VALENCIA. Las aventuras más excitantes son aquellas que uno hace sin que el resto se entere, como por ejemplo, votar. Y en tiempos de desencanto, desapego, desinterés, desprestigio y todos los sentimientos cuyo significado queramos invertir con ese prefijo de negación, las elecciones europeas se llevan la palma de los acontecimientos intrigantes por venir. Miedo en el cuerpo: desconfianza en el electoral y desasosiego en el político. Elecciones traicioneras, elecciones peligrosas. Pues eso... de aquí al 25 de Mayo a vivir los partidos permanentemente asomados al riesgo de adulterio.
La cita de primavera es la mayor contingencia que afrontan en 2014 y se va a celebrar sí y sí. La otra, la del referéndum de Artur Mas convocando a la "inmortal raza catalana" que habita en tierra hostil, es duda. Cataluña no da tregua y te deja con la lengua fuera si quieres hacer un exhaustivo seguimiento sicológico-informativo.
A lo que iba, que a un buen número de españoles indignados, indecisos, incómodos (la partícula "in" tiene parecida propiedad que el prefijo "des") les pide el cuerpo un devaneo. Los motivos de infidelidad de un votante útil son interminables y en esta coyuntura, Europa es la oportunidad. No deberíamos mirar con rabia hacia la Eurocámara y sin embargo es inevitable. La encuesta de Metroscopia publicada esta semana en El Mundo afianza el auge de esos grupos que según Carlos Floriano, sería un desperdicio elegir pero a los que el PP mira de reojo con el horizonte de 2015, Ciscar el primero.
Entre tanto, la lluvia de datos económicos medio buenos, descenso del paro y prima por debajo del umbral de los 200 puntos, actúa como bálsamo para los populares cuya ajada imagen necesita una auténtica sobredosis de "lo peor ha pasado" para no desplomarse en los próximos cuatro meses.
Mariano Rajoy se sujeta con pica y cuerda en su intento de remontada y Rubalcaba reparte recetas de autoestima a la militancia con el eslogan de "el PSOE ha vuelto". No quiero ofender pero me recuerdan a Mr Wonderful y su libro 'Cosas no aburridas para ser la mar de feliz'.
Está el panorama tan vulnerable que los partidos pequeños se nos antojan como un arrebato y ejercen una atracción de gran sex appeal electoral. Lo que ocurra en los comicios europeos tendrá una lectura en clave general, municipal, autonómica y personal. La tuvo en 2009 para los socialistas y para Zapatero, que ya no levantó cabeza. La puede tener para el PP. La tendrá de nuevo para PSOE. Lo saben y los dos grandes se toman su tiempo ante la perspectiva de un año que irá a trompicones judiciales, económicos, sociales y políticos con un otoño horribilis.
Es tan importante no equivocarse en nada que todavía no nos han presentado a los dos cabezas de lista. Rajoy que funciona al ralentí tal vez se arranque esta semana y Rubalcaba no decide solo, y menos antes del Comité Federal del 18 de Enero. Ambos han de hilar fino en las listas de Estrasburgo. Europa ya no puede ser un cementerio de elefantes, una jubilación dorada de notables que están fuera de la circulación. En Ferraz andan a codazo limpio por escaparse allí ante la previsible rendición del one.
Penurias domésticas que no deberían oscurecer la envergadura de unas elecciones en las que por primera vez y gracias al Tratado de Lisboa podremos votar al presidente de la Comisión y configurar un Parlamento con muchas más competencias para orientar las políticas que nos conciernen a todos.
Más urgente que los asuntos propios es el compromiso en la designación de diputados capaces, convencidos, profundamente europeístas. Más prioritario que el puro interés de partido por superar el trámite tendría que ser seducir a los europeos en fase de hastío y desconexión. El 60% desconfía frente al 30% de antes de la crisis. En España esa indiferencia por el proyecto de Unión es a día de hoy del 70%. Se pasa rápido del amor al odio. "Hay un cambio cualitativo dramático en la percepción sobre la UE: en vez de representar la esperanza, como hasta ahora, es la amenaza, la imposición" opina el catedrático de Economía Aplicada Martínez González-Tablas.
Hagamos memoria de este desamor: los españoles, que durante décadas sufrimos el aislamiento que nos impidió subir al tren del progreso y de la democracia, somos, de todos los europeos, los que más firmemente hemos creído en el sueño de una Europa unida. Tal vez tenga poco mérito y sea el íntimo agradecimiento a la ingente cantidad de fondos de cohesión que nos propulsaron a los puestos de cabeza en el ranking económico. Todavía hoy y hasta 2020 mantendremos nuestra condición de receptores netos. De ahí que fuéramos los primeros en votar el 20 Febrero de 2005 la breve Constitución del libro azul añil.
