MADRID. La crisis de los astilleros españoles, representada por Navantia, la caída de Fagor y su inseparable Edesa o el cierre de la Siderúrgica Balboa del Grupo Gallardo, pone de relieve, con más fuerza que nunca, la difícil situación en la que está inmerso el sector industrial en España, contexto avalado por una permanente caída de la producción industrial que durante septiembre ha tenido un respiro tras dos años de descensos consecutivos como consecuencia de que las fábricas españolas llevan casi dos años viendo cómo su carga de trabajo disminuye.
Aunque la entrada de pedidos industriales también mantiene un tono contractivo, destaca el dinamismo de los pedidos del exterior, lo que compensa parcialmente la debilidad del mercado doméstico, y de la industria de bienes de equipo, afianzando las favorables perspectivas para la inversión productiva.
Pese a que el dato de septiembre permitía a algunos analistas mostrar sus creencias de una mejora de las expectativas de producción y de nuevos pedidos en un contexto de fuerte crecimiento de las exportaciones y reducción de los inventarios, otros no esconden su preocupación por el hecho de que la cifra de negocio del sector en septiembre, aunque mejora respecto al pésimo dato de agosto, empeora respecto a la media de enero-julio, hasta el punto de que el tercer trimestre fue el peor los últimos cuatro.
La situación española no resulta ajena a la evolución del sector industrial en la zona euro que sigue prácticamente dormido como lo vienen demostrando las últimas estadísticas que arrojan sorpresas negativas como la alemana, cuya producción industrial registró en septiembre una tasa interanual del 0,9%, frente al 1,1% esperado, pareja a la evolución del sector exterior.
Al día de hoy, el sector secundario aporta el 39% del PIB y ocupa al 26,5% de la población activa. Aunque la producción industrial crece en cifras absolutas, su participación en el conjunto de la economía nacional ha ido perdiendo peso relativo, desde la década de los ochenta, ante el crecimiento del sector terciario y la llamada "terciarización" industrial o "servindustria".
Hoy, cada vez son más intensas las posiciones de quienes demandan al gobierno un proceso de reindustrialización de la economía española en la medida que es la industria la más capaz de crear mano de obra, tanto directa como indirecta, algo que se desconoce si está entre los objetivos gubernamentales, aunque se considera que el ejecutivo dedica sus escasos recursos presupuestarios a tapar el agujero eléctrico, o evitar que se haga más grande. A partir de ahí, la política industrial se centra en el desarrollo de regiones "en especial situación de desempleo" y en la reconversión de sectores en crisis sometidos a procesos de ajuste, como es el caso del naval.
Actualmente, existen en España actividades industriales muy dinámicas como la del automóvil, la farmacéutica, la petroquímica o la agroalimentaria, cuya titularidad es a veces multinacional, al exigir grandes inversiones de capital. Existen, además, otras ramas punteras vinculadas a la tecnología (informática, electrónica, telecomunicaciones o la biotecnología). Pero todo ello, no es suficiente para que España recupere los niveles de expansión económica que demandan los actuales desequilibrios.
La lista de problemas a los que se enfrenta la industria española es larga y pese a que la reforma laboral ha contribuido a reducir costes, no puede obviarse aspectos relevantes como la falta de financiación, su escasa competitividad debido a su baja productividad, la excesiva dependencia del capital extranjero, su escasa capacidad innovadora, la competencia de los países asiáticos emergentes y el pequeño tamaño de la empresa española, lo que le impide incorporarse a los procesos de internacionalización. Ese conjunto de debilidades hace que pocos crean que la recuperación industrial española pueda venir por el dinamismo de las pymes como ha ocurrido en otras ocasiones.
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Post-it. Dentro de la Estrategia de Economía Sostenible, aprobada en diciembre de 2009, supuestamente vigente y dirigida a renovar el modelo de crecimiento de la economía española, haciéndolo más eficiente en el uso de recursos y más sostenible en los ámbitos económico, medioambiental y social, cabe enmarcar el Plan Integral de Política Industrial 2020 cuyas acciones se vertebran en:
• Mejorar la competitividad de la Industria.
• Fomentar la innovación y la I+D.
• Fomentar el crecimiento y el dinamismo de las Pyme.
• Favorecer la orientación de las empresas a los mercados internacionales.
• Reforzar los sectores estratégicos.
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