hace décadas el fichaje de altos directivos o CEO´s en EE UU suele ser un elemento especialmente valorados por los mercados cuando las empresas son cotizadas y los inversores valoran sobremanera la trayectoria de un fichaje en la medida en que éste puede suponer un revulsivo y una garantía para la cuenta de resultados de la empresa para la que pasa a proyectar sus conocimientos y su expertisse, llegándose a manejar cantidades astronómicas en este tipo de fichajes.
En España, la corriente es más reciente, pero empieza a ser una realidad cotidiana el comprobar cómo los analistas financieros y bursátiles empiezan a evaluar los nombramientos y fichajes en las cotizadas como elementos a tener en consideración a la hora de analizar la marcha de una sociedad para realizar las consiguientes recomendaciones de compra, venta o mantenimiento. Ahí están, para demostrarlo, los recientes casos de FCC o Tubacex.
Hace poco más de una semana, José Ignacio Goirigolzarri, presidente de Bankia, presentaba los resultados de la entidad nacionalizada que arrojaba una pérdidas de 19.000 millones de euros y se comprometía públicamente a que la entidad financiera reintegraría a su accionista Estado las ayudas recibidas, a la vez que se reafirmaba en el plan de negocios para conseguir que Bankia y su matriz BFA tuvieran futuro y del bueno.
¿Es Goirigolzarri un iluminado o un banquero que sabe lo que dice y a lo que se compromete? Con una saca de muchos millones de euros que el BBVA tuvo a bien entregarle para mayor gloria de su presidente Francisco González, el conocido como Goiri no tenía necesidad alguna de meterse en el fregado que se ha metido y cabe entender que si lo ha hecho es, entre otras razones, por creer que el reto era superable por un hombre que lleva más de 30 años en banca y en el envite se juega su prestigio, que en estos casos se valora a precio de oro.
Hoy, la percepción que se tiene de Bankia es que tiene futuro. Al menos esa es la percepción que los mercados tienen de las sumas de un grupo de cajas de ahorro insanas y gestores desnortados. Y eso los mercados no lo regalan, sino que hay que ganárselo. Goiri se lo ganó pujando por ayudas europeas más que relevantes y enviando mensajes a los mercados repletos de fiabilidad y de responsabilidad. Entre ellos, el radical cambio de todo el Consejo de Administración de la entidad y del Comité de Dirección, en donde cualquier analista u observador pudo detectar no solo una reducción de número, sino una apuesta por la profesionalidad y el carácter técnico de sus miembros.
La confianza, fundamentalmente en el sector financiero, cuesta ganarla y por ello no pasó desapercibido que el 28 de noviembre del pasado año, tras las durísimas exigencias marcadas por Bruselas a las entidades nacionalizadas, Goirigolzarri fuera el único en salir a la opinión pública para manifestar su aceptación de las mismas y explicar su plan de negocio y cómo pensaba salir de ésta. Del resto de entidades, todavía estamos esperando a que alguien nos diga algo, aunque no tengan obligación de ello, y así las cosas habrá que reconocer que es muy difícil que operaciones como la subasta de Catalunyabank tenga éxito.
No está la economía española como para desperdiciar altos ejecutivos de sobrada experiencia, fiabilidad y responsabilidad que merezcan la confianza de los mercados, como es el caso de Goirigolzarri, de Pablo Isla de Inditex o de Alfredo Sáenz, CEO del Grupo Santander al que alguien, con escasos conocimientos de banca, está empeñado en quitarle en los despachos todo lo bien ganado a lo largo de décadas de reconocido trabajo del bueno. No está el país para desperdiciar reliability & accountability.
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