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LAS DOS CARAS DE LA MONEDA

Rajoy: el cansancio reformista

MANUEL ILLUECA. 17/02/2013

LAS DOS CARAS DE LA MONEDA

Manuel Illueca

Profesor en la Universitat Jaume I de Castellón e investigador del IVIE
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 Si es cierto que las medidas económicas adoptadas acabarán mejorando el nivel de vida de los españoles, ¿por qué los ciudadanos las rechazan? ¿Debemos inferir que solo es posible ganar unas elecciones ocultando las reformas a los electores? ¿es incompatible la democracia real con las reformas?

VALENCIA. A pesar de las declaraciones del presidente Mariano Rajoy al semanario británico The Economist, en las que reafirmaba la vocación reformista de su gobierno, las rectificaciones del ejecutivo a lo largo de la semana en aspectos de calado, como la reforma de la justicia, bien podrían constituir un síntoma de agotamiento reformista, cuando todavía hay por delante un buen número de medidas pendientes en materias clave, como la educación, el sector servicios, o la propia administración del Estado.

No cabe duda de que las revelaciones acerca del tesorero del Partido Popular, José Luis Bárcenas, hanimpuesto un elevado peaje al gobierno en términos de credibilidad y respaldo social. Sin embargo, conviene recordar que los índices de popularidad del ejecutivovienen disminuyendo dramáticamente desde la introducción de las primeras reformas económicas, encaminadas a sanear el sector bancario, aumentar la eficiencia del mercado de trabajo y reducir el déficit público. Con una fuga masiva de votos hacia la abstención y, en menor medida, hacia los partidos minoritarios, lo que está en tela de juicio no es tanto el escándalo Bárcenas, como la agenda reformista del presidente Rajoy.

En teoría, estas reformas tienen por objeto mejorar el bienestar de la población, impulsando a medio plazo la creación de puestos de trabajo, aumentando la competitividad de nuestra economía y, en definitiva, propiciando un cuadro macroeconómico estable que estimule la inversión extranjera directa en nuestro país.Por ello, resulta difícil interpretar el rechazo popular que suscitan. Si es cierto que las medidas económicas adoptadas acabarán mejorando el nivel de vida de losespañoles, ¿por qué los ciudadanos las rechazan?

A su manera, el propio presidente del Gobierno viene a formular esta misma pregunta cuando reconoce haberincumplido sus promesas electorales, y al mismo tiempoafirma haber cumplido con su deber como estadista.¿Debemos inferir que solo es posible ganar unas elecciones ocultando las reformas a los electores? O en otros términos ¿es incompatible la democracia real con las reformas económicas?

Siempre se puede argumentar que el electorado adopta una actitud miope ante este tipo de situaciones. Puesto que las reformas no generan efectos visibles a corto plazo, la ciudadanía busca otras recetas económicas queprometen soluciones con menos sacrificios, o simplementeabandona el debate político convencida de que el margen de maniobra es mínimo. A favor de esta actitud juega el hecho de que resulta imposible saber qué sucedería en caso de aplicar políticas económicas alternativas. ¿Qué habría sucedido por ejemplo si no se hubieran introducido reformas en el mercado de trabajo? ¿Habría empeorado menos la situación?

Sinceramente, no creo que la miopía del electorado sea una explicación plausible de la pérdida de apoyo al gobierno. A estas alturas de la crisis, el conjunto de la ciudadanía ha asumido que nuestro modelo de crecimiento no es sostenible y que la modernización de la economía española es una asignatura inaplazable. La necesidad de promover las exportaciones, reformar la administración para hacerla más pequeña y eficiente, yliberalizar amplias parcelas de nuestra actividad productiva son lugares comunes en cualquier conversaciónal respecto. Sin embargo, el apoyo a las reformas del gobierno no para de disminuir. ¿Es racional que el electorado se oponga a medidas diseñadas para velar por el interés de la mayoría?

Fernández y Rodrick proporcionan una explicación interesante a este comportamiento social en su famoso artículo publicado en American Economic Review en 1991. La incertidumbre ex - ante con respecto a las consecuencias ex - post de las reformas haría que la ciudadanía las rechazara, incluso aunque existiera la certeza de que a largo plazo las reformas beneficiarán a la mayoría. Esta explicación parece especialmente apropiada para un país como España, sometido necesariamente a una transformación profunda de su modelo productivo. Si existe incertidumbre con respecto a los factores individuales de éxito en la etapa posterior a las reformas, si no es posible identificar de antemano quién ganará y quién perderá con ellas, una mayoría de electores podría racionalmente oponerse a las mismas, bloqueando su aprobación en el parlamento, o votando a opciones políticas que las retiraran nada más llegar al poder.

Cabe preguntarse si los pactos entre las fuerzas políticas mayoritarias podrían constituir una respuesta eficaz ante esta situación. De hecho, este tipo de pactos se utilizan con frecuencia para garantizar una compensacióncreíble a los colectivos más desfavorecidos por las reformas. Los Pactos de la Moncloa, por ejemplo, otorgaron a los trabajadores mayores derechos sociales a cambio de moderación salarial. Por desgracia, la situación actual no parece proclive a una renovación de aquellos pactos, primero porque el tamaño del Estado no puede seguir creciendo en España, y segundo porque las dos fuerzas mayoritarias están sometidas a un fuerte desgaste, que sería aún mayor en caso de formar una große koalition.

En estas condiciones, la gestión del tiempo se convierte en el aspecto central de esta crisis. El gobierno español necesita tiempo para que las reformas en marcha surtan los efectos esperados y se extienda la opinión de que el país debe aprobar nuevas medidas de modernización de nuestra economía. Pero disponer de tiempo requiere el concurso de nuestros socios europeos, que deben entender lo que realmente hay en juego en España: el peronismo o el desarrollo económico de una de las principales democracias del sur de Europa. A medida que lleguen los resultados, el país continuaráintroduciendo reformas. Mientras tanto, nuestra actualidad política permanecerá anclada en los mismos parámetros de siempre: la solidaridad europea y la credibilidad española.

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Manuel Illueca

Profesor en la Universitat Jaume I de Castellón e investigador del IVIE
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