Estábamos entusiasmados con la Europa de los ciudadanos, compartiendo señas de identidad y símbolos, entre ellos una bandera con 12 estrellas idénticas en representación de la igualdad y la integración. Encantados de tener algo que celebrar cada 9 de Mayo con daneses, polacos, estonios, franceses, suecos o búlgaros... más de 500 millones escuchando la Oda a la Alegría, "unidos en la diversidad", como rezaba en el preámbulo de aquel ambicioso proyect, alumbrado a los postres de una cena en una Cumbre, la que fuera, de los jefes del Viejo Mundo.
No contaban con que "el pueblo francés" y el "pueblo holandés" le harían un corte de mangas al libro. Europa vive instalada en la duda de su ser o no ser, así es que afrontó aquella crisis institucional descafeinando las pretensiones de la Constitución. La versión positivista, el Tratado de Lisboa, se aprobó, pero también con traumas.
Esta vez Irlanda dijo "no" y obligó a arremangarse a Sarkozy que fue en persona a enseñarles a los irlandeses cómo se tenía que votar: "Mirad, lo hacéis así y así, hasta que os salga". Y al final salió: Irlanda, Polonia y los últimos, los checos.
Conviene mirar atrás para no olvidar que fue un parto con dolor rubricado el 13 de diciembre de 2007 en Portugal y un hito esencial en el lento y tortuoso camino de la UE. Todavía en España amábamos a Europa y aprobamos el nuevo Tratado, esta vez solo con el trámite parlamentario, el 15 de julio de 2008. Una semana antes, Zapatero en una entrevista pronunciaba por vez primera la palabra crisis... quedaban dos meses para la quiebra de Lehman Brothers.
A partir de entonces se torció el idilio. Amerkelados con una vuelta de tuerca y otra y otra y ya supimos lo que valía un peine alemán. Europa se nos empezaba a atragantar hasta que en mayo de 2010 se nos hizo bola.
Aprendimos a la fuerza que la austeridad deprime, que la depresión no da trabajo, que si no hay trabajo no hay consumo, que si no hay consumo no se puede crecer, que si no se crece no hay dinero para pagar. Que si no se paga sigues despeñándote entre los inversores mientras el interés de tu deuda escala hasta el Everest de los morosos, y al final te conviertes en sospechoso habitual o en griego que es lo mismo y te rescatan.
Así hemos transitado por los años de la recesión y "aunque ya ha pasado lo peor" y "el PSOE ha vuelto", tenemos el síndrome del precipicio y vamos desenamorándonos cada día un poco más del mito, con razón. La crisis nos ha dado un revolcón y un máster. Saquemos conclusiones sin obsesionarnos por la papeleta del desahogo y al margen de las necesidades anímicas de los partidos.
Ellos también deberían hacerlo y aparcar argumentos impropios como el pronunciado por estas tierras: "Las elecciones europeas no interesan a nadie pero sirven de test para las autonómicas y las generales".
No es serio. Hemos vivido agobiados por Bruselas, los hombres de negro, Trichet, Draghi, Monti, el Bundesbank, Angela Merkel, el FMI, Moody´s, Standard&Poor´s y ahora ¿Europa es solamente una excusa para mirar el termómetro de lo que está por llegar dentro de año y medio? ¿qué broma es ésta?
El PP valenciano se enfrenta al momento más complicado de los últimos 20 años y Alberto Fabra a su pase para el futuro. Es legítimo lanzar consignas para consumo interno, reclamar una financiación inexcusable o animar a la participación en las urnas. Espero -porque aún no lo hemos escuchado- que algún político se dedique a explicar de verdad en estos meses, el significado de unas elecciones europeas cruciales, históricas.
Sin líderes y sin pedagogía no se combate la desgana y sí se abona el terreno para la abstención o para las "afinidades electivas", episodios de la Naturaleza en los que elementos disímiles se sienten atraídos por una fuerza imperiosa. Pura aventura química.
Aquí dejo, por si os apetece y para que nos animemos, esta versión rapera del Parlamento de Estrasburgo con el himno de Europa, la Oda a la Alegría.
Como puede los ciudadanos españoles volver a confiar en Rajoy y "la tropa" que gobiernan con el ? Esta claro que intenta a cambiar la mente de la gente antes de las selecciones, y luego que ? El y su partido prometieron muchas cosas y dijeron muchas mentiras antes de ser elegido presidente.Creo que el pueblo debe estar atento y no confiar en las estrategias de Rajoy para ser elegido otra vez ☼☽
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