VALENCIA. En las últimas semanas hemos conocido el dato de inflación en España correspondiente a Marzo de 2014. Por segunda vez en los últimos seis meses, el Índice de Precios al Consumo (IPC) ha registrado un descenso interanual de un 0,1%. Lamentablemente, no nos encontramos ante una observación atípica. La caída de los precios se observa en la mayoría de Comunidades Autónomas españolas y afecta ya al 43.8% de la cesta de la compra. Es la consecuencia última de la desaceleración de los precios que la economía española viene experimentando desde Noviembre de 2011, cuando la tasa de inflación rozó el máximo de los últimos seis años (+3,8%).
Aunque la caída de los precios no es tan severa como la registrada en Julio de 2009, el dato ha disparado de nuevo las alarmas en medios académicos y profesionales. En un artículo reciente publicado en The Economist, Paul de Grauwe, profesor de la London School of Economics, alertaba sobre el peligro de deflación en los países más endeudados de la zona Euro y lamentaba la pasividad al respecto del Banco Central Europeo. Esta misma semana, el Fondo Monetario internacional señalaba que España es actualmente uno de los países del mundo con mayor riesgo de deflación.
Técnicamente, la mera caída de los precios no es sinónimo de deflación. Los procesos de deflación se producen cuando los agentes económicos anticipan una disminución sostenida de los precios a medio y largo plazo. La cuestión tiene más que ver con las expectativas ex - ante de caídas generalizadas en los precios, que con las disminuciones puntuales de los mismos registradas ex - post. En este sentido, los swaps cupón cero de inflación indican que los mercados continúan creyendo que la inflación de la zona Euro se situará en el 2% anual en un horizonte de 5 a 10 años y en poco más de un 1% anual para el periodo comprendido entre 2 y 4 años.
Es evidente por tanto que la zona Euro no se encuentra hoy por hoy sometida a un proceso de deflación. De hecho, solo tres países europeos han registrado caídas moderadas en los precios, que afectan únicamente al 20% de los productos incluidos en la cesta del IPC armonizado. Tenemos más bien un escenario de baja inflación en el conjunto de la zona euro, con diferenciales muy reducidos entre los países periféricos y los países centrales de Europa. Apenas un punto porcentual separa la tasa de inflación de España y Alemania, con situaciones intermedias entre ambos países: Italia 0,3%; Francia 0,6% y Holanda 0,8%.
Para la economía española, esta situación comporta básicamente dos inconvenientes y una ventaja.
Inconveniente 1: Incremento de los tipos de interés reales
La disminución de la inflación aumenta los tipos de interés reales y eleva la carga financiera de la deuda. Al caer el IPC, los sueldos crecen menos de lo previsto, los gobiernos recaudan menos y las ventas de las empresas disminuyen. El deudor cuenta con menos recursos para hacer frente a las anualidades de los préstamos pendientes de devolución, lo cual deprime el consumo y la inversión.
La situación empeora si, como sucede en Europa, la caída de la inflación es especialmente acusada en los países más endeudados. El proceso descrito debilita -todavía más- la demanda interna de estas economías, afectando negativamente a su incipiente recuperación. En el límite, la deflación puede arruinar todos los esfuerzos por reducir el nivel de endeudamiento, si la caída del consumo que se deriva de la misma reduce los precios de tal modo que el valor real de la deuda aumenta en lugar de disminuir.
Inconveniente 2: Efectos sobre el mercado de trabajo
Aunque en los últimos años se observa una corrección significativa de los sueldos en España, nuestro mercado de trabajo sigue lastrado por un conjunto de rigideces que impiden completar el ajuste necesario para reducir el paro y aumentar la competitividad de nuestras empresas. El gráfico adjunto, elaborado por el Fondo Monetario Internacional, muestra la distribución porcentual de los incrementos salariales en España en los periodos 2007/2008 (barras azules) y 2011/2012 (barras rojas).
Obviamente, la distribución se desplaza hacia la izquierda en los dos últimos años, indicando que los salarios aumentaron menos en los años de crisis que en el periodo de expansión. Pero además de esta circunstancia, el gráfico permite apreciar la resistencia del mercado español a pactar disminuciones nominales de los salarios. En la muestra del FMI, más del 25% de trabajadores conserva el mismo sueldo en 2012, frente a un 5% que sufre una disminución del mismo con respecto a 2011. Debido a estas rigideces a la baja de los salarios, la deflación tiende a generar un encarecimiento relativo del factor trabajo, desincentivando su utilización en el proceso de producción. Una inflación próxima al 4-5% facilitaría el ajuste paulatino del coste real del trabajo, impulsando la creación de empleo sin provocar disminuciones nominales de los salarios.
Ventaja: Competitividad
Desde distintos ámbitos se señala que la disminución de la inflación tiene efectos beneficiosos para la economía española. Después de una larga etapa de inflación superior a la media europea, España debe moderar sus precios para restaurar su competitividad internacional. Esta prescripción resulta especialmente relevante en el contexto actual, caracterizado por la debilidad de nuestra demanda interna. Sin embargo, la baja inflación española no viene acompañada de una elevada inflación en los países de nuestro entorno. Como se ha señalado previamente, la tasa de inflación en Alemania, Holanda o Francia es apenas un 1% superior a la española, de modo que las ganancias de competitividad en nuestros principales mercados de exportación son mínimas.
En definitiva, los beneficios de la baja inflación en España parecen muy limitados si se comparan con sus costes. Nuestro país necesita medidas decididas de política monetaria, que permitan al conjunto de la zona Euro recuperar el objetivo de inflación del BCE, situado en torno al 2% anual. La historia demuestra que la mejor forma de combatir la deflación es evitar que ésta llegue a producirse.
Cuando un país necesita la inflación para seguir creciendo, sin poder soportar una más que necesaria deflación, es que se ha pasado 7 pueblos gastando en el pasado. Es igual que un drogadicto: cada vez necesita más eso (la droga) que debería suprimir de su vida porque le arruina.
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