(Fuente: elblogslamon.com)
MADRID. Tras incrementarse en 67.777 millones de euros durante 2014, la deuda pública de España alcanzaba el pasado año la cifra de 1,034 billones de euros, lo que equivale al 97% del actual PIB español. Una pesada carga para el todavía poco consistente crecimiento de la economía española.
Grecia, por su parte, ha cambiado de gobierno y ha intentado modificar los parámetros negociadores de su deuda soberana con la Eurozona, pero lo que se mantiene inalterable es que el pasivo comprometido del país heleno asciende, según últimas cifras oficiales, a 315.509 millones de euros, esto es, el 176% de su PIB. Y eso no lo cambia ni Tsipras ni Varoufakis, ya que del total de su deuda, tras liberarse la banca de buena parte de su riesgo, tres cuartas partes está en manos de la troika (FMI, BCE y Comisión Europea), cuyos miembros podrán dar más facilidades a Grecia, pero sin condonar su volumen.
Uno de los fundamentos sobre los que se asienta la economía capitalista de siempre y que ha terminado por convertirse en axioma, señala que endeudarse es bueno siempre y cuando el crédito solicitado o concedido pueda devolverse. Hoy, es una realidad que el aumento del dinero está potenciando un fortísimo endeudamiento -público y privado- de las economías del mundo.
El vertiginoso aumento del endeudamiento a nivel mundial y del precio de los activos financieros, en opinión de un estudio elaborado por Intermoney, podría ser calificado como burbuja, con "un destacado factor desestabilizador en los importantes superávits acumulados por determinados países que fuerzan a otros a adoptar una posición contraria de endeudamiento y por el mismo importe, flujos de capital capaces de desestabilizar a cualquier economía sin importar sus virtudes o tradición ahorradora".
El Comité de Basilea lleva tiempo intentando corregir los deberes de las entidades financieras europeas y no parece estar muy satisfecho con los resultados. En su opinión, los bancos europeos necesitan más capital para hacer frente a los riesgos soberanos al constatarse que la deuda de los gobiernos occidentales representa un riesgo que podría incluso derivar en pérdidas relacionadas con el impago y que se hizo evidente ya durante la crisis de la eurozona de 2011-12. Así las cosas, los bancos deberían asignar un nivel de riesgo a la deuda pública, en el que se determine cuánto capital se debe provisionar frente a este activo. El mayor problema en lo que se refiere a la deuda pública y a los préstamos de los bancos de la eurozona, es que puedan considerarse libres de riesgos ya que no acumulan capital suficiente frente a estos activos.
En el informe de Intermoney se señala que el problema de los desequilibrios globales del ahorro no es ninguna novedad, aunque bien es cierto que habría ganado en importancia en la medida que las economías tienden a implementar políticas económicas de corte liberal, sobre todo, como consecuencia de un fuerte incremento de la liquidez y de la oferta de dinero a nivel mundial. Si se analizan los balances de los bancos centrales de EEUU, Eurozona, Inglaterra, China y Japón, se comprueba que éstos se habrían multiplicado por tres desde el inicio de la crisis, a mediados de 2007, hasta alcanzar un total de 16 billones de dólares.
Las políticas monetarias expansivas por parte de las mayores potencias económicas con el objetivo de estimular el crecimiento económico y combatir la deflación, no han hecho sino incrementar el volumen de liquidez y el dinero en circulación a nivel mundial, inflando el valor de los activos financieros y potenciando la financiación barata e improductiva.
Este proceso habría tenido una doble vertiente: en primer lugar, el incremento de las bases monetarias y tipos cero y en segundo e indirecto, el obligar a otras economías, menos desarrolladas, a implementar políticas igualmente expansivas en la medida que la demanda mundial se hundía y la apreciación de su divisa empeoraba sus cuentas exteriores.
Según las estimaciones realizadas por la consultora McKinsey, el endeudamiento a nivel global habría aumentado en 57 billones de dólares desde el cuarto trimestre de 2007 hasta el segundo de 2014, alcanzando un total a nivel global de 289% sobre PIB.
Este incremento se debe a un una mayor demanda de financiación por parte de todos los agentes económicos pero especialmente de los Estados, cuya deuda ha pasado de 33 a 58 billones, con un crecimiento anual del 9.3% en el periodo señalado.
Consecuencia de la rebaja del precio del dinero y del aumento de su oferta, la correlación entre la rentabilidad de los activos financieros ha cambiado y vemos cómo en los últimos años el precio de todos ellos habría crecido en la misma dirección: deuda soberana, corporativa, activos bursátiles, grado de inversión, especulativo e inmobiliario, con una excepción, el precio de las materias primas, lo que viene a indicar que este incremento del precio de los activos está relacionado con un aumento de la especulación y no por consumo o producción.
El grado de apalancamiento que se está produciendo a nivel global no significa que vayamos necesariamente hacia una nueva contracción mundial, pero si se mantiene este nivel de dinero y no se reduce de forma abrupta en el largo plazo, lo que veremos serán precios más altos por encima de los objetivos propuestos, tipos bajos de interés y no necesariamente crecimiento. Esa parece ser la gran preocupación común de los banqueros centrales de todo el mundo.
La inflación de activos es un fenómeno monetario y en el largo plazo, el crecimiento del dinero solo tiene repercusión sobre la inflación, no sobre el crecimiento. La burbuja mundial puede ser una realidad, pero los desequilibrios del ahorro global son la verdadera bomba de relojería que puede volver a desencadenar una nueva tormenta perfecta, siendo Grecia el primero de muchos y no un caso aislado.
Post-it. El Comité de Supervisión Bancaria de Basilea (BCBS, por sus siglas en inglés) constituye un foro internacional de cooperación en materia de supervisión bancaria. "Basilea III" es un conjunto integral de reformas elaborado por el BCBS para fortalecer la regulación, supervisión y gestión de riesgos del sector bancario, tendentes a mejorar la capacidad de la industria para afrontar perturbaciones ocasionadas por tensiones financieras o económicas de cualquier tipo, mejorar la gestión de riesgos y el buen gobierno en los mismos y reforzar la transparencia y la divulgación de información de los bancos.
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