VALENCIA. Para inaugurar este espacio de reflexión pública es necesario que me presente y haga un repaso a algunos de los pasos que me han llevado hasta escribir aquí. Aunque para mí todo comenzó en Alicante un 30 de octubre de 1983, si escribo estas líneas es porque hace cuatro años fui elegida diputada de Esquerra Unida en Les Corts. Por entonces, me encontraba en el paro como tantas y tantos compañeros de promoción de la licenciatura de Historia de la Universidad de Alicante. Me había especializado en arqueología con profundo sentimiento vocacional.
Desde pequeña había tenido claro que quería ser arqueóloga para desenterrar con mis manos las huellas del pasado y ser capaz de interpretarlas. De hecho, a mis padres les decía que me conformaba con descubrir la tumba de Cleopatra y que, sólo después de ese hallazgo, me retiraría. Evidentemente, estaba contagiada por el conocido síndrome de Indiana Jones que, con el tiempo, la lectura y el aprendizaje, se cura para dar paso a la realidad de nuestra profesión, vapuleada por el desempleo, la falta de inversión pública en investigación y las precarias condiciones laborales de quienes tienen la suerte de poder desempeñar esta vocación.
Hace cuatro años, por tanto, me encontraba desempleada y con una mochila de experiencia profesional que pasaba por irregulares cotizaciones en el mundo de la hostelería, la sección de libros de la Fnac, becas en el Museo Arqueológico y en diferentes empresas de arqueología; había sido además voluntaria en exhumaciones de fosas comunes de la represión franquista e, incluso, había escrito un libro sobre la transmisión de la memoria histórica desde una perspectiva de género.
Mi vida siempre estuvo indisolublemente ligada a toda forma de activismo social y fue así como, en el camino de ese crecimiento y lucha constante, con 26 años ocupé un escaño del Parlamento valenciano. Debido a mi juventud, formé parte de la mesa de edad del pleno de constitución de Les Corts. Ese día no sabía aún que denunciaría ante la Fiscalía Anticorrupción a quien había obligado a poner ante mí un crucifijo enorme: el señor Juan Cotino.
Durante cuatro años tuve que enfrentarme a corruptos que me parecían gigantes, a miserables que imponían políticas salvajes contra los más débiles. Conocí a personas que me reconciliaron con el mundo y tuve el honor de decirles a la cara a quiénes nos saqueaban que si "creen que yendo a misa van a ser perdonados, que sepan que el pueblo valenciano no les va a perdonar nunca".
Ese día no sabía aún que viviría en directo el cierre de RTVV junto a cientos de trabajadoras y trabajadores en el centro de producción de programas de Burjassot. Ese día no sabía aún que las marchas por la discapacidad, los encierros contra los copagos, la paralización de desahucios, las concentraciones pidiendo justicia para las víctimas del accidente de metro, las denuncias contra la corrupción, los recortes y las medidas antisociales acabarían creando una marea de indignación que transformaría radicalmente la correlación de fuerzas que parecía inamovible en nuestras instituciones.
Ese día aún no sabía que cuatro años después el Ayuntamiento de mi ciudad sería capaz de un gesto tan necesario como distinguir oficialmente a Miquel Grau, comunista asesinado en 1977 por un franquista por pegar carteles llamando al Día del País Valenciano. En definitiva, ese día no sabía aún cuántas cosas tendría que vivir hasta que el 24M de 2015 todo empezara a cambiar.
Ese día no sabía aún muchas cosas de las que me gustaría hablar aquí, cuatro años después, de nuevo como una arqueóloga en paro que sigue tratando de desenterrar la memoria y contribuir en la construcción de una sociedad más justa. Las iré compartiendo en este espacio que se me ha brindado como una ventana de oportunidad porque, como decía Virginia Woolf, para escribir una mujer necesita independencia vital, es decir, "una habitación propia".
Que manía de pintar ese panorama de malos malos, causantes de todos nuestros males y desgracias. Como sí los buenos y los que quieren justicia social estuvieran siempre en un lado. Claro en el que tu estas. En este mundo hay corruptos y buenas personas en todas las ideologías y formas de pensar. Parece que vivís en una película bélica. Con qué frecuencia manejáis la demagogia o en otros una ignorancia malvada. Menos rollo político frentista y más mirar a la persona e intentar sumar. ¿Qué cońo haréis cuando no tengáis un corrupto a mano al que atacar para sentiros dignos¿ por favor, apertura de miras y tolerancia. Eso de lo os llenáis la boca pero que practicáis poco. Menos prejuicios y más sumar. Si es que con veintitantos hablas como si fueras Gandhi. Por favor
¡Será un placer leerte! Ánimo y sigue dándonos ejemplo con tu lucha por la justicia y la honestidad.
Endavant, companya. la teua lluita compromesa és font de llibertat. Salut!
Enhorabuena Esther tanto por tu vocación arqueológica -que sabes que comparto- como por tu trabajo en las Cortes Valencianas La arqueología y la política han ido casi siempre muy unidas en la historia de Muchos arqueólogos y arqueólogas. Será que conocemos la historia y no queremos que se repitan otra vez las injusticias de casi siempre... Animo y seguiré leyéndote. Pablo Rosser [email protected]
Me alegra mucho leerte Esther, también me alegra que dispongas de esta habitación, por lo que ya dispones de un seguidor más, de l@s que seguro formaremos una gran comunidad. Deseando que la historia, la sociedad y la Justicia, vuelvan a encaminar tu trayectoria, como la del compañero Ignacio, a la primera linea de La Lucha, donde al trabajo desempeñado no me atrevo ni a intentar calificar (inconmesurable me parece hasta poco). En cualquier caso, mi enhorabuena y mis mejores deseos. Un fuerte abrazo, Juma.
Gran noticia tenerte aquí compañera
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