"Tanto Pablo Iglesias como Elpidio Silva representan el modelo de populismo mediatizado que tanto propicia la televisión. Sus organizaciones se configuran en torno a ellos (y a su mayor gloria)..."
VALENCIA. Por fin están configuradas todas las candidaturas de las Elecciones Europeas; incluso la del PP, que tanto se hizo de rogar. En muchos casos, el procedimiento escogido ha sido el de unas elecciones primarias. Sobre todo, como es lógico, en las nuevas opciones electorales, como mecanismo democratizador que les sirve, además, para diferenciarse de los partidos tradicionales y su sistema de cooptación jerárquica.
Sin embargo, no todos los procesos de primarias se han dado de la misma forma, pues cada partido ha implantado, como es natural, procedimientos y reglas específicas. Uno de ellos, Podemos, ha recibido muchas críticas por tratarse de un proceso de primarias diseñado para mayor gloria del líder y portavoz del movimiento, el profesor de la Universidad Complutense y contertulio habitual en televisión Pablo Iglesias.
Es cierto que los resultados de Iglesias son muy superiores a los de los demás candidatos: 20661 votos, más del doble que la segunda candidata más votada (Teresa Rodríguez, con 8.078 votos). Pero también conviene destacar la enorme participación popular en este proceso (más de 33.000 personas), con independencia de sus resultados. Por supuesto, las primarias también han servido para validar democráticamente una candidatura cuyo éxito se daba por supuesto; pero extraña que estos resultados reciban tantas críticas.
Personalmente, me ha llamado mucho más la atención, en sentido negativo, el autodenominado proceso de "primarias" de "Movimiento Red", el partido que encabeza el juez Elpidio Silva. Porque allí, directamente, las primarias sólo han tenido una candidatura: la del juez Silva. Por si hubiera alguna duda, era esta opción (la de Elpidio Silva) la que aparecía seleccionada para votar, y la que se destacaba constantemente en toda la promoción del proceso de primarias. Unas primarias muy peculiares (a la búlgara, cabría decir), con candidatura única, cuyo relato espeluznante puede seguirse de manera pormenorizada aquí. O en boca del propio juez, en esta entrevista inenarrable: "Me apoyan cientos y cientos de asociaciones, pero no me sé sus nombres".
Populismo con tintes mesiánicos
Tanto Pablo Iglesias como Elpidio Silva son fieles representantes del modelo de populismo mediatizado que tanto propicia la televisión. Sus partidos u organizaciones se configuran en torno a ellos (y a su mayor gloria), y los procesos democratizadores (las primarias) tienen por objeto otorgarles legitimidad democrática que se sume a la legitimidad mediática (es decir, influencia social a través de su presencia en los medios) de la que ya disfrutan.
La cuestión es cómo efectuar el proceso, si con unas primarias en las que el candidato más conocido (Pablo Iglesias) arrasa o con unas primarias... en las que sólo había un candidato visible (Elpidio Silva). Por supuesto, una vez obtenido el barniz democrático (sea más o menos real) el proceso de hiperliderazgo asociado con los movimientos populistas, la personalización de la política en la figura de los dirigentes carismáticos, se acentúa todavía más. Es lo que ha pasado con Podemos y su cartel electoral, en el que podemos ver a un Pablo Iglesias a medio camino entre Jesucristo y el Che Guevara.
Naturalmente, no son estos los únicos casos en la política española (ni mucho menos) de partidos organizados en torno a líderes mediáticos que concentran toda la atención (y el poder) en sus partidos. UPyD, con el indiscutible tirón mediático de Rosa Díez, es otro ejemplo claro. Tanto es así que incluso se asume que las normas de limitación de mandatos establecidas en el partido se aplican a otros dirigentes, pero no a ella. También Ciudadanos es un partido que ha devenido cada vez más dependiente del carisma mediático de su líder, Albert Rivera. En la Comunidad Valenciana tenemos otro ejemplo muy claro en la figura de la dirigente de Compromís Mònica Oltra.
Es en verdad difícil establecer un liderazgo sin pasar por el aro de los medios de comunicación, puesto que es a través de los medios como se hace política, como los políticos se hacen oír ante los ciudadanos. Y hay que destacar que, no por casualidad, todos los políticos que hemos mencionado hasta ahora pertenecen a partidos minoritarios: su populismo es una manera de abrirse un hueco en el escenario mediático y darse a conocer ante el público, puesto que no cuentan con tantas oportunidades de hacerlo como las grandes estructuras partidarias (los partidos mayoritarios).
Éstas se encuentran hoy gestionadas por dirigentes más bien poco mediáticos, como Alfredo Pérez Rubalcaba (aunque sea como consecuencia del deterioro de la "marca PSOE", dado el indiscutible dominio del lenguaje mediático, tan dado a las frases efectivas, que posee Rubalcaba), o absolutamente nada, como Mariano Rajoy.
El caso del presidente del gobierno es casi paradigmático de un modelo de gestión elitista de la política, caracterizado por el desagrado por rendir cuentas ante los medios y una escasa eficacia comunicativa. Otra cosa es, naturalmente, que los medios den una imagen amable de Rajoy merced al poder que éste ejerce, directa o indirectamente, sobre ellos.
