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Abril no tiene sentido en Bangkok

JOSÉ MARTÍNEZ RUBIO. 06/04/2013 "April is the cruellest month". Abril es el mes más cruel. Este es el verso que repetimos los que no hemos leÍdo a Eliot"

Las teorías del caos

José Martínez Rubio

Becario de investigación en la Universitat de València
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BANGKOK. "April is the cruellest month". Abril es el mes más cruel. Este es el verso que repetimos los que no hemos leÍdo a T. S. Eliot, la frase más accessible para los que nos cuesta entender el "mixing memory and desire" del poeta norteamericano.

Se la escuché por primera vez a alguien que tampoco había leído a Eliot y me parecó ligera, certera y tan maravillosa que la hice mía. "Abril es el mes m´ñas cruel", explicó. Todo comienza de nuevo en abril: los dís con más luz, el calor, las expectativas. Parece como si la vida se llenara de promesas ante un periodo más propicio que el invierno. No dice primavera, dice abril. Exactamente abril. Y dice cruel, paradójicamente.

No tardé en incorporar esa idea para desacreditar, a modo de prevención, la histeria primaveral que tanto augura y tranto frustra en ocasiones. Por eso, enseguida me lancé a disparar contra toda felicidad incipiente con versos de Eliot que nunca había leído.

El peor v'értigo que trae consigo abril es el de enfrentarnos a un cuepo encerrado durante meses bajo capas de algodón y de lana. Cuando el frío desaparece, la proteccióin se vuelve inútil y es entonces cuando aflora la carne blanca y floja, el cansancio corpóreo que soportamos durante semanas y semanas de frío. El calor nos obliga a enfrentarnos a nuestro cuerpo, a nuestra carne, a nuestro enemigo más inmediato.

Eliot no lo dice, pero lo digo yo: el invierno nos protege de nosotros mismos.

No digo invierno, digo diciembre, pongamos por caso, cuando la mayor felicidad se encuentra envuelta en una manta frente al fuego de la chimenea, en la eternidad de una tarde lluviosa de domingo. Es ahí donde desaparecemos, donde nuestro cuerpo, nuestros complejos y los deseos que no nos atrevemos a cumplir quedan abrazados por innumerables capas de lana. Y bostezamos. Y nos dormimos porque nada puede ofrecer la oscuridad y el frío. Y por lo tanto, nada podemos esperar de todo ello.

"También se conquista un cuerpo", pensé una mañana de marzo al despertar junto a otro cuerpo tendido a mi lado. "No solo una mente", pensé. Y miraba mi cuerpo blanco y débil ante los primeros rayos de sol de marzo, y observaba a mi lado la carne dormida y relajda. La vergüenza de sentirse vulnerable no se esconde bajo ninguna sábana. "También se debe conquistar un cuerpo", maticé, "ese territorio en que nos jugamos casi todo lo importante".

Los budistas creen que habitamos un cuerpo que no es nuestro. Algo así. Que nuestro yo cambia de vida y de persona, que se rencarna en otro. Todo eso. No lo tengo claro. Creo más en la crueldad de abril.

Decidí hacerme un tatuaje en Bangkok. Había imaginado una noche de calor y un callejón con luces de colores a altas horas de la madrugada. Había imaginado un ventilador moviendo el aire pegajoso, mientras una aguja marcaba mi piel para siempre. Había imaginado un signo definitivo. Un corte. Un final. El principio de otra cosa.

"Porque un cuerpo también se tiene que conquistar", explicaba. Y aquella noche tracé las marcas de mi propia conquista. Había visto tatuajes enormes, repetidos, originals, ridículos, discretos... como en realidad somos todos. Una flor. Un dragón retorcido. Letras extrañas. Una pieza de puzzle. Un sol. Unas vías de tren. Allá cada cual con las marcas de su piel. Aquella noche en Bangkok decidí someterme al dolor de mi primer signo.

Abril no tiene sentido en Bangkok. El calor es sofocante todos los días del añlo. Los deseos bullen bajo la humedad tropical y nadie es capaz de esconderse de sí mismo. Todo queda expuesto. Todo se desgasta bajo un ritmo incesante, como de mantra, como de agonía.

Marqué mi cuerpo en Bangkok y en abril. Lo marqué para hacerlo mío, para volver a cualquier mañana de marzo (a aquella) y no sentirme vulnerable. Para que nadie ignore que no soy un cuerpo inmaculado.

"Mixing memory and desire", continuaba Eliot en un poema que nadie lee ya. Ahora llevo conmigo esa mezcla de deseo y de memoria, sobre un cuerpo que ya solo se expondrá marcado a conciencia ante la crueldad de otro cuerpo desnudo tendido a mi lado. Como si la primavera fuera eterna.

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José Martínez Rubio

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