VALENCIA. Yo, señor, no soy malo, pero en ocasiones me gusta Mourinho. Quiero decir, me gusta Mourinho como me gustan las hamburguesas de McDonalds algunas tardes, o como me gusta fumar compulsivamente algunas noches, es decir, a sabiendas de que todo eso es muy malo. Procuro no decirlo mucho, ciertamente, pero tampoco me escondo cuando Mou le mete el dedo en el ojo a Tito Vilanova, ese gran provocador. Yo, señor, soy gente honrada.
Sin embargo, tengo un amigo que me pone a prueba de vez en cuando. Cuando recibo un mail suyo me temo lo peor. Lo abro rápidamente y siempre suele poner una pregunta simple, ni saludos, ni despedidas, ni preámbulos de cortesía. Esta semana, de repente, me entró de la siguiente manera: "¿Qué opinas del programa de tetes y tetas de Callejeros?". Así, sin más. "Muy chulo", le dije. Pero nunca envía un correo de vuelta con su opinión. Se conforma, pienso.
"¿Qué piensas de la dimisión de Esperanza Aguirre?", "¿Qué te parece lo de Sánchez Gordillo en el Mercadona?", "¿Has visto el anuncio de Loewe?". Nunca cae en la trampa de hacer valoraciones previas, por lo que mis respuestas (que nunca obtienen réplica, insisto) se lanzan kamikazes al vacío con los brazos abiertos y el corazón en un puño.
Esa misma noche mi hermana me preguntó lo mismo. Por supuesto que había visto "Tetes y tetas", pero me extrañó que durante toda la semana el relato moral de nuestro país girara en torno a un programa sensacionalista y que hubiera acabado incluso siendo objeto de discusión en una cena familiar.
"Opino lo que todos, Laura". "Yo también", contestó sabiamente mientras su hijo aplastaba setas con el Súper Mario Bros. Y recordé una escena maravillosa de Nanni Moretti en Il Caimano, en la que mientras conduce el propio Moretti, al ser preguntado por uno de los escándalos de Berlusconi, responde con indolencia y sin dejar de mirar la carretera: "Veramente, il problema è che già sappiamo tutto".
Lo sabemos todo. ¿Por qué discutir concienzudamente, entonces, sobre algo en lo que todos estamos de acuerdo? Precisamente por esa misma razón: para estar de acuerdo todos al menos en una cosa: lo shore no nos gusta.
A la Generalitat Valenciana "tetes y tetas" le parece indignante. Y a mi hermana. Y a quien me escribe correos con preguntas. Y a mí. Y a todos, imagino. "No es representativo de la juventud valenciana". Obviamente. Igual de obvio que decir que fumar es malo, que el amor es sufrir, que Mourinho es un broncas, que las hamburguesas de McDonalds engordan, que en la India hay mucha miseria o que en Valencia el calor es distinto al de Madrid porque es húmedo. Obviedades que repetimos como un mantra. Convencidos. Que son verdad, pero que no explica la fascinación que nos producen.
Por ejemplo, yo no puedo determinar el día o el momento en que empecé a fumar, y ni mucho menos las razones. Admito que empecé en una época turbulenta. Sin embargo yo, que he vivido siempre en la corrección, he ido ganando progresivamente espacios de permisividad, de manera controlada, quizás para reafirmarme en esa misma corrección que me acompañará el resto de mi vida. Por qué fumo... pues para tener una conciencia exacta del mal. Todo el mundo sabe que fumar es pernicioso, que es absurdo llenarse los pulmones con capas de alquitrán. Repitámoslo hasta la saciedad: fumar es malo. Una obviedad. Pero esa obviedad, esa maldad, me redime de ser verdaderamente malo. La transgresión controlada refuerza los límites frente a lo perverso.
Me lancé a escribir todo esto en un mail como respuesta a la pregunta de mi amigo. Le dije que "Tetes y tetas" no es que estuviera "chulo", sino que en realidad (quisiéramos o no) su rechazo nos protegía de esa misma imagen hortera y zafia de los chonis que exhibían músculos y tatuajes. El mail continuaba: ese alarde de incultura y cutrez no solo nos ponía en guardia frente a la vulgaridad de los otros, sino que a nosotros además nos hacía sentir menos incultos y menos cutres que los tetes y las tetas. "Subconscientemente", finalizaba el correo, "purgamos en los demás lo que nos repele de nosotros mismos; ese programa nos hace el juego sucio, nos limpia de nuestras culpas, de nuestros propios deseos inconfesables". Fin.
Por eso a mí me gusta Mourinho. Quiero decir, que me gusta a sabiendas de que es malo. Y fumo, y también me gusta. Y como hamburguesas de McDonalds. Todo eso en realidad nos hace mejores. Más sanos mentalmente.
Mi amigo no me ha contestado al mail después de todo esto. Es más, empiezo a pensar que quizás no vuelva a preguntarme. Él es más de Tito Vilanova, un provocador nato.
Jamás había visto tanto párrafo para decir tan poca cosa. Un ejercicio de vacuidad, sí señor. ¿De verdad a los periodistas os dejan escribir tantas veces "yo"?
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