Tal vez los espectáculos de desunión acaben socavando las expectativas electorales de los partidos en una situación de normalidad política, pero no hace falta decir que no nos encontramos en ese escenario ahora mismo
VALENCIA. Puede que usted no lo sepa, pero esta semana se celebró el debate sobre el estado de la nación en el Congreso de los Diputados. O, para ser más precisos: es muy posible que sí que lo sepa, pero que le resultara totalmente indiferente.
Las cifras de audiencia del debate son estremecedoras: 73.000 personas lo vieron a través del canal 24 horas de TVE. Tal vez parte del problema resida ahí, en que se trata de un canal con muy poca audiencia; pero, desde luego, detrás de este desplome (porque en años anteriores la audiencia fue significativamente mayor) también está la desafección cada vez más acusada que tiene una mayoría de los ciudadanos respecto de la política tradicional, que puede observarse igualmente en las -bajísimas- cifras de valoración de la clase política española.
Esta situación de partida es la idónea para que surjan nuevas propuestas políticas que buscan atraer a los votantes desafectos, y para ello intentan separarse lo máximo posible de la lógica estructural de los partidos tradicionales. Esto significa, entre otras medidas, ofrecer una mayor participación a la militancia, y también a la ciudadanía, en la selección de los candidatos y cargos internos del partido.
La consolidación del experimento de las primarias
Son muchos los partidos que están celebrando ahora mismo elecciones primarias. En el PSPV, para elegir al candidato a la presidencia de la Generalitat en las elecciones autonómicas de 2015; en Compromís, para escoger a los candidatos para las próximas elecciones europeas. En otros partidos, como IU, en donde los puestos en las listas no se eligen a partir de unas primarias, nos encontramos con un movimiento que surge, en esencia, de su entorno político: Podemos. Una operación organizada en torno a Pablo Iglesias, afamado contertulio político en la televisión, y que está auspiciada por Juan Carlos Monedero, profesor de Ciencia Política en la Universidad Complutense (y antiguo asesor político de Gaspar Llamazares).
La operación de Podemos suscita ciertas dudas, la principal de las cuales es que, en la práctica, poco o nada distingue a su proyecto político del que actualmente propone IU. De manera que podríamos aventurar, con cierto cinismo, que lo único que separa a Podemos de IU es quién está al frente del proyecto, si los que ahora mandan en IU... o los que quieren mandar (y mandaron en época de Llamazares). Es decir, un "quitáte tú para ponerme yo", tan español, en toda regla.
Sin embargo, no se trata sólo de personas. Y aunque así fuera, continúa siendo importante ofrecer a la gente la posibilidad de participar en un proceso de selección interno (en el que sólo esté la militancia) o incluso abierto a los simpatizantes. Las esclerotizadas estructuras de los partidos tradicionales, plagadas de profesionales de la política, le tienen pavor a todo lo que pueda parecerse a un proceso abierto, por descontrolado: es decir, insuficientemente controlado por la cúpula. Eso es, precisamente, lo que convierte a los procesos de elecciones primarias en un modelo atractivo para el público, y recomendable para cualquier partido.
Primarias: un invento del PSOE en tiempos difíciles
Las elecciones primarias son una práctica habitual en muchos países, pero donde adquirieron carta de naturaleza hace mucho tiempo fue en Estados Unidos. En este país, las elecciones primarias forman parte del ritual electoral, desde el nivel más elevado (las elecciones presidenciales) hasta las candidaturas al Congreso y Senado, gobernadores del Estado o alcaldes. Este factor, su presencia en la política estadounidense, ha hecho que fueran vistas a menudo como un frívolo ejercicio de electoralismo populista por parte de cierta izquierda (que, ni que decir tiene, considera mucho más serio y razonable un proceso interno de cooptación totalmente controlado por el "aparato").
Precisamente por ello, cuando el PSOE propuso elegir al candidato a las elecciones generales de 2000 a partir de un proceso de primarias entre su militancia, la cosa generó bastante revuelo, y también bastante interés. En aquella época (1997) Joaquín Almunia acababa de ser elegido secretario general del PSOE en sustitución de Felipe González. Y lo fue, precisamente, en buena medida como resultado del "dedazo" de González en el congreso en el que anunció su despedida.
De manera que las primarias eran, en cierto sentido, una estrategia de Almunia para ganar legitimidad democrática en su partido y ante la sociedad española. Una estrategia que salió... muy mal, porque el candidato alternativo, Josep Borrell, ganó las primarias y se convirtió, en 1998, en el candidato a la presidencia. Inauguró con ello una época de bicefalia en el PSOE que acabó abruptamente con su dimisión, merced a un peculiar escándalo aparecido en el diario El País, que afectaba a varios colaboradores de Borrell y a su exmujer, y que desapareció de las portadas tan pronto como Borrell dimitió.
Sin embargo, el proceso de primarias también demostró capacidad para concitar el interés de la ciudadanía y reactivar a un partido que en aquel entonces, tras abandonar agotado el poder después de 14 años de gobierno, pasaba momentos difíciles. Ahora que el PSOE se encuentra en una situación mucho más difícil que entonces, el experimento ha sido recuperado, y ampliado, por este partido de cara a las próximas elecciones autonómicas y generales, en las que las candidaturas se escogerán en un proceso de primarias abiertas a los simpatizantes.
