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"Muchas de las crisis de los últimos años han venido dadas por las decisiones de directivos que claramente no han estado a la altura de los valores y que nos recuerdan la aristotélica sentencia de que 'es deber de los gobernantes formar a los ciudadanos en la virtud y habituarles a ella'..."

MADRID. La presidenta de la Sareb, Belén Romana, en su última comparecencia en el Congreso de los Diputados, avisaba que "en los últimos doce meses han surgido muchos fondos contratando directivos, y nosotros somos un objetivo habitual". Dicho de otra manera: los fondos buitre se están reforzando con directivos de la industria bancaria para sacar provecho de la muy voluminosa venta de activos que hay en marcha en España.

La afirmación de Romana destapaba el frasco de las esencias y comenzaron a emerger casos concretos como la marcha del exdirector de activos de la Sareb al hedge fund Marathon; o la del analista de activos financieros de la misma socieda, al fondo norteamericano Castlelake; o el más que presumible fichaje del que fuera director general de Sareb por un fondo internacional en cuanto concluya el corto periodo de incompatibilidad al que está sometido y que vence a finales de abril.

Con independencia de que sean muchos los que piensan que aquí vale todo o casi todo, conviene recordar con añoranza épocas pasadas cuando un político como Pi i Margall en sus Cartas sobre la Moral enfatizaba que el sentimiento de la propia dignidad y el respeto de la ajena son, a no dudarlo, la conditio sine qua non de las sociedades.

La noticia sobre los movimientos de directivos de la Sareb, sociedad encargada de la delicada tarea de gestionar la venta de todos los activos inmobiliarios de los que fue depositaria: 55.700 viviendas, 15.000 solares, 150.000 metros cuadrados de superficie alquilable en centros comerciales, 30 hoteles y 30.000 plazas de garajes y trasteros en un plazo de 15 años, aunque el grueso del balance (un 80%) está compuesto por préstamos al sector inmobiliario, especialmente crédito promotor, hacen sonar todas las alarmas.

Casi en los mismos días de la comparecencia pública de Romana, se publicaba la noticia de que exdirectivos de Goldman Sachs compraban 70 millones en créditos a Sareb, dejando claro que el banco malo es una sociedad con un potencial de negocio extraordinario en donde todo tipo de irregularidades están contempladas y controladas, pero en donde cierto tipo de conductas -legales, por supuesto- pueden hacer de la Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria un mercado persa a poco que se empeñen unos directivos de comportamiento laxo o poco escrupuloso.

Hasta ahora, solo sabemos lo que se apunta al comienzo de este artículo y es que la Sareb cerró con pérdidas de 261 millones de euros su primer año de funcionamiento, después de llevar a cabo saneamientos en su cartera de préstamos por valor de 259 millones de euros. Se trataría de unos números rojos muy por encima de los 47 millones de euros que se preveían en un primer momento en el plan de negocio de la entidad.

Para 2014, Romana y su equipo directivo (el que le quede) prevé continuar cancelando deuda y amortizando a su vez un 50% más respecto al pasado año 2013, hasta alcanzar los 3.000 millones de euros.

De igual manera se ha puesto en marcha una nueva estrategia de creación de mayor valor para sus diferentes y distintos activos en cartera, previendo elevar en 7.000 millones de euros los diferentes ingresos generados por la entidad público-privada, hasta su disolución en el año 2027.

Las cifras marean y el sentido ético y los comportamientos intachables de todos los que forman parte del supuesto banco malo, malísimo, deben pasar la prueba del 9 en cualquier momento, no debiendo conformarse con aquello tan habitual que apunta a que hay conductas que, aunque rechazadas y repudiadas en forma casi unánime, no resultan ilegales ni configuran violación alguna a la normativa vigente, ya que existen numerosas conductas que, dentro de lo permitido por la ley, configuran transgresiones éticas o morales que se hacen insoportables en la figura de quienes tienen la responsabilidad de gestionar bienes públicos y no podemos olvidar que detrás de la Sareb hay cerca de 60.000 millones de ayudas públicas.

Los expertos señalan que el control interno, tanto ético como de operativa de negocio, es la asignatura pendiente de muchas empresas españolas no cotizadas, ya que pocas tienen una cultura de rigor y transparencia establecida y en ese escenario la información privilegiada suele campar por sus respectos.

Y lo que no podemos olvidar es que muchas de las crisis de los últimos años han venido dadas por las decisiones de directivos que claramente no han estado a la altura de los valores y que nos hacen recordar la aristotélica sentencia publicada en su "Ética Nicomaquea" de que es deber de los gobernantes formar a los ciudadanos en la virtud y habituarles a ella.