En torno a ambos parámetros, populismo y elitismo, se delinea el juego político contemporáneo. O la apelación directa al pueblo, con la que el líder evita la intermediación de las estructuras institucionales o partidistas (populismo), o el alejamiento de los focos mediáticos para tomar las decisiones que convengan en cada momento, aunque no resulten populares (elitismo).
En ambos casos, por supuesto, el proceso tiene mucho de ficción, pues el líder que se aparece ante el pueblo no lo hace directamente, sino a través de los medios; y el líder que toma decisiones según sus propios criterios evita la rendición de cuentas y elabora políticas a menudo ajenas a los intereses de la mayoría (a veces, también de la mayoría de sus votantes).
#prayfor... fotos que provocan dimisiones
El concejal del PP de Nules José Vicente Adsuara dimitía el pasado martes por efecto de la publicación de una fotografía en la que, aparentemente, se disponía a consumir cocaína. En un proceso que tiene mucho de "navajeo" político interno (es muy posible que la filtración de la fotografía provenga del propio PP), Adsuara pasó en cuestión de horas de reafirmarse en el cargo a dimitir del mismo; sin haber cometido ninguna ilegalidad y por un asunto de carácter privado. Por muy censurable que pueda parecer a muchos.
Quizás el motivo fuese la fuerza expresiva de la fotografía, la escasez de apoyos que se encontró en el partido o la necesidad de depurar responsabilidades que los ciudadanos exigen a la clase política; o por una mezcla de todos los factores anteriores.
Lo que está claro es que, desde el punto de vista de lograr una dimisión, es mucho menos eficaz una fotografía de un político confraternizando con un narcotraficante que consumiendo sus productos. O es que sencillamente hablamos de poder, y no es lo mismo un concejal de un pueblo (Adsuara) que un presidente de comunidad autónoma y posible delfín a escala nacional (Núñez Feijóo).
Keenan. Defender un modelo de banca social, plantearse la legitimidad de la OTAN, asegurar que los sectores estratégicos no queden en manos de una oligarquía oligopolística, consolidar derechos universales perfectamente viables con un PIB cada vez más alto (lógico en una cultura del crecimiento constante), etc. no es propio de posiciones del siglo XIX; más bien del XXI. Al describir el carácter de los personajes de las tertulias tú mismo has expuesto dónde está lo moderno y dónde está lo anticuado. Calificar automáticamente de anticuado todo lo que no sea eso tan aparentemente nuevo que viene es una calificación vacía de contenido. Si yo quiero exponer por qué un Seat 600 es peor que un Seat León actual, tendré que hacer una comparativa de sus características técnicas. No vale decir que el primer automóvil simplemente es "del siglo pasado". Eso en si mismo no dice nada. Añadamos que si bien el marxismo tiene su origen el el s. XIX, el liberalismo montaraz hacia el que caminamos surge allá por el XVII y se desarrolla en el XVIII. Igual hay que plantearse los pros y los contras en función de una reflexión más profunda, no en la datación de sus fundamentos ideológicos, que, por otra parte, en muchas ocasiones surgen del sentido común.
A mi Iglesias no me cae bien, por no hablar de que defiende un marxismo decimonónico, y de que el programa electoral de Podemos nos condenaría al aislamiento económico y social (default de la deuda, nacionalización de banca privada, salida de la OTAN, etc.). Pero me gusta verle en los debates, porque patea culos dialecticamente. Toda la horda de paniagüados del régimen tipo Alfonso Rojo o Marhuenda, tienen una caracteristica común: la falta de preparación técnica. Nunca aportan datos, y si los aportan, no los saben defender. No respetan los turnos. Interrumpen. Insultan, descalifican. Esta es la generación que no sabe inglés, que no maneja un ordenador mas allá del correo electronico y el navegador (y justo), y que no tiene ideología mas allá de la trepar o ser fiel a quien les puso donde les puso. Viejos prematuros, gente de testorena retenida, que creen que inteligencia, virilidad y vocerismo son lo mismo, gente que en cuando te sales de los cauces establecidos (CT) te decalifican con malos modos, insultos personales, y una actitud de chulo de putas, o de matón de barrio. Ahí Iglesias gana por goleada en los debatillos: siempre trae los datos adecuados, los sabe defender, expone con ideas clara y frases concisas -aunque lo que dice en realidad es bastante simple-, respeta los turnos, y no se corta ni media en sacar los trapos sucios de los demás, pero sin entrar en la descalificación ni el insulto.
Bueno, es que Podemos tenía la otra opción, la clásica, la de IU: la de cumplir escrupulosamente las reglas que hacen que una opción política sea presentable y ser coherente con su afirmación de que "ésto no es un partido montado en torno a un líder". Esa opción ya sabemos a lo que lleva. Sabiamente han optado por algo más sucillo y más efectivo.
El tema del concejal del PP es muy lamentable. Demuestra als pulsiones al uso en España, una hipocresía brutal (tengo la sensacion de que los mas escandalizados con que "un cargo público que tiene que adoptar importantes decisiones consuma cocaína" no deben de ser abstemios precisamente) y la típica tendencia a ser fuerte con el débil (hiperexigente, en este caso) pero muy obsequioso con el fuerte. Al margen de que, si no vemos problema en que la gente consuma cocaína (y por eso es legal) en su vida privada y que luego se trabaje como juez o como abogado o como médico o como profesor o como periodista o como lo que sea, ¿a santo de qué el escándalo en este caso?
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