VALENCIA. Menos mal que el pasado sábado se me ocurrió leer la revista semanal de El Mundo, "Yo Dona". Y en la página siete (las seis primeras son anuncios) la directora Marta Michel recomendaba esa semana "Los linguini con pornodorini y granchio (tomate y cangrejo)"que sirven en el restaurante Al Girarrostro da Cesarina en Milán, de reputación internacional. Menos mal, repito, porque no sabía donde ir a comer con mi familia el día siguiente, domingo.
Estaba dudando entre el Alain Ducasse, uno de los restaurantes mas caros de Nueva York, donde el renombrado chef francés ofrece las más absolutas exquisiteces de la cocina gala a un precio medio de 250 dóilares por cabeza o al Balthazar, de un ambiente distinguido pero a la vez informal, reconocido como uno de los restaurantes más cool de la ciudad, en puro corazón del Soho, donde podemos llegar a tropezarnos con estrellas de la música o modelos.
Pensaba también en el Masa, el más caro del centro de los rascacielos. Hoy por hoy, el local abierto por Masa Tacayama en Time Warner Center, se lleva la palma en cuestión de precio. Este restaurante japonés ofrece en sus 26 mesas menús degustación a partir de 300 dólares. Por supuesto la bebida no está incluida.
Francia también estaba en mi probable agenda. La Tour d'Argent es, sin ningún tipo de duda, uno de los restaurantes más famosos de Paris. Sus platos son exquisitos y su servicio es excelente. Por otra parte, sus impresionantes vistas al Sena ofrecen la posibilidad de degustar sus menús en el mejor ambiente posible, o Le Petit Zinc, que pasa por ser una de las mejores brasseries de la capital francesa, con su carta única y lugar codiciado por todos los turistas gastronómicos del mundo. Tampoco me importaría volver a La Brasserie Lip, que es otro de los mejores restaurantes de París, con el espíritu de la mejor cocina francesa, combinando lo antiguo y lo moderno con una maestría difícil de igualar.
En mi cabeza también rondaba Londres
Voy a menudo al Bentley Kempinski, una joya prácticamente desconocida. El chef principal, Andrew Turner, crea platos franceses hermosamente esculpidos. En otras ocasiones acudo al Gordon Ramsay en el 68 del Royal Hospital Road. Su chef estrella, Gordon Ramsay, inauguró su primer proyecto en solitario en 1998 y su idea era servir una cocina sencilla pero excelente en un ambiente íntimo. Desde entonces, ha ganado tres estrellas Michelín. No me disgustan tampoco el Petrus, el Tom Aikens, o los asiáticos como el China Tang o el Nahm, ni los japoneses Roka o Zuma.
Pero finalmente me decanté por Italia y no por Roma con su Terrazza dell'Eden, restaurante que ocupa el ático del hotel de lujo Eden, situado en Via Ludovisi 49, con una estrella Michelín, que muchos le consideran el restaurante más romántico de la ciudad, con ese menú variado, consiste básicamente en cocina italiana de diseño, con variedad de pastas rellenas y condimentadas con ingredientes de alta calidad y originalidad, y su extensísima carta de vinos y variedad de postres.
Descarté otros de mis favoritos en la Ciudad Eterna, como son el Restaurante Mirabelle, una joya culinaria situada en el Hotel Splendide Royal, en Via di Porta Pinciana, 14, y algunos más que no voy a citar por no extenderme demasiado.
Me decidí, como digo, por el recomendado por Yo Dona, y me sentí feliz de recibir la ayuda que no esperaba y tener solucionado el problema del condumio dominical. Así que me dispuse a organizar el acontecimiento familiar semanal de la mejor manera posible.
Normalmente, cada fin de semana, nos reunimos mi mujer, mis cinco hijos habidos de tres matrimonios diferentes, mi cuñado y la única tía que me queda viva. Hice las oportunas llamadas. Me fallaban varios: mi mujer me comunicó compungida que tenía que terminar una pieza del taller de costura para el lunes; mi hija más pequeña (niña, como digo) rechazó la sugerencia porque había quedado con las amigas para ir a ver la última película de Almodóvar; otro, no podía acudir al evento porque había quedado con amigos para ir al fútbol.
Sí hubo uno de mis hijos que aceptó sin ningún problema la invitación. Es el que suele fallar siempre, por lo que no me sirvió de mucho consuelo el que dijera sí. Nunca cumple. Y mi hija mayor también aceptó, pero con la condición de que además de ella tenían que comer su marido, sus dos hijos y los tres del matrimonio anterior de su cónyuge.
Mi cuñado aceptó de inmediato. Siempre tiene buen apetito y siempre está dispuesto a comérselo todo, pero lo de los cangrejos... Él se cuida mucho y no se permite ninguna licencia alimentaria. Así que me pidió que exigiera en el restaurante un certificado de sanidad de los cangrejos que además asegurase que habían sido cogidos sin sufrimiento alguno para el animal y en transportes adecuados para el matadero. ¡Vamos que no hubiesen padecido un holocausto!
La más problemática fue mi tía, que había quedado con unas amigas para ir a misa de doce, con lo que el llegar a Manises a la una, que salía el avión para Milán le venía muy justo y además estaba muy preocupada por "la sede vacante" y no quería perderse el nombramiento del nuevo Papa. Por lo que el salir de casa en estos días de incertidumbre pontifical le disgustaba, pero aceptó la invitación.
A pesar de todo, estaba dispuesto a seguir las recomendaciones de Marta Michel y sus "linguini con pornodorini y granchio" y decidí seguir con el plan a pesar de todos los inconvenientes y desertores. Me acerqué a la agencia de viajes más próxima y encargué el viaje para ¿nueve? al final: avión, hotel, restaurante...
¡Qué sorpresa me llevé al indicarme la empleada que todo aquello era imposible, que mi tarjeta no tenía saldo, y que no tenía ningún crédito en la empresa! ¡Que no me podía ir de viaje de ninguna manera! Protesté, grité, grité, ¡mis linguini!
Pero recapacitando me di cuenta del fallo: ¡Hasta el lunes no cobraba los cuatrocientos cincuenta euros del paro!
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