VALENIA. ¿Vivimos de verdad la vida? ¿Sabemos vivirla? ¿Nos han enseñado cómo cultivar una vida con sentido? ¿Hemos recibido instrucciones para pensar y repensar nuestra existencia y convertirla en lo que podríamos llamar una "vida plena", una "buena vida", una "vida feliz"? La respuesta que muchos daríamos a esta pregunta sería muy probablemente un "No" más bien contundente.
Quizás el ritmo de vida de hoy, nos dificulta tener espacios para meditar sobre cómo aprender a vivir, sobre cómo convertir la existencia en una vida amable, serena, estimulante, llena de sentido, y para el bien de los que nos rodean. ¡Imagínate si lo trasladamos a la vida profesional en la cual invertimos tanto y tanto de nuestro tiempo! ¿Hemos pensado la relación, la vinculación que tiene el trabajo dentro del seno de la familia? Como diría Alex Rovira, ¿creamos circunstancias diarias para que el trabajo y la familia puedan vivir en sana armonía?
El tema no es baladí, en absoluto. Bien distinto es "existir" que "vivir"... ¿Existimos, simplemente o sabemos vivir?, ¿ Nos dejamos llevar por nuestro trabajo o encontramos en él un sentido real de nuestra vida en común y nuestra vida de y en servicio a los demás, especialmente a los que nos rodean?. El matiz entre lo uno y lo otro es importante. "Existir" denota escasez de movimiento, es una simple constatación de presencia, una cierta pasividad. Ni tan sólo supone relación, contemplación o la curiosidad por las otras formas de existencia.
Las piedras existen, la Luna existe, el aire existe... Mientras que "Vivir" quizás tiene otras connotaciones vinculadas al movimiento, a la actividad, a la relación con el otro (vivimos con, no existimos con). Incluso vivir nos evoca el goce, el placer de los sentidos, las emociones, la felicidad, la maravillosa alegría... "¡Está vivo!" Es un grito de júbilo, de celebración, de emoción. "¡Existe!" Es una constatación más bien científica, de laboratorio, mental. La diferencia es importante: existir, no implica necesariamente vivir.
Vivir es un arte que apenas se enseña en la escuela, ni en la universidad. Podríamos decir que han sido muy escasos los hombres y mujeres que a lo largo de la historia nos han legado sus reflexiones sobre el arte de aprender, de dar, de amar, de vivir, de convertirnos en personas. E.M.Gray escribió un ensayo bastante famoso, que tituló The Common Denominator of Success: El común denominador del éxito. Lo hizo después de dedicar mucho tiempo a estudiar qué era lo común a las personas que tenían éxito en su trabajo y, más en general, en el resultado general de su vida.
Curiosamente, su conclusión no situaba la clave en trabajar mucho, ni en tener suerte, ni en saber relacionarse (aun siendo todas estas cuestiones muy importantes), sino que, según E.M.Gray, "las personas con éxito han adquirido la costumbre de hacer las cosas que a quienes fracasan no les gusta hacer". Hay muchas cosas que no les apetece en absoluto hacer, pero subordinan ese disgusto suyo a un propósito de mayor importancia: saben depender de los valores que guían su vida y no del impulso o el deseo del momento.
Da igual que seas un estudiante universitario o una profesora de un instituto, un médico o una juez, una madre que se dedica por entero a su familia o bien otra que es además una joven ejecutiva de una multinacional; en cualquier caso (y quizá en este último más aún), en tu vida hay un reto muy importante en cuanto a la organización del tiempo. Para una persona con un mínimo de inquietudes en la vida, el reto probablemente no es lograr ocupar el tiempo, sino más bien saber sacarle su máximo partido.
Y no se trata simplemente de conseguir hacer muchas más cosas, sino de hacer las que pensamos que estamos llamados a hacer, establecer una juiciosa distribución del tiempo que nos permita alcanzar una alta efectividad en el trabajo y, a la vez, un uso equilibrado del resto del tiempo, en el que tenga cabida la familia, las amistades, la propia formación, la atención de otras obligaciones, etc.
Es más hoy tenemos que huir de la indefinición que da la colectividad, la masa o el borreguismo, llámalo como tu quieras pero es preciso que diariamente todos tengamos que hacer un esfuerzo para salir de la vulgaridad y no regresar a ella de nuevo. Tenemos que ir llenando la vida de algo que le dé sentido, apostar por una existencia útil para los demás y para nosotros mismos, y no por una vida arrastrada y vulgar. No nos podemos quedar en la simpleza de "trabajamos para vivir", cuando denotamos con nuestra actitud que vivimos para el trabajo y no como una forma de buscar con esfuerzo nuestro sustento y de los que nos rodean. No sabemos vivir.
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