VALENCIA (FOTOS: BIEL ALIÑO). Hace unos meses, en su discurso de año nuevo, el President de la Generalitat, Alberto Fabra, propuso un pacto para intentar superar algunos de los problemas, tanto coyunturales como estructurales, que padece la Comunidad Valenciana. Un pacto que sería protagonizado por la sociedad civil, decía Fabra.
En teoría, la sociedad civil no es institucional. No debería serlo. La sociedad civil está constituida por los ciudadanos concernidos con su entorno social, político, cultural y económico, articulados en torno a diversas organizaciones y espacios de discusión. Por su propia naturaleza, se sobreentiende que, en países democráticos, la sociedad civil se ubica en una esfera independiente (o, como mínimo, autónoma) respecto del poder político.
Sin embargo, lo que se nos vendió (y muy mal, por cierto; luego hablaremos de esto) fue un evento totalmente organizado y reglamentado desde el poder. Fue el president de la Generalitat quien propuso ese pacto, y también quien dictó (metafórica y literalmente) los plazos, condiciones y objetivos del pacto, incluyendo el texto que lo encarnaba. Un texto que, por supuesto, no estaba sujeto a discusión o negociación con los actores sociales: se trataba, desde el principio, de adherirse a él.
Se trata de una costumbre muy arraigada en España: es el poder, y normalmente el poder que ocupa las instituciones públicas, el que se encarga de dinamizar a la sociedad civil. Pero, por supuesto, en este proceso de "dinamización", el poder también instrumentaliza las iniciativas que el propio poder se ha encargado de lanzar a través de la sociedad civil.
Es lo que denunciaba Rafael Sánchez Ferlosio, respecto de la política cultural del PSOE, en un mítico artículo de 1984 titulado "La cultura, ese invento del Gobierno". O lo que ha acabado definiéndose bajo el afortunado concepto de "Cultura de la Transición" (acuñado por el periodista Guillem Martínez), referido a una determinada manera de hacer las cosas (jerárquica, controlada, dispuesta desde un principio desde el poder, o bien para lisonjear al poder). Culturales y no culturales también.
¿Queréis sociedad civil? ¡Pues tomad Cristina Tárrega!
Otra cosa diferente, por supuesto, es cómo haga las cosas el poder a la hora de instrumentalizar en su beneficio las actividades de la sociedad civil que el propio poder ha dispuesto que se produzcan. En el caso del Acuerdo de la Sociedad Civil por la Comunidad Valenciana escenificado el pasado jueves, desde luego, las cosas se han hecho muy mal. Por un lado, porque desde el principio se desarrolló el asunto como un diktat a la sociedad valenciana desde el Palau de la Generalitat, lo que tuvo como consecuencia que ningún representante de la oposición política, ni las Universidades públicas, ni muchas organizaciones sociales valencianas, estuvieran presentes. Mayor fue el éxito en el empresariado valenciano, aunque con bastantes reticencias.
Pero, por otro lado, y sobre todo, porque el acto del jueves por la noche en el edificio Veles e Vents fue... inenarrable. Aquellos que lo vieron saben de lo que hablo. Para los que no, lo resumiré brevemente. En él participaron cuatro representantes de la sociedad civil, que fueron: Javier Quesada, un investigador del IVIE vinculado con el PP (fue director general de Economía en el primer gobierno de Eduardo Zaplana); Fernando del Rosario, presidente de Cruz Roja en la Comunidad Valenciana; Manuel Machado, el presidente de Ford España, en representación de los empresarios (una elección un tanto peculiar, dada su escasísima vinculación con Valencia, y que generó bastantes críticas entre los empresarios); y Cristina Tárrega, en representación... ¿del mundo de la cultura?
Destacó, naturalmente, esta última, explicando que Valencia es lo más grande que ha habido nunca, que somos los mejores y que los andaluces son, por contraste, unos desgraciados. La verdad es que, dicho así, parece un discurso infame (y, en efecto, fue infame), pero cabe reconocer que Tárrega supo condensar muy bien la esencia de la gala del jueves.
A continuación, Nuria Roca (insólita presentadora del acto) dio paso a un fascinante vídeo promocional que venía a decir lo mismo que había dicho Cristina Tárrega (así como sus demás compañeros de la "sociedad civil valenciana"). Tras lo cual, Fabra dijo unas palabras en la misma línea y cerró el acto firmando el documento. La clausura vino, apresuradamente, con los himnos de la Comunidad Valenciana y de España. Todo bastante surrealista, por no decir ridículo.
El conjunto del acto constituyó la escenificación de... ¿? Aún no soy capaz de saber muy bien qué se nos estaba vendiendo, más allá de constatar que los valencianos somos los mejores; sobre todo, los valencianos que se adhirieron al acuerdo. Lo más llamativo del asunto es que todo indica que el pacto con la sociedad civil finalizó en el preciso instante en que Fabra estampó su firma. Total, si se trataba de un acto controlado desde el principio por el president de la Generalitat...
¿A quién se le ocurre?
Lo mejor que se puede decir del Acuerdo de la Sociedad Civil por la Comunidad Valenciana es que, afortunadamente para Fabra, lo más probable es que casi nadie lo haya seguido con el más mínimo interés desde la sociedad civil valenciana. Ha sido, desde el principio hasta el final, un asunto de consumo interno para periodistas, partidos políticos y el público más politizado (y amante de disfrutar de este tipo de espectáculos sadomasoquistas). Lo peor, que el mero hecho de organizar una cosa así, en las condiciones que hemos comentado, dice muy poco no sólo del President, sino de su entorno.
