VALENCIA. Entiendo que Disney haya elegido Valencia para su película Tomorrowland. La escueta sinopsis que conocemos habla del enigma de un lugar fabuloso que se pudrió después de llegar más allá que el resto del mundo. Concuerda. Esta semana hemos seguido bajando la autoestima colectiva al saber que podemos reclamar 200 millones de euros de fondos de solidaridad. Ya estamos oficialmente entre las comunidades pobres.
Y sabemos algún detalle más de la deriva, chusco por supuesto y propio del canal español "Somos". Ciencia-ficción frente a cine folclórico en el que es terapéutico no recrearse. Mejor escribir sobre el mañana porque hacia ese confín allá por 2015 se dirigen nuestros políticos y nosotros detrás. El sugerente y misterioso título podría servir como versión original del anuncio de Rubalcaba, Tomorrowland, la tierra prometida: "La reconquista del PSOE empezará en la Comunidad Valenciana".
Ese fue uno de los titulares que nos dejó recientemente el secretario general del PSOE, el mensaje de ayer, en clave nacional tenía idéntico contenido: "Habrá un antes y un después de las primarias abiertas".
La línea entre el pasado y el futuro se trazará desde aquí al filo de la primavera. La federación socialista que lidera Ximo Puig estrenará la fórmula que resultó mágica para un PS que en Francia estaba a punto del encefalograma plano.
¡Y yo no estaré!, eso no lo anunció Rubalcaba, pero es verosímil. No es estratégico permanecer en la palestra y encarar el formidable examen de las europeas, organizar las autonómicas y avanzar hacia las generales cuando uno desliza que está tentado a desaparecer, pero parece probable: Rubalcaba ha perdido desde hace tiempo el sentido del humor, un síntoma evidente de que aguanta por deformación profesional.
Ni se inmuta ante quienes como el propio Ximo Puig cuestionan su liderazgo en cuanto pintan la ocasión. Tendrían que hacerle los suyos un monumento en Ferraz tras haber soportado el papel más ingrato y mantenerse hasta para sus adversarios en el podio como el mejor político que tiene el PSOE.
Está tan desgastado que resulta prácticamente imposible como cartel en las generales del próximo año. La recurrente Carme Chacón actualizaba hace dos días su perfil de twitter y el viernes en un barómetro de la Sexta recuperaba el papel de reina para las primarias de noviembre por delante del acreditado Patxi López.
Ya ven, el currículum no le ha pasado factura a pesar de que estuvo en el mismo gobierno que el exvicepresidente y de que ha salido huyendo tras perder la secretaría general en el 38 Congreso de Sevilla. Es lista y le aprovecha. Mejor un paso atrás en Miami-Dade College dando clases magistrales de liderazgo, que pringarse en el desafío extremo catalán.
El Comité Federal ha definido el cómo y el cuándo de esas primarias autonómicas y generales. Lamento no apasionarme de momento como me sucedió con el brillante experimento francés. El PS con 160.000 militantes, muchos menos que el PSOE, resucitó movilizando a más de 2,7 millones de comprometidos en dos vueltas, y provocó una auténtica conmoción en la opinión pública francesa ocupando el centro del debate y catapultando a Hollande, le conquérant.
Éstas no serán iguales por más que insistan en primarias a la francesa. No serán tan genuínas (sólo habrá una vuelta), pero el PSOE se la tiene que jugar con un sustitutivo que se asemeje lo máximo posible. España no tiene tradición participativa, ni a los españoles nos hace gracia significarnos estampando firma y DNI bajo una declaración de lo que sea.
La gente es más bien remolona pero suscribir los valores de la izquierda cuando a cada rato estamos volviendo al blanco y negro tendrá su aliciente y además es un clamor entre el votante progresista que necesita gestos democráticos de impacto.
Para el PSOE es un rumbo hacia lo desconocido. No todos en el Comité Federal están de acuerdo con la idea de abrirse a la sociedad. Unos consideran el riesgo de ahondar en los instintos básicos alimentando egos y proyectando una imagen de división rentable para el adversario. Los defensores confían en que escuchar a la gente es la única oportunidad para recuperar la empatía y reanimar a sus votantes.
En lo que ambas sensibilidades coinciden plenamente es en que solo una participación decente legitimaría al candidato y por el contrario una implicación de simpatizantes limitada dejaría perjudicado al ganador arruinando la imagen de partido pegado a la calle. Cuando el índice de confianza de los españoles en la política está a la cola de los 29 países de la UE y en el mejor de los sondeos solo confirmas que no estás totalmente desahuciado te tienes que apuntar al ensayo clínico de las primarias abiertas universales a modo de tratamiento de choque por prescripción social.
El PSPV inaugurará el procedimiento. Demasiados lunes al sol ha visto en estos 20 años. El poder, antes o después, conduce indefectiblemente a la travesía del desierto y si el trayecto es demasiado largo te deshidrata hasta dejarte baldío y cuarteado. Los socialistas valencianos han vivido en seco desde el relevo de Joan Lerma después de 13 años al frente de la autonomía. Entraron en un estado de resignación y ajuste de cuentas que aumentaba con cada mayoría absoluta del PP. Pero de todo se sale. El hartazgo con los populares es cada vez más compacto y no tiene pinta de que claree.
Ximo Puig ha presionado para ser la excepción y programar antes las primarias porque aquí la situación es excepcional y el PPCV vive instalado en la Ley de Murphy "si algo puede salir mal, saldrá mal". Los socialistas contemplan la eventualidad de que el president Fabra no agote la legislatura y quieren tener un candidato sin fisuras de partido.
El secretario general del PSPV, que aparece mimetizado en jefe del Consell, admite que tiene "mucho trabajo por hacer". De entrada, evitar la tontuna de presentar complacido sondeos en los que consigue menos diputados que nunca, por más que sumen en público escaños de los otros -EU y Compromís- y le salgan las cuentas. Hay maneras más inteligentes de imaginarle en el porvenir. Por ejemplo la confiada frase de Rubalcaba: "La valenciana es la comunidad en la que "todo comenzó y en la que todo va a seguir comenzando".
Esta semana se inicia el rodaje de Tomorrowland. Un título que como la purga de Benito se puede utilizar de remedio esperando resultados milagrosos. Me habría servido igual para escribir sobre Mariano Rajoy. El presidente del gobierno que prometió devolvernos la felicidad acaba de profetizar que "tendremos un mañana colmado de días azules y soleados". El problema es que los dos grandes partidos nos tienen agotados. Ya estamos curados del síndrome de la credulidad.
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