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AVEnturas
pasajeras

CARLA VALLÉS. 16/02/2013 "Fue entonces cuando una de las conocidas hermanas del sarao..."

VALENCIA. Viva la diversidad que potencia el tren de alta velocidad. "El AVE, infraestructura apta sólo para ricos, amplia su público de pasajeros gracias a una rebaja del 11% en su tarifa habitual y descuentos de hasta el 70%", leía una mañana en la portada de varios digitales nacionales. Por fin, esa suerte de desafiante trampolín ferroviario a la velocidad de la luz se suma al clima low cost tan necesario en una época caracterizada por sus procesos lentos, políticos holgazanes y titulares que dan pereza. "Más vale tarde que nunca hacer alarde", reconocía.

Días después, en uno de los tantos grupos de Whatsapp que poseo con mis amigas, otra reciente vía de comunicación rápida e instantánea que se ha impuesto en nuestras vidas aunque del todo gratuita, se propone hacer una escapada y salir de la rutina a la que el día a día nos tiene atrapadas. Tras un torrente y popurrí de sugerencias, cada una de las ideas acaba en fracaso. Demasiado caro. Me acuerdo entonces de esa nueva y reciente cuota aplicada al AVE liberada de importes déspotas a favor de una sociedad en bancarrota. En cuestión de minutos, efectuamos la compra y por sólo 40,70 euros elegimos catapultarnos a Madrid con un billete de ida y vuelta.

Llegada la fecha de partida, mis amigas y yo embarcamos emocionadas por primera vez en aquel portentoso tren. "Hoy he madrugado, ¿creéis que dará tiempo a una siesta y estar descansada para salir de fiesta?", pregunta mi amiga Alba desconcertada mientras una bronceado azafato la ayuda a subir la maleta. El resto encojemos los hombros igualmente ignorantes.

Una vez en el interior de esa lujosa estructura de acero observo una extraña fusión de la diversa cultura española que habitualmente suele diferenciarse en este tipo de trayectos mediante Clase Turista y Business Class. Al principio del vagón reconozco a dos hermanas de apellido conocido en la ciudad, como siempre ideales, y leyendo muy atentas alguna cosa desde el iPad de cada una. Cerca de ellas se encuentra un grupo de fornidos chicos del estilo Tetes y Tetas (no valencianos, por cierto) que adivino por la juerga encima y unas camisetas ceñidas que dicen, "Feliz mártir-monio", se trata de una despedida de soltero.

Más atrás, un reconocido notario de la farándula nocturna valenciana acompañado por su elegante mujer toma un zumo de naranja mientras, a través de unas opacas gafas de sol, oculta una mirada lasciva hacia una chica aproximadamente de mi edad que se inclina a recoger el biberón que ha lanzado al pasillo su bebé ofreciéndole un grato primer plano de su trasero. Enfrente de nosotras una señora excesivamente perfumada carga su abrigo de pieles con esmero en el enganche del asiento otorgándole su función de ropero. A su lado, varios estudiantes franceses de Erasmus se colocan los auriculares proporcionados por una simpática azafata que anuncia el comienzo de una soporífera película que ya he visto.

Como pilotado por Fernando Alonso, el tren despega bajo una evidente consigna: la celeridad y la comodidad por fin casan con la pluralidad. 20 minutos después, me percato que además de fomentar cierta afinidad espacio- temporal, también anima a la miscelánea allí congregada a aventuras fugaces cual aves rapaces. Y es que, aunque ligados por una misma raza, pero haciendo honor a la marca de este proyectil volador llamado AVE, acierto en distinguir comportamientos propios de buitres, palomas callejeras, periquitos exquisitos, pájaros carpinteros, cotorras y pavos reales, entre otras familias ovíparas.

Fue entonces cuando una de las conocidas hermanas del sarao valenciano se levanta y con la delicadeza y discreción propias de un cisne le pide a la panda de canarios asilvestrados de la despedida que bajen la voz pues le duele la cabeza de una forma muy atroz. "Cierra el pico y dame un besito", la vacilan continuando la jarana. "¡Qué os den!", les increpa más severa. "¿Me lo das tú princesa o te lo hago yo a la francesa?", cacarea el prometido en cuestión con chulería. "¡A ver si te pones igual de gallito cuando llame al supervisor!", amenaza ella estirando su alargado cuello de cisne . "Deja de trinar y de hacerte la dura bombón de criatura", le suelta el otro guiñándole un ojo.

