VALENCIA. Justo antes de que estallara la crisis financiera en Estados Unidos, los economistas de origen italiano Alberto Alesina y Francesco Giavazzi publicaban en 2006 un libro titulado 'El futuro de Europa: Reforma o declive', donde comparaban el modelo económicosocial de Estados Unidos con el europeo y lanzaban una voz de alarma sobre la necesidad de tomar medidas de carácter estructural para revitalizar la economía europea, antes de que fuera demasiado tarde.
Ambos conocen los dos lados del Atlántico. Alesina es actualmente catedrático en Harvard, universidad en la que realizó su tesis doctoral, mientras que Giavazzi se doctoró en el MIT (donde continúa siendo profesor visitante) y es catedrático en la Universidad Bocconi de Milán.
Uno de los capítulos más interesantes de su libro se dedica a las diferencias en horas trabajadas entre Estados Unidos y la Unión Europea. Como puede observarse en el gráfico 1, donde muestro los datos correspondientes a 2011, último año disponible, en la OCDE, la media es de 1.765 horas trabajadas al año, pero existen diferencias apreciables entre los países. Mientras en Estados Unidos se trabaja un poco por encima de esa cifra (1.787 horas), en los Países Bajos es donde menos horas se trabaja (1.382), seguido muy cerca por Alemania (1.406), Noruega y Francia. Como bien sabemos, en España se trabaja bastantes horas, casi 1.700 al año, por encima de la mayoría de nuestros socios, con la excepción de Italia y Grecia.
Gráfico 1: Horas de trabajo anuales, 2011 (Fuente: OCDE)
Desde finales de los años 60, las horas trabajadas en Europa han ido disminuyendo de manera progresiva. En Estados Unidos ese proceso se detuvo a principios de los 80. Desde el punto de vista de los ciudadanos europeos, ello se considera una importante conquista social, pues ha supuesto más horas libres para dedicarlas al ocio y a la familia. En general, allí donde se trabaja menor número de horas, Alemania y Países Bajos, la productividad es elevada.
Son dos los factores que pueden explicar la diferencia en horas trabajadas: el principal, es que se ha aumentado de manera considerable las semanas de vacaciones (casi 8 en Alemania, y la media europea oscila entre 6 y 7 semanas); el segundo motivo es la elevada proporción de contratos a tiempo parcial y, en algunos casos, que la respuesta a la crisis ha sido reducir las horas y repartir el trabajo.
¿Por qué entonces la preocupación o la necesidad de reformas estructurales en Europa? En primer lugar, porque esta estructura resulta ser muy cara. La mayor preferencia por el ocio de los europeos supone pagar elevados impuestos. Pero, además, la jubilación temprana y el envejecimiento de la población hacen cada vez más difícil financiar de forma sostenible el estado del bienestar y garantizar que, cuando llegue la jubilación, las pensiones recibidas se corresponderán con las expectativas generadas.
El segundo motivo por el que es necesario tomar medidas de reforma en la Unión Europea está relacionado con la productividad. Las citadas horas trabajadas se corresponden con muy diferentes niveles de productividad por países. España, donde se trabaja bastantes horas, tiene baja productividad, pero también está reduciéndose la productividad en otras economías, como la francesa, donde las horas dedicadas al trabajo son muchas menos. Para que Europa pueda mantener su nivel de vida, debe funcionar de forma más eficiente y ser capaz de continuar innovando y aumentando la productividad frente a otros países competidores.
En un momento de estancamiento, como el actual, los riesgos señalados son aún mayores. De ahí que las reformas estructurales deban centrarse en proporcionar la flexibilidad necesaria. La solución a medio plazo no la podemos encontrar en el reparto del trabajo. En contra de lo que se pueda pensar, no existe una relación clara entre desempleo y horas trabajadas. Limitar o reducir estas últimas mediante cambios en la regulación, no contribuye a mejorar la renta ni la productividad. Como puede verse en el gráfico 2, para un mismo número de horas trabajadas hay países con muy diferentes tasas de desempleo. Un ejemplo es España: las horas trabajadas son prácticamente las mismas que en Finlandia o Portugal, pero el desempleo de Finlandia es un tercio de la cifra española y en Portugal la mitad.
Volviendo al principio, la perspectiva norteamericana es bastante distinta a la europea: en lugar de pensar que el número de puestos de trabajos está limitado a lo que ya se ofrece en el mercado, allí se "inventan" nuevas salidas laborales. Es innegable que en los países ricos la especialización debe producirse en los sectores de I+D. Pero no hay que esperar a que baje un (business) "ángel", sino ayudar a la iniciativa individual y crear las condiciones para que en cualquier sector, tanto en los de alta tecnología como en los servicios, sea posible innovar y encontrar nuevas formas de hacer (mejor) las cosas.
Una parte fundamental de las reformas deben producirse en la educación superior, puesto que la universidad debe proporcionar las herramientas para que los egresados puedan desenvolverse en un mercado de trabajo competitivo y en pleno cambio. ¿Proporciona la universidad española los cuadros técnicos y directivos que nuestra economía necesita? Esta pregunta es clave, pues de su formación y liderazgo depende, en buena medida, la mejora en la productividad española: de su capacidad para realizar investigación, desarrollarla, absorberla e innovar.
No se trata de copiar el modelo americano, pues buena parte del mismo no es trasladable a Europa. Pero podemos aprender de sus aciertos. La vitalidad de la economía estadounidense se encuentra, por un lado, en su flexibilidad, no sólo respecto al número de horas trabajadas, sino también en las horas de apertura comercial o en la facilidad administrativa para crear una empresa o montar un negocio. Un segundo elemento, fundamental, es la preocupación por la organización y la eficiencia en el trabajo. El tercer componente, pero no menos importante, es la elevada movilidad, geográfica y, sobre todo, social.
Frente al inmovilismo europeo y el determinismo que da el sentimiento de pertenencia a clases o grupos sociales, en Estados Unidos está muy arraigada la creencia de que con duro trabajo y esfuerzo se puede progresar socialmente. Y que esto depende, casi en exclusiva, de nosotros mismos. El día en que los europeos (los españoles entre ellos) tengamos este convencimiento, habremos dado el primer paso.
Excelente articulo. Mi enhorabuena a VP por publicar articulos de difusión económica. En clave PYME valenciana son años insistiendo sobre lo mismo....y rian de rian. La burbuja tapó nuestras debilidades 10 años, pero competir en el mercado global requiere de más esfuerzos
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