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Estimaciones sobre desempleo: fallan más que una escopeta de feria

CARLOS DÍAZ GÜELL. 04/03/2015

MADRID. Fiel a la tradición inaugurada por Felipe González en 1983 cuando instauró el Debate sobre el estado de la Nación para comprometerse a crear 800.000 empleos, Rajoy marcaba hace una semana un objetivo «alcanzable» para la próxima legislatura: crear tres millones de empleos netos, lo que supone medio millón al año.

En abril de 2011, la ministra Salgado afirmaba con rotundidad que España llegaría a 2015 con una tasa de paro superior al 16% y así quedó constancia en el documento gubernamental de Perspectivas Macroeconómicas.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT), por su parte, se atrevía a anunciar recientemente que la tasa de paro en España bajará de manera gradual durante los próximos cinco años, puesto que superará el 21% al menos hasta 2019, para cuando prevé que el desempleo alcance el 21,49%, frente al 23,6% estimado para 2015.

Por su parte, el Consejo Empresarial de la Competitividad que preside Cesar Alierta, presidente de Telefónica, afirmaba hace pocos días que, según el estudio "España 2018", nuestro país puede tener una tasa de paro del 8% en tres años, lo que sería tanto como alcanzar el pleno empleo.

Pocos son los que conocen los arcanos en los que se cimentan los pronósticos que sobre algunas materias económicas se facilitan con cierta periodicidad, aunque son muchos los que empiezan a echar en falta grupos más multidisciplinares a la hora de realizar previsiones o conjeturas sobre asuntos como el desempleo en los que influyen numerosas variables, aunque rara vez se tienen en cuenta. No todo es cuestión de desestacionalizar los resultados del paro cuando se trata de elaborar predicciones a medio-largo plazo.

Así las cosas, el modelo de crecimiento es una de las variables sobre el que recaen más serias dudas sobre el grado de influencia en las tasas de desempleo. Así, resulta difícil obviar, en qué medida se está proyectando en distintos puntos de la economía real de los países desarrollados, anuncios como el realizado hace un par de años por Foxconn, subcontratista chino de Apple y Nokia, cuando avanzó que compraría un millón de robots para sustituir a sus trabajadores.

El manido concepto de la nueva economía, al que todos parecen apuntarse, se enfrenta a un reto formidable, cuya información se hace accesible, precisamente, por el uso de las nuevas tecnologías y que pone en duda si esta nueva economía será capaz de crear empleo como lo ha venido haciendo hasta hace unos años la economía clásica.

La información que se maneja es especialmente relevante y se repite de forma clónica a lo largo de todo el planeta en nombre de los sacrosantos principios de la productividad y la competitividad. Las dos primeras empresas privadas que más empleos generan en el mundo -MacDonald's y Wal-mart, el gigante de la distribución estadounidense- emplean conjuntamente a cerca de cuatro millones de personas. Su valor bursátil combinado es de 325.000 millones de dólares, arrojando un "valor" medio por empleado de 81.250 dólares.

Una cifra insignificante, comparado con las estrellas de la nueva economía: Alibaba, Facebook y Google, apenas emplean a 80.000 personas, pero valen juntas más de 800.000 millones de dólares: 10 millones de dólares de "valor" por empleado. La conclusión es fácil y algún experto la ha puesto en negro sobre blanco: un empleado de la nueva economía valdría cien veces menos que un empleado de la economía clásica... a no ser que la nueva economía necesitara cien veces menos "capital humano" que la economía clásica.

Citar por último el estudio de dos investigadores de Oxford -Osborne y Frey- quienes en su obra "The Future of Employment" dejan claro que la digitalización de las actividades humanas es tal, que el 47% de los empleos existentes en la actualidad en EEUU están destinados a desaparecer, ya que el proceso de sustituir al hombre por la máquina está en pleno funcionamiento, como lo demuestran que las cajas electrónicas sustituyen a los cajeros humanos en los supermercados y que los robots industriales sustituyen a los humanos en sus tareas de producción.

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