VALENCIA. Tras el acuerdo logrado a finales de 2013, Alemania inicia el año con un nuevo gobierno de coalición entre la democristiana de la CDU/CSU Angela Merkel y Peer Steinbrück, del partido socialdemócrata (SPD) alemán. Aunque las amenazas sobre la zona euro parecen, a corto plazo, contenidas, la sostenibilidad de las cuentas públicas en los países de la periferia no está garantizada y el entramado institucional de la unión monetaria europea es aún incompleto. En este momento cabe preguntarse si se va a producir un cambio significativo en la postura alemana ante los diferentes retos que la crisis de la zona euro va a seguir planteando a lo largo de 2014.
De forma similar a lo ocurrido en los años 70, Alemania ha salido reforzada de la crisis del euro al haber sido capaz de atravesarla y estar saliendo de ella en mejores condiciones que sus socios. Gracias a la independencia del Bundesbank respecto al poder ejecutivo, las crisis del petróleo en los 70 no supusieron tasas de inflación demasiado elevadas. Ello convenció a la mayoría de los países de la Comunidad Europea de entonces sobre la conveniencia de vincular sus monedas al marco alemán en busca de la estabilidad de precios. De manera paralela, Alemania ha sido capaz de mantenerse durante los años de la crisis de la eurozona en posiciones cercanas al pleno empleo. Es lógico que los demás socios (y en especial los países de la periferia europea como España) vuelvan su vista hacia el modelo germano en busca de las políticas que obren el milagro.
El recién estrenado 2014 es un año crucial para todos. Dado el liderazgo ejercido por Alemania en la eurozona, lo que ahora cabe pedir (si es que ésta es la palabra adecuada) es que su estrategia de política macroeconómica sea de las denominadas "win-win" en palabras del propio comisario Olli Rehn en su blog. Es decir, que todos salgamos ganando. Por tanto, veamos cuál sería dicha estrategia y las posibilidades de que se lleve a cabo.
El Consejo de la UE adopta en el mes de julio cada año desde 2010 y como mecanismo de coordinación macroeconómica, una serie de recomendaciones individuales para cada país sobre sus cuentas públicas y el resto de políticas (funcionamiento de los mercados, desequilibrios exteriores, etc). Las recomendaciones dadas en 2013 a la señora Merkel son las líneas maestras de cómo convertir su abultado superávit exterior en inversión orientada al crecimiento que, a su vez, estimularía la demanda interna y arrastraría al resto de la zona euro.
En concreto, durante los gobiernos de Merkel tanto la inversión pública como la privada se han situado a niveles bajos y se han reducido en los años de la crisis. Sin embargo, ello no se debe a restricciones en el crédito y existe, además, abundante ahorro interno para financiarla. Dicha inversión debería, según el Consejo, ir dirigida a las infraestructuras energéticas en el caso de la inversión privada, fomentándola con incentivos, y a las infraestructuras educativas y de investigación en el caso de la inversión pública.
En segundo lugar, no sólo por parte del Consejo, sino también desde diferentes instancias (el think-tank Bruegel o el Deutsche Bank) se insiste en la necesidad de realizar algunos cambios en el mercado de trabajo alemán. En concreto, manteniendo la mayoría de los elementos de la Reforma Hartz, parece necesario aumentar los salarios reales, pues no parece lógico que éstos sean hoy menores que en el año 2000. Con equilibrio en las cuentas públicas y la deuda acumulada estable, es posible reducir los impuestos sobre los salarios y las contribuciones a la seguridad social.
Ello mejoraría la competitividad en el sector servicios, otro de los cuellos de botella alemanes. También es deseable reducir el peso de los "mini-jobs" y lograr empleos más estables. Durante los últimos años ha aumentado la brecha salarial, por lo que estas medidas podrían reducir desigualdades y, al mismo tiempo, estimular la demanda interna y externa.
En tercer lugar, se precisan medidas liberalizadoras en el sector servicios, especialmente en algunas profesiones aún muy reguladas, así como en las compras públicas, escasamente abiertas a la competencia. En este sector hay un importante margen para aumentar la demanda, pues representa una proporción pequeña del PIB comparada con otros países europeos.
Finalmente, las decisiones tomadas en los últimos años sobre el mix energético en Alemania han provocado un aumento sustancial de los costes, especialmente debido a la adopción de energías renovables. De forma similar a otros países, entre ellos España, es necesario mejorar la interconexión con los países vecinos para aumentar la eficiencia y reducir los costes.
Con las anteriores medidas Alemania reduciría su exceso de superávit al tiempo que mejoraría el crecimiento y la demanda externa para sus países socios. Pero ello no es suficiente: para poder afrontar los próximos años con estabilidad en la zona euro Alemania debe afrontar con decisión su papel (crucial) en la gobernanza económica del euro. Dos elementos son clave: la unión bancaria y la unión fiscal. En cuanto a la unión bancaria, la decisión de que sea el BCE el encargado de la supervisión es sólo un primer paso.
Falta concretar el mecanismo de resolución de conflictos y cómo afrontar el reparto del coste ante una quiebra (entre depositantes, contribuyentes y un fondo común). Respecto a la unión fiscal, y según Bruegel, es también necesario diseñar un mecanismo creíble de ajuste en casos de quiebra soberana, que permita reestructurar la deuda ante una insolvencia en lugar de repartir entre todos el coste de la misma.
¿Está el nuevo gobierno en posición de asumir estos retos? Existen serias dudas de que esto sea posible, atendiendo a los compromisos adoptados en el pacto de gobierno entre la CDU/CSU y el SPD. El economista jefe del Deutsche Bank, David Folkerts-Landau, ha sido muy contundente: piensa que van a llevar a Alemania en la dirección equivocada.
En primer lugar, van a anular una buena parte de las reformas Hartz del mercado de trabajo. En concreto, se van a aumentar las prestaciones asociadas a las pensiones de forma sustancial y se va a introducir un salario mínimo. Por lo que se refiere al gasto público, va a aumentar la inversión en educación e investigación, tal y como recomendaba el Consejo. Sin embargo, no se van a revisar algunos subsidios caros y que desincentivan la actividad económica, mientras que el gasto social va a crecer tres veces más que la inversión.
En tercer lugar, a pesar del envejecimiento de la población, se rescata la jubilación a los 63 años, lo que se considera una señal contradictoria respecto a las políticas seguidas anteriormente y opuesta a las adoptadas recientemente en toda Europa, que elevan la edad de jubilación. También se pospone la liberalización de los servicios y la reforma energética. Finalmente, la política europea no ha jugado un papel importante ni durante la campaña electoral ni en el pacto de coalición.
Muy al contrario, es posible que los compromisos adoptados por la "Grosse Koalition" limiten la capacidad de acción de la Canciller Merkel, de la misma forma que su accidente de esquí está limitando sus movimientos desde principios de año. Esperemos que todos los socios de la coalición estén a la altura de los tiempos, el BCE nos está proporcionando una tregua que debe ser aprovechada.
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