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EL PEOR DE LOS TIEMPOS

¿Tiene España una 'generación perdida'?

MARIAM CAMARERO. 09/03/2014

EL PEOR DE LOS TIEMPOS

Mariam Camarero

Catedrática de Economía Aplicada y titular de una Cátedra Jean Monnet en la Universidad Jaume I de Castellón
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VALENCIA. El término "generación perdida" lo usó por primera vez Ernest Hemingway en el epígrafe de Fiesta, atribuyéndolo a una conversación con su mentora Gertrude Stein. Desde entonces se ha aplicado a los escritores americanos coetáneos de Hemingway (de los años veinte) como Scott Fitzgerald y John Dos Passos. Pero también en el sentido original al que se refería Stein, a los jóvenes que habían llegado a la mayoría de edad durante la Primera Guerra Mundial y que, o bien habían perecido en ella o, aún habiendo sobrevivido, les resultaba complicado adaptarse a la vida civil.

Salvando las distancias, la recesión ha causado, y aún está teniendo, efectos devastadores sobre las posibilidades de empleo de los jóvenes en España. Precisamente en los últimos días son diversas las noticias y estudios que han aparecido sobre este tema que merece la pena valorar y comentar.

A pesar de los atisbos de recuperación económica, pasarán varios años antes de que la situación en el mercado de trabajo vuelva a niveles que se pueda considerar "aceptables". De hecho, según un estudio del BBVA (Gráfico 1) la salida de la recesión en España va a ser muy lenta comparada con el resto de la Unión Europea y con Estados Unidos. Las predicciones se obtienen suponiendo un crecimiento medio del PIB de un 2.5% y de la productividad del trabajo del 0.6% y la conclusión es que hasta 2025 no se habría recuperado el nivel de empleo de 2007.

En este contexto cabe preguntarse si esta recuperación tan lenta puede acabar creando una "generación perdida" en España, en términos del desplazamiento y el desarraigo de un porcentaje significativo de jóvenes en edad de trabajar y, en concreto, de los que tienen ahora entre 20 y 35 años.

Tradicionalmente divide el mercado de trabajo en diversas cohortes o generaciones. No sólo en España, sino también en otros países de la periferia europea, los efectos del desempleo han sido muy graves para los que tienen entre 25 y 34 años. La cohorte inmediatamente anterior (entre 15 y 24 años) está a tiempo que esquivar el desempleo (al menos temporalmente) prolongando el período formativo. Sin embargo, después de los 25 es menos frecuente que retornen al sistema educativo aquellos que ya han trabajado anteriormente.

Por otro lado, aunque muchos de los jóvenes españoles tienen formación universitaria, ello no les hace inmunes al paro. La Fundación CYD acaba de hacer público un informe donde presenta, entre otras cosas, datos de desempleo de los universitarios (en 2012) desagregados por comunidades autónomas. La tasa de desempleo media de los españoles con estudios universitarios es de un 16.09%, pero en algunas comunidades supera el 20%.

Además, aunque dicha tasa es menor que la de quienes no tienen dicha formación, la diferencia respecto a la tasa global no llega a cinco puntos. Podemos preguntarnos, en primer lugar, si es éste un fenómeno nuevo, consecuencia de la crisis. En segundo lugar, si las reformas en el mercado de trabajo harán posible su vuelta al empleo o si, por el contrario, los jóvenes deben buscar oportunidades fuera de España.

Según el Deutsche Bank, aunque las altas tasas de desempleo juvenil son preocupantes, en los países de la periferia europea las mayores pérdidas de empleo las han sufrido los que tienen entre 24 y 35 años. En España, la mayor caída en el empleo tras la crisis ha recaído en los que tienen entre 20 y 24 años, llegando a ser de 27 puntos porcentuales.

