VALENCIA. Cuando llegó al poder, Alberto Fabra tardó poco tiempo en postular un cambio de estilo respecto a Francisco Camps, que se expresó desde tres puntos de vista. Por un lado, las personas: un nuevo equipo que sustituyera al de su antecesor, y que le permitiera desembarazarse rápidamente de algunos de los más significados exponentes de la "era Camps" y de lo que ésta representó. Como, por ejemplo, Lola Johnson, que abandonó enseguida la portavocía del Consell, y más adelante (diciembre de 2012) el propio Consell.
En segundo lugar, las formas: Fabra mostró desde el principio un perfil más dialogante (lo cual, ciertamente, no es decir mucho si la comparación ha de establecerse con Camps), como abundaremos en ello a continuación. Por último, en lo que se refiere a la gestión, Fabra prometía alejarse lo máximo posible del despilfarro y el descontrol en las cuentas públicas tan habituales en los años anteriores.
Dos años después, estos propósitos se han desvanecido en un contexto de miseria que no le ha impedido nombrar a más y más asesores, u organizar absurdos actos de reafirmación patriótico-partidista, por citar dos ejemplos.
Por supuesto, también es un Consell con las manos atadas, totalmente dependiente de lo que se decida en Madrid. En esto difiere del gobierno de Camps, aunque no tanto como pudiera parecer a primera vista, pues fue Camps quien permitió, en última instancia, la desaparición del sistema financiero valenciano, disuelto diversas entidades madrileñas y catalanas. Y, además, como quedó de nuevo patente el viernes, el Consell de Alberto Fabra está dominado por una cúpula muy restringida que se guía, exclusivamente, por criterios de fidelidad al líder, obviando cuestiones como la competencia profesional. Más o menos lo que ocurría en los años finales de la presidencia de Camps.
Después de Camps... Más campsismo
Evidentemente, la política de comunicación del actual Consell es indefendible, como consecuencia de un desastre sin paliativos: el final de RTVV. Una decisión política que, con el tiempo, se hace más y más incomprensible, si nos atenemos a los supuestos motivos económicos con los que pretendía justificarse en su momento. Pero una decisión que, obviamente, no es imputable a los responsables del área de Comunicación del Consell, ahora destituidos. Ni adoptaron ellos la decisión (lo más probable, de hecho, es que fuesen contrarios a la misma, entre otros factores porque la ya ex secretaria de Comunicación, Paula Messeguer, también se ha visto directamente afectada por el cierre de RTVV, donde trabajaba), ni fueron los encargados de ejecutarla.
Sí que fueron los responsables, en cambio, de un giro sustancial en las relaciones del President de la Generalitat con los medios de comunicación y, en definitiva, con la ciudadanía. Con Paula Meseguer al frente de Comunicación, la relación con los medios de comunicación valencianos (con todos; también con los críticos) fue mucho más normal y fluida que en la era Camps.
Los boicots, el silencio perenne de Presidencia de la Generalitat para algunos medios díscolos, los escandalosos favoritismos, remitieron. Como correlato de lo anterior, Alberto Fabra se acostumbró, desde un principio, a comparecer ante los medios de comunicación, concedió entrevistas y dio explicaciones, por contraste con el balance de su antecesor, que no concedió nunca entrevistas a los medios hostiles, e incluso con los afines se prodigó poquísimo.
Por último, la política informativa de los medios públicos, es decir, de RTVV, fue más abierta y plural en los últimos meses de vida de la propia RTVV, y ya se percibieron mejoras (mayor pluralismo en las tertulias, por ejemplo) desde la llegada de Fabra.
Son decisiones, y actitudes, imputables directamente al equipo de Comunicación que llegó con Fabra al Palau de la Generalitat. Que no son en modo alguno decisiones excepcionales, conviene decirlo. Es, sencillamente, lo que se espera que hagan los profesionales de la comunicación encargados de gestionar las estrategias y la presencia pública de un Gobierno.
Y también es lo que se espera que hagan los dirigentes políticos: rendición de cuentas, respeto del pluralismo informativo y difusión imparcial de las informaciones y actividades de la institución (la Generalitat Valenciana) y quienes la representan. Es decir, que el trabajo de Paula Meseguer consistió, fundamentalmente, en normalizar una situación profundamente anormal, pero a la que nos habíamos llegado a acostumbrar.
