MADRID. España ha vuelto a la escena de la precampaña electoral USA y en esta ocasión por boca del candidato Obama, que manifestó en un programa de la NBC que España es un ejemplo palpable de que Europa no actuó con suficiente rapidez cuando estalló la crisis económica y su burbuja inmobiliaria, razón por la cual el Tesoro español ha tenido «muchos problemas» para financiarse.
Si se toma como referencia a George Soros y no hay motivo alguno para no hacerlo, con permiso de Rodríguez Zapatero y Solbes, "el estallido de la crisis económica de 2008 puede fijarse oficialmente en agosto de 2007 cuando los bancos centrales tuvieron que intervenir para proporcionar liquidez al sistema bancario". Por lo tanto, se han cumplido cinco años de la crisis económica que ha afectando a las economías occidentales y especialmente a las periféricas europeas de forma despiadada y desconocida por las últimas generaciones. Sin embargo, las primeras medidas serias del gobierno no se adoptaron hasta mayo de 2010.
En España, como en algún otro país, la crisis financiera acumuló, además, las consecuencias de una crisis inmobiliaria difícilmente adjetivable en lo que se refiere a su magnitud y gravedad. Fue entre abril y mayo de 2007 cuando confluyen factores tan desestabilizadores como el propio incremento de los precios de venta de la vivienda, la subida de los tipos de interés, el desfase entre salarios y precios y una caída en picado de las señales que se entregan antes de ir a escritura pública, algunos de cuyos datos no los recogen las estadísticas oficiales.
Han sido cinco años especialmente duros para España con independencia de que hayan tenido, en mayor o menor medida, su proyección en la evolución del PIB, ya que han estado marcados por una continua destrucción de mano de obra y por una parálisis del crédito que han supuesto una caída de la demanda interna, solo compensada parcialmente por la evolución del sector exterior.
Ha sido un quinquenio que en opinión de los observadores económicos y políticos, ha tenido la virtualidad de dejar al aire todas las carencias y miserias -sindicatos al margen- de una clase política rancia y desfasada, que no ha sabido estar a la altura de las circunstancias requeridas por una situación de la gravedad y dimensión de la actual.
Los analistas internacionales han podido comprobar cómo ese tipo de comportamientos se han dado con mayor énfasis en los países periféricos como Grecia, Portugal, Italia y España, en donde la clase política se ha visto claramente desbordada por la crisis y sus demoledores efectos, lo que ha provocado consecuencias de difícil valoración como la aparición de movimientos de difícil etiquetado.
Con referencia a España, en los organismos económicos internacionales como la Comisión Europea o el FMI, se detecta un serio objeto de preocupación por la absoluta falta de sintonía existente entre los dos partidos mayoritarios en unos momentos en que un cierto acuerdo entre ambos, sería bien recibido y "facilitaría mucho ciertas soluciones".
Todo lo contrario. Para los observadores internacionales, el comportamiento de PP y PSOE, por citar solo a los dos partidos estatales mayoritarios en el Parlamento nacional, es el comportamiento de dos fuerzas políticas en continua campaña electoral con el desgaste interno y de imagen que ello comporta y las consecuencias que provoca en los organismos internacionales de quienes depende nuestro futuro y en los mercados en donde nos financiamos.
Cuidándose muy mucho de entrar a valorar las causas que llevan a esta situación en España desde el comienzo de la crisis, sí se toma nota de cómo el PP, entonces en la oposición, se convertía en un inmisericorde adversario de las decisiones o indecisiones del entonces gobierno de Rodríguez Zapatero. Y de la misma manera se comprueba como el PSOE ha adoptado, desde el primer día, una oposición que con demasiada frecuencia no aguanta un repaso mínimamente técnico, cuando no opta por sacar a la calle esa oposición con el efecto que ello provoca en los mercados y en la marca España, ya de por sí muy deteriorada.
La prensa internacional suele hacerse eco con insistencia de lo abrupto de las confrontaciones entre los dos partidos mayoritarios, y como no podía ser de otra manera, disfruta con toda la batería de acciones que el PSOE y otras fuerzas de izquierda y de indignados despliegan con cualquier motivo, aunque sea vano.
Que esa política tenga consecuencias en las urnas, es algo que esta por ver. Galicia y País Vasco, han representado sendas tomas de temperatura que merecen ser analizadas con detenimiento, porque tomando como referencia la "doctrina" que apunta a que las crisis inmobiliarias tienen una vida no inferior a siete años, todavía quedan dos por sufrir.
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