Junto a éstos, también ha afectado de manera muy preocupante a los comprendidos entre 30 y 34 años. Antes de la crisis, el 80% de estos últimos tenía empleo, un nivel comparable al de los países sin tensiones en el mercado de trabajo. Ahora este porcentaje está por debajo del 60% y, lo que es más grave, también les está afectando el desempleo de larga duración. A ello se suma que los integrantes de este grupo de edad normalmente tienen obligaciones familiares y financieras (por ejemplo, están pagando la hipoteca de su casa).

Por otro lado, entre los desempleados de esta cohorte encontramos tanto a titulados universitarios como a trabajadores con poca cualificación que, sin embargo, no tenían dificultades para encontrar empleo durante el período del boom inmobiliario. Muchos de estos últimos abandonaron el sistema educativo prematuramente, la mayoría sin titulación y careciendo de formación técnica o profesional.

Desde que empezara la crisis se ha hablado de la "fuga de cerebros" (o "brain drain" en inglés), argumentando que España habría sufrido una pérdida muy importante de capital humano debido a la gran cantidad de personas jóvenes y cualificadas (pertenecientes al grupo de edad mencionado) que habrían salido del país en los últimos cinco años.

La falta de estadísticas fiables sobre este fenómeno ha creado fuertes polémicas respecto a cuántos de los afectados por el paro se han ido a otros países en busca de oportunidades. Aunque no existe una fuente única de información sobre los datos de emigración, en una página web se hace una recopilación interesante y sencilla, intentando explicar su evolución y contestar a algunos tópicos. Por ejemplo, se explica que junto con los jóvenes españoles que han partido buscando trabajo, también han regresado a su lugar de origen algunos de los inmigrantes que llegaron hace una o dos décadas, justo con sus hijos (nacidos en España). También que entre los destinos de la emigración en países de renta alta, no es Alemania el lugar preferido, sino Reino Unido, Francia y Estados Unidos.

En el centro de la polémica sobre el "brain drain" no debería situarse en el hecho de que jóvenes con buena formación emigren. No se trata de un problema a corto plazo, puesto que es preferible que las personas formadas trabajen en otro país y mejoren su capacitación a que engrosen las listas del desempleo. Lo relevante es si España se encontrará, al salir de la crisis, en condiciones de poder acoger no sólo a aquéllos que salieron, sino a cualquier persona (europea o no) con alta cualificación. La clave no es la nacionalidad, sino la necesidad que tiene un país de disponer de puestos de trabajo donde pueda aprovecharse el capital humano y que generen valor añadido.



Por todo ello, las respuestas a los problemas de la generación que tiene ahora entre veinte y treinta años no son únicas. Los más jóvenes necesitan oportunidades de formación que les proporcionen un futuro profesional estable, bien sea en la universidad o con especialización técnica (tal y como recomienda el Bundesbank).

Para ello es necesario reducir el abandono temprano. En segundo lugar, tanto los que nunca han trabajado como los jóvenes desempleados necesitarían medidas que faciliten su entrada en el mercado de trabajo, lo que es posible lograr reduciendo los costes de contratar a los jóvenes. En el caso de aquellos con experiencia laboral y que están dispuestos a salir del país, hay mucho margen para facilitar la movilidad dentro de la Unión Europea, de manera que se haga menos costosa dicha decisión (tal y como se recomienda en un reciente estudio sobre la inmigración de Bruegel).

No es el momento de analizar problemas del siglo XXI con mentalidad del siglo pasado. Que la recuperación del empleo se logre en tan sólo seis años en Estados Unidos (frente a diez en la UE y casi veinte en España) no se debe sólo a sus políticas macroeconómicas expansivas, sino a que es un país de elevada flexibilidad en el mercado de trabajo y, en especial, de alta movilidad geográfica. En un mundo globalizado, en una Europa económicamente integrada, que nuestros jóvenes logren en Francia o Alemania un trabajo que ahora no existe en España no significa que los hayamos perdido. Lo que sí está en nuestras manos es recuperarlos (a ellos o a otros jóvenes igual o más cualificados), creando las condiciones para que los empleos de calidad estén aquí.

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Catedrática de Economía Aplicada y titular de una Cátedra Jean Monnet en la Universidad Jaume I de Castellón
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