VALENCIA.Tras las elecciones británicas, el Primer Ministro Cameron se ha encontrado con que la mayoría de sus oponentes dimitieron, arrastrados por sus malos resultados electorales. Que en su primera legislatura no se plantease directamente un posible referéndum sobre la permanencia en la UE, de manera similar al celebrado sobre la independencia escocesa, se lo debemos, en buena medida, a que gobernaba en coalición con los liberales. En concreto, el líder de este partido hasta el día 8 de mayo, Nick Clegg y vice Primer Ministro con Cameron, estudió Derecho Comunitario en el College of Europe (donde conoció a su mujer, la española Miriam González) y es un convencido europeísta.
En el discurso del 27 de mayo en la Cámara de los Lores, la Reina Isabel II leyó el discurso que resume el programa de Cameron para los próximos cinco años. En él se hicieron tres anuncios importantes relacionados entre sí: un referéndum sobre la salida del Reino Unido de la UE, traspaso de competencias adicionales a Escocia y, en tercer lugar, devolución de ciertas responsabilidades a las ciudades.
El semanario The Economist considera que este tipo de discurso habría sido impensable en tiempos del último gobierno de mayoría conservadora (hace ya 23 años, cuando lo encabezó John Major). Porque hasta ahora, a pesar de tratarse de un partido euroescéptico, los partidarios de la salida del Reino Unido no habían llegado tan lejos. Fue, quizá el crecimiento de UKIP (United Kingdom Independence Party), partidario del Brexit, lo que llevó al partido conservador a plantear una posible salida.
LOS ‘ESTADOS UNIDOS DE EUROPA'
Lo cierto es, sin embargo, que fue un gobierno conservador, liderado por el primer ministro Edward Heath, el que logró la incorporación del Reino Unido a la Unión Europea en 1973, a pesar de la oposición del ala derecha del partido. Y, al acabar la Segunda Guerra Mundial en un célebre discurso pronunciado en Zurich, Sir Winston Churchill fue el primero en abogar por el resurgimiento del continente europeo y la creación de una estructura regional a la que ya entonces denominó "los Estados Unidos de Europa".
Desde el punto de vista económico se puede justificar la no pertenencia de Gran Bretaña a la eurozona. En primer lugar, el ciclo económico británico no está sincronizado con el de Europa continental, a pesar del elevado nivel de los intercambios comerciales. Uno de los motivos que los separa es la producción de petróleo (al igual que a Noruega) y cuyo precio afecta al país de forma opuesta a la mayoría de sus socios: dado que su producción es cara, sus beneficios aumentan cuando sube el precio.
Con ciclos distintos, la política monetaria del BCE no sería la adecuada para el Reino Unido en la mayor parte de los casos y generaría distorsiones. En segundo lugar, la City de Londres y su papel como centro financiero internacional perdería su lugar preponderante si se incorporara al euro. Incluso para la propia eurozona proporciona una fuente de diversificación de las inversiones sin salir de la UE.
NO HAY MOTIVOS
Sin embargo, más allá de su auto-exclusión del euro, perfectamente aceptada (y comprendida) por el resto de sus socios, no existen motivos suficientes para que Gran Bretaña abandone la UE. Es cierto que el presupuesto suele ser una fuente de conflicto y que, recientemente, se le pidió una contribución adicional. ¿Cuáles son los principales argumentos que se han esgrimido para la salida?Los partidarios de la salida culpan a la Unión Europea, en primer lugar, del aumento de la inmigración.
Asimismo, consideran que los beneficios que obtienen de su pertenencia a la UE son limitados, mientras que la aportación al presupuesto comunitario les parece una carga excesiva que los contribuyentes podrían ahorrarse y dedicar a otras cosas.
También se quejan del exceso de regulación comunitaria y piensan que el comercio aumentaría fuera de la UE. Estas objeciones se pueden responder sin demasiada dificultad, aunque matizadas por la incertidumbre sobre las condiciones en las que se produciría la salida. En The Guardian puede encontrarse un reciente dossier muy interesante sobre las repercusiones del Brexit.
UN CONTRIBUYENTE NATO
Aún suponiendo que Gran Bretaña mantuviera un acuerdo de libre comercio con la UE (o de un mercado común dentro del Espacio Económico Europeo, con un status similar al de Noruega), las pérdidas para la economía en general no serían menos de un 2.2% del PIB británico, con un techo de entre el 6 y el 9% (un impacto similar a la crisis financiera de 2008) según los cálculos del Centre for Economic Performance (CEP) de la London School of Economics.
Por otro lado, a pesar de que el Reino Unido es un contribuyente neto al presupuesto europeo, hay sectores importantes que reciben ayudas de los fondos estructurales y de la PAC que pedirían compensaciones, con el consiguiente coste. Por lo que se refiere al comercio, aunque Gran Bretaña sea un importante exportador a Estados Unidos y a otras áreas, en realidad es el resto de la UE su principal mercado (alrededor de un 40%).
Y en el caso de la inmigración, es cierto que sería posible establecer nuevas normas y restringir la entrada de ciudadanos del continente, pero recordemos que son muchos los británicos que residen en el resto de la UE y sería de esperar represalias que les acabarían afectando de forma negativa. Por último, la influencia política del Reino Unido en la UE y en el resto del mundo se vería reducida de forma considerable.
DE LA ESTRATEGIA A LOS RESULTADOS
No sabemos cuál será el resultado del posible referéndum en 2017 o si previamente el Reino Unido habrá renegociado su situación y, en especial, su contribución financiera a la Unión Europea. Pero no debemos olvidar que Gran Bretaña juega un papel muy importante en el equilibrio de fuerzas dentro de la UE y, contrariamente a lo que pueda pensarse, ha ayudado en momentos de crisis a salir de ellas.
Es un importantísimo aliado para Alemania, con quien comparte (entre otros muchos temas) el interés por la completa implementación de la directiva sobre los servicios, así como por el avance en el Acuerdo Transatlántico sobre Comercio e Inversión (ATCI o TTIP en inglés) con Estados Unidos.
Lo que ocurra está en manos de los propios británicos, que no suelen rehuir de la autocrítica y que, antes que nada, suelen mirar el lado práctico de las cosas. Y es que el propio Churchill ya dijo que "por muy bella que nos parezca una estrategia, debemos de vez en cuando analizar los resultados" de la misma.
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