En retrospectiva, puede decirse que este fue uno de los cambios fundamentales respecto de la era Camps. Por esa razón, lo más sintomático de todo no es el despido de estas personas, que podría entenderse desde la perspectiva (injusta, a mi parecer) de que alguien "pagase el pato" del esperpento vivido con RTVV y el cierre definitivo: que alguien sea destituido para impedir la dimisión de Ciscar o, más directamente, del President de la Generalitat ante tanto despropósito.
Lo relevante aquí es quiénes son los sustitutos: Lola Johnson, una persona que simboliza algunas de las peores actitudes y comportamientos del campsismo, del despilfarro y el sectarismo, precisamente en el sector de la comunicación. Un mensaje nefasto desde todos los puntos de vista. Recurrir a alguien así es el síntoma más evidente de que el entorno de Alberto Fabra carece de ideas y de impulso, y de que su única estrategia de aquí en adelante (por llamarla de alguna forma) es enquistarse en el poder, bunkerizarse, siguiendo la línea de ruta marcada en este particular por el propio Camps en sus últimos años. Fabra, hostigado por la crisis y por la inoperancia de su gestión, no se diferencia apenas de Camps, hostigado por Gürtel.
La soledad de Ciscar
Esta decisión también deja totalmente arrinconado al vicepresidente y portavoz del Consell, José Císcar. Descabalga a sus personas de confianza en el organigrama de Presidencia (el director general de Relaciones Informativas, José Santamans, y el director general de Análisis, Rubén Cortés) y fortalece a su "enemigo íntimo" Serafín Castellano. Y, muy especialmente, a la mano derecha del President, la secretaria autonómica de Organización, Esther Pastor, cuya influencia es cada día que pasa más evidente, con los resultados ya conocidos; incluyendo hitos como la contratación de un coach para gestionar Presidencia de la Generalitat (cuya principal decisión, en apariencia, fue ascender a la propia Pastor), o la organización del ya mencionado Acuerdo de la Sociedad Civil por la Comunidad Valenciana.
Desde esa perspectiva, no resulta tan extraño que Fabra arrincone, o destituya, a gente que, como mínimo, seguía criterios profesionales en su trabajo e intentaba desempeñarlo como si la Generalitat Valenciana fuese una institución que rige una comunidad autónoma con cinco millones de habitantes, y no una mercería.
La cuestión es cuánto tiempo aguantará Císcar en la estructura del Consell, pues comienza a no estar nada claro si realmente le conviene a alguien ligarse con lo que previsiblemente serán los últimos meses de gestión de un Gobierno que, según todos los indicios, va a la deriva. Ello suponiendo, naturalmente, que Císcar no acabe siendo también destituido.
#prayfor... Ramon Llull, 750 años cobrando un salario público
Hace unas semanas, la Universitat de las Islas Baleares recibió una llamada muy especial. Una llamada proveniente del entorno del ministro de Educación, José Ignacio Wert. La autora de la llamada, una asesora del ministro, quería saber cuál era el salario de Ramon Llull. La asesora había visto que existía en la Universidad una "Cátedra Ramon Llull", ató cabos y pensó que, puesto que se llamaba así, sería porque el tal Ramon Llull era quien la ocupaba.
La historia, que una vez más pone sobre la mesa la espeluznante realidad de en manos de quiénes estamos, corrió el viernes como la pólvora por las redes sociales. Personalmente, y asumiendo que la historia sea verídica, mi duda es si la asesora en cuestión, como se deduce de la pregunta que hizo, no sabe quién es Ramon Llull, o si piensa que aún sigue vivo y, como buen ciudadano periférico, aprovechado de la natural bonhomía y generosidad de la Administración Central, lleva 750 años viviendo a costa del Estado. Que eso sí que sería virtuosismo, vivir del estado desde mucho antes de que el mismo Estado comenzase a existir.
Alberto está resultando uno de los políticos más brillantes y audaces de España y hace muy bien de rodearse de los mejores, en este caso recuperando a una figura de la talla de Lola Johonson.
Nada cambia en la historia,los mediocres cuando ven gente superior a su alrededor los liquidan...sólo necesitan aduladores y estómagos agradecidos...de todas formas pienso que la culpa no es de Fabra sino de la persona que lo nombró Presidente,su capacidad no es suficiente ni para presidir una comunidad de vecinos. Y lo que ha puesto a su alrededor ni te cuento...serán su tumba.
¿Os habéis parado a pensar quien lleva las riendas de 5 millones de habitantes?, una secretaria....yo tengo miedo. Lo prometo.
Este hombre, definitivamente, ha perdido la cabeza. Pero todos sabemos quien toma las decisiones de la mercería, la dueña de la mercería. Creo que le quedan meses. Rita, Rus y Ciscar se encargarán de el.
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