Y ha sido, precisamente, el PSPV quien lo ha inaugurado, con las candidaturas del secretario general, Ximo Puig, y de Toni Gaspar (alcalde de Faura). Está por ver con qué resultado, aunque por lo pronto las cifras que se manejan (cuando faltan horas para que se cierre el proceso de inscripción) son de unos 30.000 simpatizantes, que se sumarían a los 16.000 militantes del PSPV. Unos resultados más que aceptables.
La democracia interna, inexcusable en los nuevos partidos
Las primarias, que como hemos visto funcionan en el PSOE como un recurso para animar a la clientela electoral, y al propio partido, cuando las cosas no van bien, son casi un lugar común en los nuevos partidos políticos que han surgido estos años. Lo son, entre otras cosas, y como decíamos anteriormente, porque el propósito de estos nuevos partidos es funcionar como alternativa a la política tradicional. Y para ello un factor crucial, que es además exigido por la mayoría de sus militantes y simpatizantes, es establecer cauces de participación ciudadana en sus estructuras.
Por este motivo, es muy raro encontrarnos con un partido nuevo que no elija a sus candidatos en primarias, sean abiertas a los simpatizantes o limitadas a la militancia. Partidos de signo político diverso, como Compromís, Equo, Ciutadans o Vox, por no hablar del Partido X, escogerán a sus candidatos a las Elecciones Europeas (y, previsiblemente, también en procesos posteriores) en un proceso de elecciones primarias.
A veces, este proceso de primarias acaba dando imagen de desunión, o eso dicen algunos analistas políticos y dirigentes de otros partidos. Desde mi punto de vista, es mucho más lo que se gana que lo que se pierde. Y pondré un ejemplo que, en realidad, no se corresponde con unas elecciones primarias: la elección del nuevo coordinador de UPyD en la Comunidad Valenciana, que se celebró el fin de semana pasado.
Una candidatura, la de Fernando Llopis, venía fuertemente apoyada por Toni Cantó y por la dirección de UPyD en Madrid, así como por la atención que le prestaban los medios de comunicación. Pero la candidatura alternativa de Alexis Marí, armada por parte de la militancia local de UPyD, se impuso en la votación. Toda una declaración de intenciones, y más en un partido tan centralizado como UPyD. Y también, hay que decirlo, una demostración de democracia interna.
Este tipo de "experimentos" disgustan a los dirigentes políticos tanto como son apreciados por el público. Tal vez los espectáculos de desunión acaben socavando las expectativas electorales de los partidos en una situación de normalidad política, pero no hace falta decir que no nos encontramos en ese escenario ahora mismo. Mucha gente está ahora en la abstención, o se ha ido desde los dos grandes partidos a alguna de las nuevas opciones gracias, entre otros factores, a que estas últimas les ofrecen planteamientos diferentes. No sólo en el programa, sino también en los criterios de selección de los candidatos.
Hace bien el PSOE, por tanto, en montar el experimento, en ausencia de otros argumentos mejores para que el público vuelva al redil. En cuanto al PP, parece ciencia ficción plantear un escenario de primarias en un partido tan jerarquizado, pero no creo aventurado pensar que la comparación entre su proceso de selección y el de partidos con ideologías cercanas, como Vox o Ciutadans, también puede hacer mella electoral. Y más en situaciones, como la Comunidad Valenciana, en donde Alberto Fabra, el actual presidente (y quizás candidato), ni siquiera era el cabeza de cartel electoral en 2011.
#prayfor... #OperacionPalace
En una sección que generalmente habla de las cosas que pasan en Twitter, no hay más remedio que hacerse eco del espectáculo del falso documental #OperacionPalace que emitió La Sexta el pasado 23 de febrero, en el espacio habitual del programa Salvados. No hay más remedio porque no queda mucho por decir sobre el asunto, que ya se ha comentado hasta la saciedad. Así que sólo querría hacer un pequeño apunte: inicialmente, y a la luz de lo que se iba comentando en Twitter, y de las críticas de muchos periodistas y analistas, el balance del experimento fue negativo: mucha gente afirmaba que se sintió engañada, que fue un experimento frívolo, que el programa estaba mal hecho, ...
Sin embargo, las encuestas que hicieron los medios de comunicación al respecto ofrecían resultados muy diferentes. Tanto en la de El País como en la de El Diario, en torno al 80% de los internautas afirmaban que el programa les había gustado. Y, además, en la de El País casi un 60% decía que se habían creído la historia del documental. Es decir, una clara discrepancia entre lo que podríamos llamar "el público de Twitter", pequeño, combativo y listillo, y el gran público de la televisión, más proclive a asumir el principio de verosimilitud de un programa que se presenta como documental, por absurdos que resulten sus contenidos. Con todas las prevenciones que hay que tomarse con encuestas en las que sólo responde quien quiere, por supuesto.
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