Comparte esta noticia

• Tweet
• meneame

Otras noticias

• El 'problema valenciano' en medio de la contienda catalana
  
• Asante Sana!
• El silencio educativo

VALENCIA. Echarte un novio en los tiempos que corren no es recomendable. Y es que en época de crisis el deseo de iniciar una relación, además de inconsciente y atrevido se puede volver muy peligroso. Paso a exponer la reciente experiencia de una amiga. Hace unos días Papá Noel le regaló a María dos entradas para ir a pasar el día al balneario de un selecto club social ubicado en el municipio de Bétera.

Desempleada y desenamorada me eligió como pareja para gozar de aquellas asombrosas instalaciones. Rodeadas de auténtico ambiente pedigrí y relajadas desde una suave toalla blanca con olor a lavanda, observábamos con atención cada uno de los elegantes gestos y exquisitos andares de ese grupo de etiqueta negra del que en esos momentos nosotras pasábamos desapercibidas, del que formábamos parte. Así pues, lejos de nuestro hábitat natural, mi amiga conoció a Pablo en la piscina de aguas termales.

Un recién licenciado en medicina, de formación escolar en una prestigiosa escuela en EEUU y con proporciones anatómicas tan perfectas que parecía haber salido de un molde del mismo Policleto. Un derroche de sonrisas ocultas, un cruce tímido de miradas bajo el chorro de agua fría, una conversación llena de complicidad en el baño turco, un jugueteo inocente de manos en la sauna y días más tarde María se vio involucrada en una cena familiar de aquel Adonis.

Bajo los efectos de ese cosquilleo inicial en el estómago de dos recién enamorados, María optó por precipitarse y conocer a los padres de su chico en un frecuentado japonés de la clase alta valenciana instalado en el interior de un lujoso hotel Westin.

Para llegar a aquella situación en la que Pablo decidió profesarle a María auténtica admiración, un 70% de la divertida personalidad de mi amiga jugó a su favor. El 30% restante, no menos importante, lo hizo una pequeña pero reveladora información sobre su situación laboral lejos de la realidad. Y es que en tiempos convulsos reinan los impulsos por querer encajar, ir en contra de la moral y actuar desde la más primitiva irracionalidad para conseguir un amante que vive en un mundo de algodones haciéndole creer que en el presente, licenciada en derecho y ejerciendo como tal, su red de clientes se expandía a nivel mundial.

Así pues, periodista desempleada desde hace meses, María creó un idílico universo paralelo y con imaginación e inflando el pecho, cavó su propio lecho. ¿Acaso su posición de parada motivó tal falaz diarrea verbal por vergüenza existencial? ¿Somos víctimas los desempleados, además de cargar ya con lo nuestro, de tener que obtener aprobación en los demás? ¿O tienen la culpa aquellos que nos educaron para triunfar y como consecuencia sacamos un instinto de supervivencia en un contexto con escaso margen para disfrutar?

Lo cierto es que llegados ya al postre tras una agradable velada repleta de historietas basadas en una vida virtual gracias al poderoso ingenio de la mente de mi amiga, la catástrofe estaba a punto de producirse. Se encuentra así mi amiga frente a tres pares de ojos clavados en los suyos. Los padres de Pablo le confiesan con voz templada que necesitan un abogado para llevar los trámites de su divorcio. Alguien de confianza. Alguien como ella que ya forma parte de la familia. A Pablo la idea le parece simplemente estupenda.

A María, el fin de lo que podía haber sido una bonita historia de amor. ¿Cuánto daría de sí su inspiración para mantener una vida inventada aunque ausente en el conocimiento de las leyes constitucionales? ¿Una vida que hasta ella misma empezaba a creerse? Lo cierto es que si de una boda sale otra, la ruptura de unos abocaban a otros al mismo destino. Había llegado demasiado lejos.

Entonces fue cuando se acordó de su madre. Retirada a la fuerza hace unos meses como psicóloga especializada en la terapia de crisis matrimoniales. Les ofreció su tarjeta y una tópica charla sobre "lo que han forjado durante tantos años merece una última oportunidad", "lo fácil es tirar la toalla" y en voz íntima, "para la monotonía hay técnicas que aportan una gran mejoría". Pasmados con su argumentación, la pareja cedió, Pablo asintió y María acabó la noche marchándose por la puerta grande.

La mentirá no salió a la luz. La madre de mi amiga consiguió trabajo durante los siguientes ocho meses con la herencia de una amplia agenda de contactos de adinerados exmatrimonios con ganas de devolver fogosidad a su colchón. Los padres de Pablo se fueron de segunda luna de miel. María dejó a Pablo. Una cosa era adoptar el personaje de abogada conciliadora y otra muy diferente ocultar su verdadera identidad.

Mi conclusión es la siguiente: el tedio del desempleado agudiza la imaginación pero avergonzarse de su condición acentúa el riesgo, entre muchos otros, de castigar al infractor a sentenciar su relación. ¡No hagamos más duro nuestro calvario y salgamos del armario!