VALENCIA. La promiscuidad hoy en día es sinónimo de rentabilidad. En una época marcada por la recesión y la masacre de algunas empresas que abren sus puertas con la mejor intención, la infidelidad se impone en algunos casos como la mejor solución. Es el caso de un curioso negocio instalado cerca de la Avenida de Antiguo Reino de Valencia llamado "La Tienda del Espía". A diferencia de muchas empresas valientes que deciden suicidarse y apostar por el emprendimiento con convicción, a pesar de la falta de financiación, u otras más veteranas que se han visto obligadas a cerrar ante el monumental caos bancario, la citada tienda es por excelencia una de las franquicias supervivientes en la actualidad.
En mis 28 años y asidua habitual del barrio en el que se ubica el establecimiento, jamás he visto a nadie en su interior. "A ésta, la crisis se la ventila rápido", he llegado a pensar en varias ocasiones. Sin embargo, esa suerte de concepto clandestino y misterioso que ocultan los objetos de venta en su interior por algún motivo la mantienen intacta, resistente y vigente.
"¿Cuál es la clave de su éxito?", me preguntaba sin entender. La respuesta la encontré unas semanas después junto a Marta, profesora de guardería, amante de los animales y vecina del barrio. "Juan ya no es el mismo, creo que me engaña", me desveló una mañana mientras paseábamos por el cauce del río. "¿Estás segura?", pregunté cauta . "Cuando no está en el trabajo está en el gimnasio, en la cama se ha vuelto inapetente y se ha apuntado a unas tertulias sindicalistas a pesar de sus ideales conservadores, así, de repente" relataba Marta cabizbaja.
"Tienes más cuernos que una manada de búfalos", confirmaba en mis pensamientos. Mientras el coloquio continuaba unidireccional con breves interrupciones por mi parte con algún que otro "Ya...", "Vaya...", "Naturalmente...", o "Menuda faena...", con el objetivo de garantizar a la interlocutora la recepción e interiorización absoluta de su mensaje, llegamos sin darnos cuenta a una plaza cercana a los ya difuntos cines Martí. Me acordé entonces de ese pequeño búnker anticrisis con aires detectivescos cerca de la zona y la idea simplemente ocupó poderosamente mi mente.
"Conozco una tienda que podría sacarte de dudas y saber si Juan te la pega con una superficial tetuda", sugerí animada. Desconcertada ante lo inapropiado de mi comentario y observando por el rabillo del ojo su minúsculo canalillo, Marta accedió a mi propuesta. Al entrar, un abrumador universo de depravación se presentó ante nosotras cual reveladora visión. Paquetes de tabaco con videocámaras, bolígrafos-micrófonos, gafas-grabadoras... ¡Cuánto género interesante! ¡Cuánta maldad ideada para poseer el control y desvelar los más oscuros secretos! ¡Cuánta demencia material encubierta para nublar y tentar al entendimiento!
Si el novio de Marta había decidido efectivamente elegir el camino hacia ese placer prohibido llamado infidelidad, nosotras acabábamos de descender al infierno para ser seducidas por un mal mayor: la erótica del espionaje. Cada artículo ofrecía un sinfín de posibilidades con los que corromper a la estúpida e inocente lealtad de años de mi amiga hacia Juan.
En sus seis años de relación, Marta jamás cotilleó un solo mensaje del móvil, jamás se preguntó por qué desde hacía tres meses había renovado toda su ropa interior, jamás se preocupó por esa atractiva compañera de trabajo con la que viajaba, junto a su marido, a congresos progresistas los fines de semana. Pero Marta ya estaba ardiendo en el inframundo dispuesta a entregar su alma por una confesión, por una explicación que diera sentido a un noviazgo sinsentido, plagado de interrogantes y expuesto en su totalidad, de ser ciertas sus sospechas, a la mayor burla de su vida.
Alcanzando por fin una cámara-lata Coca-Cola y con los ojos de un negro azabache intenso e irreconocible en su siempre tierna mirada, sentenció: "Es hora de jugar sucio y cortarle a ese desgraciado su prepucio". Y triunfantes, salimos por la puerta con nuestro discreto y perverso juguete.
Esa misma noche me la imaginé convertida en una versión de James Bond con traje de cuero, látigo y fumando una pipa al estilo Sherlock Holmes en su sofá esperando a su víctima para darle su escarmiento. Días después me llama. "Estábamos en lo cierto, el malnacido tenía un affaire, sólo que se lo montaba con un Robespierre". Sin salir de mi asombro, prosigue: "Mientras yo quería tapar agujeros con un artilugio pionero, él también lo hacía con su trasero dejándose embestir por un tipo de ideas republicanas y de caminar torero", concluyó furiosa colgando el auricular.
En una época de gran inseguridad, la sociedad reclama honestidad. La carencia de líderes que la practican convierten la búsqueda de la misma en un acto esencial, solitario, desesperado. De ello son conscientes negocios como al que decidió recurrir mi amiga. Servicios que se lucran del malestar, desconfianza y vulnerabilidad anímica y moral. Por ello rinden homenaje al viejo "ojo por ojo, diente por diente, nosotros te proporcionamos los medios para una venganza inminente". Y doy fe que fueron de lo más eficientes. Ahora bien, sucumbir a cualquier precio a conocer la verdad puede volverse peligroso, y como a mi amiga, darte literalmente por culo.
Querida Carla: La tienda del espia mola un montón jamás me he atrevido a entrar, pero cada vez que paso por alli deseo tene un novio o marido susceptible de engañarme para hacerlo. Aunque yo soy más bien de la epoca del zapatofono como la persona de tu otro comentario. Osea que estoy mayor para las intrigas y para los cuernos. Aunque en confianza te diré que en mi más tierna infancia era un crack abriendo sobres del colegio con agua hirbiendo y escuchando conversaciones con un vaso de duralex. Abrazos y sigue, me rio muchooooo!!!!!!!!! gracias
Querida.... de pequeña, quería ser detective privado , debía ser, por ver la serie de Superagente 86 y su novia 99.... con su zapatófono.. allá por el 69 , 70...investigaban de todo ...infidelidades incluidas, pero con mucho humor..... no es lo mismo en la vida real ....te seguiré espiando hasta el próximo post...
Buenos días Carla: solo un apunte "se puede ser infiel con la mente sin llegar a tocar ningún culo"No se, finalmente cual de los dos "métodos" es el mas ¿efectivo? pero, hoy hasta para ser infiel hay que tener algunos euros porque hasta esto no ha escapado a la crisis.- Un saludo Alejandro Pillado Rio Verde-Marbella 2013
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