¿A nadie se le ocurrió dar la voz de alarma? ¿Protestar, al menos, por la delirante inclusión de una periodista del mundo de la telebasura, como Cristina Tárrega, que lleva veinte años en Madrid pateándose los platós de Sálvame y programas similares? Una incorporación, la de Cristina Tárrega, cuyo origen está, según cuenta el diario El País, en que la mano derecha de Fabra, Esther Pastor (a quien supongo que cabe otorgarle los "méritos" de la organización del acto) y Tárrega se conocieron a través de un conocido común: su peluquero. Y de ahí vendría la iniciativa de incluirla, porque ¿qué hay más propio de la sociedad civil que charlar en las peluquerías, equivalente hispánico de los clubs ingleses y los salones parisinos donde se forjaron las revoluciones burguesas?
#prayfor... SocietatxCV
Como correlato previsible de todo lo indicado anteriormente, el Acuerdo de la Sociedad Civil por la Comunidad Valenciana fue promocionado activamente en Twitter por la "sociedad civil" que lo había lanzado, esto es: los dirigentes y militantes del PP valenciano, que montaron una campaña en toda regla para dar a conocer su mensaje. ¿Qué mensaje? Pues generalmente un mensaje agresivo, muy poco congruente con un acuerdo de la sociedad civil, que combinaba los parabienes de dicho pacto con las críticas a los que no se habían adherido a él. Es decir, el mensaje de siempre: Valencia somos todos, pero sobre todo son los que tienen claro que sólo el PP puede defender Valencia de sus enemigos. Sólo el PP puede gestionar las instituciones. Sólo el PP es valenciano. Los demás son malos valencianos; algunos ni siquiera se sabe qué son.
La campaña tuvo el éxito previsible, en consonancia con el éxito de la iniciativa en su conjunto: un mensaje autorreferencial, que sólo sirvió para reenviárselo de unos militantes del PP a otros y para crear una contracampaña en Twitter que criticaba el pacto y, posteriormente, se reía de la alucinante gala. Que esto último, al menos, sí que hay que reconocérselo a Fabra: a los que vimos la escenificación del pacto, como mínimo, logró arrancarnos una sonrisa (o, mejor, dicho, muchas).
Buenas y lluviosas tardes: cualquiera de los que escriben sus opiniones en este digital (salvo yo que vivo un poco mas lejo) es representativo de lo que es la Sociedad Civil esté o no de acuerdo con el artículo.Busquen gente de Ruzafa,de Benimaclet del interior de la Valenciana profunda que seguramente encuentre gente con menos lustre pero mas valia para representarnos a los que votamos en esa Comunidad.- Atte Alejandro Pillado Marbella 2013
España: Ente discutido y discutible compuesto por distintas tribus, nacionalidades y sensibilidades. A destacar dos grandes puntos identitarios de esa amalgama: todos niegan pertenecer a ella y casi todos tienen a Andalucía como patrón y saco antiestrés. Que menosprecie a Andalucía la Sra. Tárrega no quita el sueño. Que lo haga con la aquiescencia de las fuerzas vivas asistentes de la Generalitat, invita a ciertas reflexiones. Que nadie de los presentes (Honorable Fabra, eterna Barberá, etc) enmiende a esa peculiar "comunicadora" confirma dichas reflexiones. Siempre es bueno que haya niños en casa.
La pactomanía española es algo patética. Sobretodo porque "pacto" se ha deslucido al máximo hasta no representar mas que "acto en el cual todos los presentes dicen estar de acuerdo en, principalmente, no salirse de la foto del acto". Yo no recuerdo ningun pacto con contenido. Ningun pacto por algo concreto, con medidas u objetivos concretos y no simples paraguas conceptuales como que es un pacto "por Valencia" (¿coño, que hay uno anti-Valencia?), o "por el empleo" (¿pero como? Porque si yo creo que el empleo se crea de una manera y usted de otra mucho pacto no tenemos)...
El artículo tiene mucha razón, pero lo que más me preocupa es que aun suponiendo que Presidencia hubiera negociado hasta la última coma del manifiesto, aun suponiendo que los grandes ausentes hubieran asistido al acto, solo hubiera habido "jerárquica, controlada, dispuesta desde un principio desde el poder, o bien para lisonjear al poder" : ¿sociedad civil la oposición política? ¿sociedad civil un sindicato español? ¿sociedad civil una universidad pública española?. ¿Existe una verdadera sociedad civil en la Comunidad Valenciana?
El país hundido por ellos (y por los que se lo consienten), y no son ni siquiera capaces de fingir que van a intentar mejorar algo. Extractivos, sí, élites, para nada. Ni como comisión fallera sirven....
"Lo peor, que el mero hecho de organizar una cosa así, en las condiciones que hemos comentado, dice muy poco no sólo del President, sino de su entorno." Don Guillermo, permítame discrepar. Creo que precisamente el susodicho esperpento dice mucho del President y de presidencia. De hecho dice mucho por todo lo que no dice, por todos esos oídos sordos a la sociedad civil valenciana. En el fondo sólo es un síntoma más de que ya no hay moto que vender. Salut!
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