Desarmada y desplumada ante la impertinencia, decide dejarlo, salir de terreno desconocido y acudir al baño algo perturbada. En su trayecto al aseo su cuerpo se revela cambiado, más acalorado. La veo alejarse por el vagón contiguo. Raudo, el macho de antes se levanta y sigue la misma dirección que la hembra ha tomado alentado por su grupo. Yo decido recostarme. Al rato, la voz de una mujer por megafonía anuncia la inminente llegada a la estación de Atocha sacándome de mi modorra. Para mi sorpresa, no veo ni al cisne ni al gorrión, sus asientos siguen libres. Como ellos.

Me los imagino entregados a lo fisiológico en el minúsculo inodoro. Irracionales, osados e irreverentes a su destino. Fundidos en uno, cómplices pero sibilinos. Entonando al rítmico vaivén del tren la lengua del placer. Un idioma universal, sin ambages, emocional, animal. Justo entonces entran por la puerta, primero ella, luego él. Su hermana le dice algo enfadada y aunque ésta asiente a sus reproches, la noto diferente, divertida, desinhibida.

Una vez en el andén, ella marcha altiva junto a su maleta Loewe y él, más desgarbado, con su mochila. Ella escoge la salida hacia la señal de taxi y él la del metro. Ninguno de los dos mira hacia atrás. Marchan de nuevo a su frívola realidad. Por separado. Otorgo otro significado más acertado a las siglas de AVE: "Aleaciones Variopintas Efímeras". Y es que el maravilloso transporte propicia un hábitat común y ajeno a un mundo dividido por clases, barrios e intelectos.

Aunque sólo sea en una hora y 38 minutos, cada uno, independientemente de su linaje, vuela en bandada homogénea durante el viaje. Una fauna sobre raíles capaz de eliminar prejuicios y despertar el lado más salvaje de hasta cisnes de etiqueta y pájaros comunes con tatuajes en la tableta. Pues cuando esto ocurre, la conexión espontánea de hasta ahora dos desconocidas especies puede ser momentáneamente de alto voltaje. Así, sí. Cojan el AVE, vuelen y desplieguen sus alas hacia el mestizaje.

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7 comentarios

carla vallés escribió
27/02/2013 12:18

Muchas gracias por sus comentarios. Les informo que en un par de semanas repito experiencia. Nuevas AVEnturas espero encontrar y aquí relatar. Gracias!!

teté escribió
23/02/2013 02:15

el AVE fenix resurgiendo de sus cenizas nunca se extingue.

Sheen escribió
21/02/2013 18:52

Obra de Averte.

ISABEL escribió
19/02/2013 14:53

esto no le pasa a la mayoria de las mortales, por lo menos que yo conozca, que pena no !!!!!!! la vida es muy injusta.

Adivina profesionesr escribió
19/02/2013 00:18

"Raras avis" las que se pueden encontrar en el tren, medio propicio para dejar "volar "la imaginación, y planear hacia tu destino. En mi opinión el baño del ave es muy frío y metálico para abandonarse a lo animal, y si no prueba.

Amparo escribió
17/02/2013 08:05

Siempre he pensado que los trenes tienen algo de mezcla, gente dispar y un tiempo limitado para desarrollar la estrategia de conocerse, en este caso muy poco tiempo solo hora y media!! Hay que compartir espacio... Espero que los pasaras muy bien en Madrid, dentro de un par de meses te voy a imitar ya te cuento! Un abrazo

Colorín colorado escribió
16/02/2013 13:20

Querida......cuanta fauna ornitológica en el AVE ....efectivamente...los hay de plumaje de colores ......aves reales, aves rapaces buscando a su presa...en tan sólo una hora y 38 minutos cada uno en su papel se desenvuelven como lo que son...buena observadora , como para escribir un blog.... Enhorabuena.... !!!! Nos vemos en el "AVEnturas pasajeras....."

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