MADRID. La diferencia entre el fallecimiento del presidente de El Corte Inglés, Isidoro Alvarez, y la del de Emilio Botín, presidente del banco Santander, está en las tareas de futuro pendientes de ambas instituciones, ya que mientras el banquero cántabro ha dejado una entidad posicionada en la dirección correcta para seguir siendo un banco de futuro de primer nivel mundial, el sobrino del fundador de ECI, Ramón Areces, se ha ido dejando un ingente trabajo por hacer si, de lo que se trata, es de que El Corte Inglés siga siendo el gran proyecto que en su momento fue y que en los últimos años parece deambular por unos derroteros que pocos analistas consideran haya sido el correcto.
Sobre la empresa familiar dice el tópico que el padre la crea, el hijo la mantiene y el nieto la cierra. Necesariamente no tiene que ser así y mucho menos en el caso de un grupo de distribución que como el Corte Inglés se ha creado una sólida imagen a lo largo de su vida, aunque ello no es suficiente activo para asegurar el futuro de ninguna sociedad si, previamente, se ignora la necesidad de abordar sustanciales cambios y adecuarse a una sociedad en permanente proceso evolutivo.
Es el caso de El Corte Inglés que, aunque tarde y mal, ha abordado la situación sucesoria con el nombramiento, primero, de Dimas Gimeno Álvarez, sobrino del fallecido, con lo que queda asegurada la sucesión familiar, y con el posterior nombramiento de Manuel Pizarro como no se sabe muy bien qué. Ambos nombramientos generan multitud de dudas sobre quien recaerá el poder ejecutivo en este inmediato futuro durante el que hay que hacer frente a profundos cambios.
Detectado el primer problema sobre el que se deberá tomar decisiones en breve, El Corte Inglés, dados sus resultados, su estructura de propiedad y sus retos de expansión, necesita abordar, en opinión de expertos y analistas, una salida a bolsa que posibilite encontrar financiación con la que hacer frente a sus desafíos.
Uno de ellos es el de repensar el modelo de negocio para adecuarlo a las tendencias actuales del mercado, ya que pese a los cambios que se han ido produciendo y experimentado en el grupo, las sociedad ha cambiado a un ritmo mucho mayor y la competencia no hace sino arañar parcelas de negocio al líder de forma inexorable.
Otro de los retos que los analistas consideran de obligado cumplimiento si se quiere seguir creciendo, dada la saturación del mercado doméstico, es la apertura al exterior, algo que El Corte Inglés ha sido renuente desde siempre como lo demuestra el hecho de haber circunscrito su actividad a la península ibérica.
Queda, por último, el problema laboral del que nunca se habla y que es un foco de descontento de gran magnitud en la numerosa plantilla y cuya solución pasa por el diseño de una política laboral que ponga fin a lo que muchos de sus trabajadores consideran políticas estajanovistas mal entendidas.
Nada hacer prever que todos y cada uno de estos desafíos no vayan a ser abordados con éxito y que España y su Marca continúen contando con un grupo de empresas que es una referencia no solo para los españoles, sino para los millones de turistas que nos visitan.
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