CASTELLÓN. Es bien sabido que los economistas somos poco proclives a hacer predicciones, pues el riesgo a equivocarnos es elevado. No obstante, la Economía se ha ido dotando de herramientas y modelos que permiten saber cuál puede ser el escenario más previsible teniendo en cuenta la situación de partida. Por supuesto, es muy difícil incorporar en modelos la negociación política que suele acompañar a las decisiones económicas de los gobiernos. De ahí una buena parte de la incertidumbre.
En el caso de Grecia, como en el de España y en el de otros países periféricos europeos, la posición concreta de las cuentas públicas y la deuda son cifras conocidas, así como su evolución previsible. Eso sí, siempre que se mantenga el resto de cosas constantes (el famoso ceteris paribus que cualquiera que haya hecho un curso introductorio de Economía conoce). Grecia se enfrentaba, a lo largo de 2015, con una serie de pagos pendientes que no iba a poder satisfacer. Estos pagos incluían vencimientos de deuda y, en especial, devoluciones del préstamo que recibió del FMI.
De ahí que, antes de las elecciones griegas que dieron la victoria a Tsipras, ya estuvieran fijadas en el calendario, por un lado, la negociación de las condiciones para la aportación del último tramo del segundo rescate y, por otro, la inminente necesidad de un tercer rescate, básicamente por los compromisos de 2015 que se avecinaban.
Hoy domingo 12 de julio se ha fijado como la fecha límite (la enésima ya) para llegar a un acuerdo pero, tras cinco meses de negociaciones que siempre van a ser las últimas, se ha producido un progresivo deterioro y estrechamiento del espacio para la negociación por parte de todos. No obstante, parece que, finalmente, el gobierno griego está dispuesto a aceptar las condiciones que hace unas pocas semanas eran un atentado a su soberanía. Recordemos que el gobierno de Tsipras llegó al poder con la promesa de renegociar las condiciones del segundo rescate, cuando sabía perfectamente que iba a necesitar un tercero.
Sus propias promesas electorales le han obligado a mantener una postura muy rígida, tanto que, para confirmarla, convocó el referéndum del pasado día 5. Por otro lado, las Instituciones y los propios países acreedores, deben mantener una posición firme, puesto que una cesión a las pretensiones griegas supondría avalar futuros plantones "a la griega" por parte de otros países con dificultades, lo que supondría un deterioro probablemente irrecuperable de la credibilidad de la eurozona.
Estos días se ha escrito mucho y muy bueno sobre la actual crisis griega (ha habido tiempo de sobra), pero me gustaría destacar algunas cosas. En primer lugar, en Project Syndicate, como en otras ocasiones, se presentan opiniones diversas sobre la encrucijada griega. Kenneth Rogoff , por ejemplo, piensa que gran parte del problema es que los propios griegos nunca estuvieron convencidos de la necesidad de reformas estructurales cuando aceptaron las condiciones del rescate. Joseph Stiglitz, por su parte, se mostraba favorable al no en el referéndum y optimista respecto a las mayores posibilidades de Grecia fuera del euro.
Pero, en esta coyuntura, también cabe preguntarse si a los restantes miembros de la zona euro, incluso aunque ahora Grecia ceda y se llegue a un acuerdo, nos conviene tener un socio cuya credibilidad está tan dañada y que, en realidad, tampoco sabemos si va a cumplir unas condiciones que ahora parece aceptar y que antes representaban un ataque a la soberanía nacional.
En realidad, pocos dudan de que una buena parte de los argumentos griegos son pertinentes y que la verdad es que necesitarían una nueva reestructuración de la deuda. Sin embargo, la estrategia seguida no ha sido las más adecuada. La confrontación ha introducido nuevas incertidumbres (que perjudican a todos) en la eurozona, mientras habría sido más fácil involucrar más en sus peticiones a otros países agobiados por la deuda, como Portugal o la propia España. Grecia no está sola y son diversas las propuestas ya realizadas sobre formas de reestructurar la deuda en la eurozona o sobre la convocatoria de una conferencia sobre cómo reducir el endeudamiento nivel europeo.
Es muy interesante, a este respecto, un artículo recientemente publicado por Paul de Grauwe en Voxeu. El principal argumento que defiende es que Grecia es solvente (siempre que no cambie el tipo de interés que paga ahora mismo por la deuda) pero no tiene liquidez. Por lo tanto, propone que se le deje suficiente flexibilidad y se le proporcione la liquidez necesaria para que pueda retomar el crecimiento y seguir pagando la deuda.
Gráfico 1: Pagos por intereses de la deuda en porcentaje del PIB (Fuente: De Grauwe).
Como puede verse en el gráfico, los pagos por intereses suponen ahora mismo un 4% del PIB griego, algo más que en el caso de España (3.3%) y menos que Italia o Portugal, donde se aproxima al 5%. Que esté situada a esos niveles se debe que la deuda griega ha sido la única reestructurada no sólo implícitamente (alargando los vencimientos) sino también explícitamente, con pérdidas para los acreedores. El resto de los países sólo ha reestructurado, en el mejor de los casos, los plazos. Pero este menor tipo de interés también se debe a que el BCE ha suministrado toda la liquidez que ha hecho falta. Sin ello, Grecia no tendría acceso a los mercados: no podría colocar deuda.
El argumento de De Grauwe es que, de seguir como hasta ahora, si Grecia vuelve a crecer podrá generar suficiente riqueza como para poder pagar (ahora) los intereses de la deuda y, en el futuro, ir devolviendo lentamente la propia deuda. Además, para lograr que la deuda sea sostenible, es necesario que el país deje de acumularla. Eso ocurrirá cuando la economía crezca por encima del tipo de interés medio que paga por la deuda. Ello puede verse en la tabla: diferencias negativas entre las dos columnas implica sostenibilidad de la deuda.
Dado que el tipo medio en Grecia después de reestructurar es muy bajo (un 2.2%) con que creciera a ese ritmo bastaría para dejar de acumular deuda y empezar a devolver. Pero ese no es el caso. De ahí que se vuelva al argumento de que Grecia debe volver a crecer. ¿Cómo hacerlo? Ni la austeridad extrema ni el aumento del gasto público indiscriminado. Una solución intermedia, que es lo que precisamente es objeto del debate sobre las condiciones de un tercer rescate.
Tabla 1: Tipo de interés medio de la deuda y crecimiento nominal. Predicciones de la Comisión Europea para 2015 (Fuente: De Grauwe).
Por cierto, que si España crece al ritmo que le auguraba el FMI en su reciente informe (3.1% en 2016) conseguiría también estabilizar la deuda. Lamentablemente, también esto depende (en buena parte) de lo que ocurra con Grecia.
Por eso, pongámonos ahora en el lugar de Italia, Portugal o España. Todos en una situación parecida o algo peor a la de Grecia en términos del coste de la deuda respecto al PIB y/o la velocidad de acumulación de deuda. Si hoy se llega a un acuerdo, después de todo, cabría preguntarse si la eurozona es más creíble con o sin Grecia en ella.
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