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El Príncipe
(2ª parte)

ÁNGEL MEDINA. 16/02/2013 "Otra meta a conseguir es no hablar ni pensar durante periodos largos de..."

VALENCIA. Nicolás Maquiavelo era funcionario en Florencia y por ello conocía bien todos los entresijos y chanchullos de la Administración. Su obra más famosa, El Príncipe, pretendía ser un libro de instrucciones para gobernantes. En él pregona la teoría de que la obtención y la retención del poder eran el fin último y que todo lo que fuera necesario para ello estaba justificado. ¿A qué época me recuerda esto?

Maquiavelo plantea que, el pueblo debe ser gobernado por un dictador o gobernante lo más estricto posible, porque sólo éste sabe como gobernarlo, es más inteligente y sabe con exactitud lo que es mejor para el pueblo, dejar que la ignorante sociedad se gobierne sola conduciría a una destrucción. Es decir: ¡la democracia a tomar vientos...!

Como ejemplo de por donde andaban sus teorías reproduzco una de sus sentencias: "Si el grupo principal, sea el pueblo, el ejército o la nobleza, que os parece más útil y más conveniente para la conservación de vuestra dignidad está corrompido, debéis seguirle el humor y disculparlo. En tal caso, la honradez y la virtud son perniciosas". Así se las gastaba el tío.

Este año 2013 se cumplirán 500 años de la aparición de El Príncipe de Maquiavelo. Una obra singular que ha servido de manual a muchas personas que se han dedicado a la cosa pública. Muchos sin saberlo.

De todas las naciones, de todos los partidos y de todas las épocas las características de algunos políticos han sido la mentira, la insidia, el engaño y la falsedad, como males menores y la prevaricación, cohecho y el robo como mayores. Corrupción ha habido siempre, antes de Maquiavelo, en su época y después.

Aparece este tema en el Antiguo Testamento y también en el Nuevo: hay un relato de unos "sobres" dados por los grandes sacerdotes a los soldados que custodiaban el sepulcro de Jesús, para que dijeran que los discípulos habían robado el cuerpo.

Mucho antes, el Código de Hammurabi escrito en el año S. XVIII a.d.C., ya contenía normas contra la corrupción de los funcionarios. Y no es éste un caso aislado, toda vez que de la antigua Roma, Grecia y Egipto, se ha rescatado documentación de prebendas extrañas dadas a políticos de estos estados.

Maquiavelo no inventó nada, su mérito fue describir claramente, por primera vez, cómo los intereses particulares han de estar por encima del interés general, ¡que es lo lógico! Y yo no digo que todos los políticos hayan leído a Maquiavelo, porque algunos incluso no han leído nunca nada, pero, sin saberlo, siguen sus instrucciones porque la codicia la llevan dentro y es la que mueve sus acciones, como indica el pensador florentino.

Y lo que vemos hoy es que la corrupción se ha generalizado como nunca antes, debido seguramente a los años de crecimiento, abundancia, lujo y desenfreno que estamos viviendo. Y cada día aparece un nuevo político implicado en algún asunto turbio. Y la lista de imputados aforados no para de crecer, para asombro de los inocentes ciudadanos que no acaban de creerse lo que está pasando.

Por todo lo cual se me ha ocurrido la idea de escribir la segunda parte de El Príncipe, a la que voy a titular El Príncipe II y que va a ser un segundo manual. Si el primero servía para adoctrinar a la gente en el camino de llegar a ostentar un cargo público y ha tenido su éxito, el segundo, el mío, va a estar dirigido a un nuevo objetivo, de extrema actualidad y seguro que se va a convertir en un best-seller.

Adelanto algunas recomendaciones: Para los fines del libro es muy importante para el educando olvidarse de todas las adicciones: alcohol, tabaco y por supuesto cualquier tipo de droga dura. Hay que aprender a ducharse, enjabonándose y enjuagándose con una sola mano el cuerpo, mientras tapas con la otra el culo.

Con la práctica y mis consejos se puede hacer una buena tabla de gimnasia en un metro cuadrado y sin gemir ni sudar excesivamente. Es imprescindible poder aguantar cinco o seis horas mirando al techo fijamente sin inmutarse o seguir el vuelo de una mosca durante ese mismo tiempo.

Otra meta a conseguir es no hablar ni pensar durante periodos largos de semanas o meses enteros. Y vivir sin dinero, sin documentación, y ¡sin móvil! Y, sobre todo, no ir estreñido. Con supositorios y posturas simias, con lavativas, y otros métodos, que incluyo en mi obra, es prioritario que uno se acostumbre a defecar siempre a la misma hora y en pocos minutos.

Y algunas cosas más. Así, el que haya llegado a político con Maquiavelo, podrá estar sin mucho trauma en la cárcel, cumpliendo tranquilamente su condena, si ha leído mi libro y sigue mis instrucciones...

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1 comentario

angel cifre escribió
17/02/2013 12:11

Jejeje! muy bueno! aunque las condiciones de vida de los políticos que pasan sus días en una de las cárceles españolas,si es que hay alguno, seguramente difieran mucho de tu descripción. Y eso que las cárceles españolas tendrían que estar repletas de políticos corruptos...

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