VALENCIA. Durante el pasado mes de septiembre tuve la ocasión de participar en un seminario de varios días sobre economía internacional organizado en Harvard. Aunque parezca un lugar común, es muy interesante visitar Estados Unidos, ya sean sus universidades, sus ciudades o sus comercios, puesto que uno tiene la sensación de presenciar en directo un spoiler de las tendencias y los temas que serán actuales un tiempo después en Europa. No es menos cierto que esa brecha temporal se ha ido cerrando y que todo llega antes y se generaliza a un ritmo acelerado.
Aunque no era estrictamente un tema de economía internacional, pude asistir en dicho seminario a una charla de Roberto Rigobón, prestigioso economista de origen venezolano y catedrático en la Sloan School of Management del MIT (Massachussets Institute of Technology) en Boston. En ella nos habló de un proyecto que se denomina "El proyecto del billón de precios". Es el primer ejemplo de recopilación de big data aplicado a la macroeconomía del que he tenido noticia. El término "big data" se usa en el sector de las TIC para referirse a sistemas que manipulan grandes bases de datos.
En este caso concreto, consiste en la obtención de datos diarios sobre precios de productos de consumo a partir de la información recopilada en todo el mundo a través de internet. La presencia, cada vez más generalizada, de tiendas online ha puesto a disposición de quien sea capaz de obtenerla de manera eficiente una cantidad ingente de información. Este profesor ha creado una spin-off denominada PriceStats, algo muy frecuente en el MIT, que no sólo recopila sino que también elabora esta información. Por ejemplo, confeccionan índices de precios al consumo comparables a los realizados desde los países, con la diferencia de que no se basan en unas pocas observaciones, sino en muchísimas. Dado que cobran por sus servicios, está resultando rentable.
Pero quizá lo más curioso es conocer cómo surgió esta idea. Desde 2007 se sospechaba que las estadísticas argentinas de inflación no eran fiables. Esa fecha coincidió con la intervención del Gobierno de Cristina F. Kirchner en el INDEC (Instituto Nacional De Estadística y Censos de Argentina), sustituyendo a los estadísticos profesionales por personas de su confianza. Consideraban que las cifras de inflación oficiales eran demasiado elevadas y, bajo el pretexto de controlar (y reducir) los precios de productos de primera necesidad, lo que hicieron fue distorsionar la extracción de los datos y reducir la tasa de inflación de Argentina.
Los motivos eran varios: controlar el aumento de los salarios, mejorar las cifras de crecimiento en términos reales de la economía argentina pero, sobre todo, ahorrar en los pagos por intereses de una buena parte de los bonos públicos, cuyo tipo de interés está indiciado al IPC. Por cada punto de aumento de la inflación, el gobierno tiene que pagar 400 millones de pesos adicionales al año.
El profesor Rigobón tenía un alumno de doctorado argentino, Alberto Cavallo (hijo del anterior ministro de economía), que se interesó por este tema en su tesis e intentó calcular las verdaderas cifras de inflación en su país. Sin embargo, no le fue posible. No sólo por las dificultades para contactar a los nuevos responsables del INDEC, sino porque las estadísticas de precios habían pasado a elaborarse de otra forma y ya no se recopilaba la información de manera comparable a la anterior a 2007. No existían los datos. Y fue en ese momento cuando surgió la idea: recurrieron a las tiendas online de dos grandes supermercados de Buenos Aires y, usando la antigua metodología del INDEC, elaboraron estadísticas alternativas a las oficiales entre 2007 y 2012. Estos datos, comparados con los oficiales, están disponibles en la página http://www.inflacionverdadera.com.
A raíz de este proyecto fueron extendiendo su ámbito de trabajo y, en la actualidad, PriceStats emplea a unas 40 personas altamente especializadas que proporcionan información muy útil con múltiples aplicaciones. De hecho, el principal problema que existe para poder manejar "big data" es disponer de herramientas que permitan procesar el inmenso caudal de información disponible, filtrándola y haciéndola accesible para otros usos.
Gracias a los avances en procesamiento de datos y en velocidad de transmisión de la información, disponer de "big data" tiene utilidad en muchos ámbitos más allá de este ejemplo concreto. En primer lugar, desde el punto de vista de la investigación, proporcionan datos con un nivel de desagregación y con una frecuencia que no existía con anterioridad, lo que abre la posibilidad de poder avanzar con más rapidez y obtener evidencia más robusta. Además, también pueden tener aplicación en la toma de decisiones por parte de administraciones públicas y organismos internacionales.
En el caso de PriceStats, cuentan entre sus principales clientes con los bancos centrales o los gobiernos de muchos países, pues consiguen indicadores más completos y con mayor rapidez que los proporcionados por sus propias oficinas estadísticas. Por último, también el ciudadano de la calle podrá tener acceso a información más amplia y casi en tiempo real, lo que puede repercutir en mayor transparencia sobre precios de productos o servicios y el consiguiente ahorro o, simplemente, la ayuda en la toma de decisiones.
Evidentemente todos estos trabajos se están realizando respetando los principios de protección de datos, de manera que se preserve la confidencialidad de la información. Siempre que se logre mantener ese equilibrio, la creación de bases de datos y el trabajo con "big data" abre un gran número de nuevas oportunidades. Think big.
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