MADRID. "El PSOE tendrá que acometer con éxito diversas y arduas tareas si quiere volver a ser un partido de gobierno. Entre otras, el diagnóstico de sus últimos desastres electorales y la puesta en marcha de un proceso de discusión y elaboración de una línea ideológica coherente que se materialice en un programa claro y atractivo capaz de recuperar el apoyo de sus potenciales votantes. Este breve artículo sólo pretende someter a consideración pública unas cuantas ideas sobre estas dos cuestiones.
El declive de la izquierda y sus causas
Si analizamos las claves del declive de la izquierda en los países desarrollados encontramos tres factores, a nuestro juicio, fundamentales: la pérdida de conciencia de su papel en la sociedad de una gran parte de las clases trabajadoras, la segregación de los movimientos políticos de izquierdas en grupos de intereses particulares, y el triunfo de un movimiento conservador sólidamente articulado.
Los cambios económicos y sociales producidos por el New Deal y las políticas de corte socialdemócrata constituyen, irónicamente, la base objetiva que ha permitido el éxito de una nueva derecha con un fuerte apoyo económico, una poderosa maquinaria mediática a su servicio y una agenda política cuidadosamente diseñada.
Es sorprendente que, como solución a un cataclismo económico provocado por la desregulación económica y sus consecuencias, la existencia de estímulos perversos en las instituciones financieras y su poder sin límites, y el expolio a través del sobreendeudamiento de las capas más desfavorecidas de la sociedad americana, hayan acabado por imponerse las recetas conservadoras, consistentes en detraer recursos de la sociedad en su conjunto para entregárselos incondicionalmente a los responsables últimos de la situación actual.
En el ámbito español, los éxitos electorales del PSOE en 2004 y 2008, achacables en buena medida a los deméritos del PP, no hicieron sino enmascarar su paulatino declive, descomposición orgánica y desconexión con la sociedad iniciada en los noventa. Aunque supiera aprovechar los errores de Aznar y Rajoy para alcanzar y mantener el poder, el PSOE fue incapaz de adecuar su programa de acción política a los nuevos retos y realidades (impulso globalizador, integración europea y contracción económica) y asumir la iniciativa política.
Reivindicar los valores de la izquierda
Resulta ineludible ligar el rearme, tanto ideológico y ético como programático, de la socialdemocracia europea con la salida de la crisis. La supuesta salida neoliberal, basada en exclusiva en la consolidación fiscal, supondrá un período indefinido de estancamiento económico (al menos de Europa, aunque sus efectos serían probablemente mucho más amplios) y drásticos recortes en el Estado de Bienestar. Lo que empieza a conocerse como década perdida en lo económico sería devastador en lo social, si no se consigue un apoyo masivo para un modelo social y político alternativo
Es necesario articular un programa socialdemócrata que, siempre desde la consolidación de los derechos y libertades civiles, presente como señas de identidad la defensa de la igualdad de oportunidades como parte de un esquema de política sostenible, articulada en un triple compromiso: con el Estado del Bienestar y la lucha contra la pobreza y la desigualdad, con la promoción de la competitividad y estabilidad económica, y con el medio ambiente. El equilibrio entre estos tres ejes define un programa progresista.
Sólo logrando previamente que se dejen de jugar todos los partidos en campo contrario, resultará posible volver a poner en el centro del debate político la búsqueda de una sociedad libre, cohesionada, justa, segura y con igualdad de oportunidades. Hay que explicar el proyecto a la sociedad y convencer, y para ello tan importante como los objetivos políticos que se persiguen es la forma de hacerlo, y en este terreno es fundamental repensar la organización del partido poniendo en el centro valores como participación continua de militantes y ciudadanos, transparencia e intransigencia absoluta con la corrupción, utilización de las posibilidades que abren las redes sociales y actuación coordinada con el resto de los socialistas europeos.
Un acción política de ámbito europeo
La salida de la actual crisis sólo resulta abordable desde una perspectiva europea. Hoy el campo de juego es Europa, y produce vértigo ver cómo se deciden cambios de gobierno, reformas fiscales, y ajustes sociales desde Berlín y París a golpe de teléfono, pero al margen de Bruselas y de las instituciones europeas y fuera del debate parlamentario y de la opinión pública de los países afectados.
Europa es un gigante económico, pero una enana política cada vez más alejada de sus orígenes democráticos. Es necesario un nuevo aire en Europa, donde se recuperen sus principios de libertad y democracia. Solo es posible dotar de mayor poder a las instituciones europeas si estas cuentan con la legitimidad de las urnas y el control por parte de los ciudadanos y las sociedades que integran la Unión.
La crisis ha venido a subrayar, quizás de forma más dramática, los retos preexistentes planteados por la globalización en sus diversas vertientes: la deslocalización industrial, el reequilibrio derivado del crecimiento de los países emergentes y la intensificación de los flujos migratorios, entre otros. Sólo desde una plataforma europea cabe la posibilidad de convertir los retos planteados en oportunidades sobre la base del acervo político, institucional, tecnológico y cultural europeo.
Frente a los recortes de gasto y sus efectos contractivos, únicamente la defensa del euro y la solidaridad entre los miembros de la Unión puede lograr la superación de la crisis fiscal y de deuda. Sorprende que, a estas alturas de la crisis del Euro, los partidos socialdemócratas europeos carezcan de una propuesta de actuación conjunta que vaya más allá de los estrechos intereses nacionales y los esfuerzos infructuosos por agradar a los mercados.
Igualmente, sólo desde la cohesión y concienciación europea cabe abordar los graves desafíos que la intensa presión sobre los recursos naturales entraña para la supervivencia del planeta. También es imprescindible una perspectiva europea para plantear una política de seguridad y defensa y promover iniciativas valientes en defensa de los derechos humanos en el mundo.
Políticas sociales sostenibles y Estado del Bienestar
Una sociedad basada en niveles cada vez mayores de dualidad y alienación social, con unas nuevas generaciones instaladas en la precariedad a pesar de su alta formación, abocadas incluso a la emigración económica, sencillamente no es viable. No al menos en un marco político democrático y con una economías que son ahora enormemente más prosperas de lo que eran en la posguerra.
Hay que poner en valor el Estado del Bienestar, fruto en buena medida de la acción política de la socialdemocracia europea, como lo que es, no como un lujo, sino como un pilar básico del contrato social que posibilita que todos podamos vivir en armonía disfrutando de un nivel razonable de seguridad económica. Para ello hay que luchar por un dimensionamiento adecuado del sector público y cuestionar la supuesta mayor eficiencia del sector privado a la hora de producir bienes o prestar servicios cuya lógica, por su naturaleza, debe ir más allá de la obtención de un beneficio y cuyo retorno solo puede disfrutar la sociedad en su conjunto.
En un contexto económico y social marcado por la incertidumbre, en el que incluso los sectores mejor asentados de las clases medias no están a salvo de los reveses del destino, es más necesario que nunca que los poderes públicos asuman entre sus objetivos básicos la reducción de la incertidumbre. Para ello es inaplazable la reconstrucción de un sistema fiscal que, lejos de constituir un mal necesario, debe reivindicarse como clave maestra de la redistribución de la riqueza y la cohesión e integración social. Deben conseguirse avances inmediatos en la eliminación de paraísos fiscales y la necesaria coordinación de políticas fiscales a nivel europeo, especialmente en lo relativo a la tributación de las grandes empresas, las transacciones y rentas del capital y las grandes fortunas.
Son también necesarias reformas de gran calado que garanticen el uso eficiente de los recursos públicos sin comprometer el Estado del Bienestar ni la capacidad de invertir en el futuro de la sociedad. Para ello es necesario eliminar duplicidades entre las distintas administraciones públicas, así como reorientar las intervenciones buscando políticas centradas en el logro de objetivos de largo alcance a través de actuaciones sencillas de implementar y controlar, revitalizando y reorientando radicalmente los organismos inspectores y supervisores existentes.
Urge conseguir una educación pública de calidad que garantice la cohesión y el progreso social y sostenga la competitividad y el crecimiento económico, y defender la sanidad pública, orgullo de la sociedad española, y fundamental para el equilibrio social y económico. Los avances más recientes en materia de dependencia, que el gobierno actual parece ansioso por revertir, deberían garantizar un futuro de dignidad para los elementos más débiles de la sociedad.
Debemos apostar claramente por sanidad, educación y dependencia, no sólo por la protección social que proporcionan, sino también como sectores generadores de empleo, tanto en el presente como en el futuro. Hay que lograr también la integración de los inmigrantes sin que ello suponga, bajo riesgo de graves tensiones, una merma de derechos sociales para el resto de la población.
Competitividad y sostenibilidad medioambiental
El déficit de competitividad de la economía española tiene mucho más que ver con la insuficiencia de innovación tecnológica, con la ineficiencia de los servicios (públicos y privados) y con carencias de la cultura laboral y empresarial que con el abaratamiento del despido o la reducción de salarios. Aun siendo necesaria la racionalización de la contratación laboral, se requiere un pacto de gran alcance entre el estado y los agentes sociales para propiciar la inversión tecnológica, la competitividad de los servicios, el fomento de la formación laboral y empresarial, la mejora de la calidad y la estabilidad del empleo.
Hay que afrontar de forma valiente la globalización, compatibilizando los movimientos migratorios, productivos y comerciales, necesarios para que el nivel de vida de los ciudadanos del tercer mundo mejore, con el establecimiento de controles que garanticen que reciben (bien sea en su países de origen, bien sea como inmigrantes) una porción justa de la riqueza que generan, en el marco de sistemas políticos que garanticen cada vez más libertades. Especial atención debe prestarse a la naturaleza de los servicios financieros, a su control y regulación y a la limitación de su tamaño y tendencia a absorber recursos necesarios para la economía productiva.
Hay que hacer hincapié, por último, en la utilización razonable y compartida de los recursos, la minimización de los residuos y de la huella medioambiental, la reducción de emisiones y el respeto por el equilibrio ecológico y medioambiental. La sostenibilidad medioambiental constituye un principio ampliamente compartido y entendido como un derecho cívico más, y es la base para la seguridad energética y el crecimiento sostenible a largo plazo.
Es imprescindible diseñar tasas compensatorias sobre los productos y servicios generados, dentro o fuera de nuestros países, cuando no atiendan a nuestros requerimientos medioambientales. Cualquier actuación en este terreno, vital para la supervivencia del planeta, debe abordarse de nuevo desde la cohesión y concienciación europea.
La socialdemocracia europea, en la casilla de salida
La formidable pero ilusionante tarea que el Partido Socialista tiene ante sí debe sustanciarse en un ejercicio compartido con el resto de las organizaciones socialdemócratas europeas que concrete la salida de la crisis económica sin merma de los derechos sociales, mientras que simultáneamente reconstruye su organización y programa de cara a recuperar su posición en la sociedad y en la política españolas.
Desde una óptica socialista, el poder no es un fin en sí mismo, y por ello el PSOE debe abandonar un modelo agotado, centrado de facto en la administración del poder político para convertirse, ante todo, en un instrumento en defensa de la igualdad de oportunidades y del progreso de la sociedad. Esto solo puede conseguirse convirtiendo el partido en realmente abierto, transparente y eficaz a la medida de su espacio social, estableciendo cauces de participación que movilicen una masa de militantes y simpatizantes que no es en absoluto despreciable. Estos cauces permitirán además renovar los cuadros dirigentes e incorporar savia nueva, tan necesaria.
El partido debe establecer códigos éticos que impidan y prevengan no solo los comportamientos corruptos, sino también los simplemente disonantes con la ética socialista, como única forma de conseguir el reconocimiento social como institución ejemplar y superar la desconfianza hacia la política y los políticos.
La socialdemocracia no debe tener otro objetivo que conseguir que nuestros hijos vivan en un mundo más libre y justo, próspero y mantenible, pacífico y con menores desigualdades, y para ello es necesario contar con un lugar de encuentro de ideas y proyectos que pudiera llevar a la constitución de una organización política de ámbito europeo. Los reveses electorales, en España y en Europa, y la crisis actual suponen una oportunidad, quizás la última, para tomar aire fresco y recuperar la iniciativa política.
Es imprescindible defender el necesario equilibrio entre la existencia de incentivos al esfuerzo, la innovación y la generación de riqueza, y el mantenimiento de mecanismos de cohesión y protección social tanto a nivel nacional como internacional, y lograr que los hombres y mujeres de Europa asuman como propios estos ideales y den un paso al frente. Solo así los ciudadanos europeos podrán afrontar el futuro con confianza".
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*El seudónimo recoge el texto de un grupo de siete economistas, todos menos uno pertenecientes a la promoción de 1984 de la Universidad Complutense que en la actualidad son directivos de empresas bancarias y de utilities en España
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