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Instagram y Russafa, un clásico

JOSÉ MARTÍNEZ RUBIO. 17/11/2012 "Conozco a verdaderos capullos que pasarían por admirables gracias a..."

Las teorías del caos

José Martínez Rubio

Becario de investigación en la Universitat de València
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VALENCIA. Hace poco leí algo perturbador: la vida imaginada es mucho mejor que la vida recordada. No suelo abandonarme fácilmente al nihilismo, así que ante semejante concesión, pasé página e intenté olvidar esa llamada a la nada.

No sé por qué razón, a los pocos minutos regresé unas páginas atrás para volver a leer la frase. La busqué entre los renglones y cuando la tuve, leí lo que le precedía y lo que venía escrito después. No tenía nada que ver. Era una máxima que figuraba por sorpresa en medio de un párrafo normal, incluso bastante malo (quizás lo normal se nos esté volviendo malo... también es posible). La frase también lo era: la vida imaginada es mejor que la vida recordada. La segunda vez la leí sin el "mucho"; no estaba por ningún lado.

Tengo que confesar que las frases de la vida me parecen ridículas y pretenciosas, y que contienen algo de extorsión para quien las lee. Entre lo gratuito de la sentencia y sobre todo lo grandilocuente del gesto de acompañarlas de un nombre rimbombante y probablemente falso ("Winston Churchill", "Mahatma Gandhi", "Heráclito"...), me parecen insoportables.

Saqué un bolígrafo de la chaqueta, subrayé la frase y puse al margen: "No". Y pasé las páginas para recuperar la historia que tenía en suspense. En ese momento, se acercó el camarero con el café que le había pedido. "Dos veinte", me dijo casi sin mirarme. "Joder...", pensé (hay veces que es mejor no pensar nada más). Pagué y me fijé en el sobre de azúcar: "Abraham Lincoln"...

Tras los ventanales del café había parado de llover. La calle estaba desierta y el suelo relucía en un gris brillante. Era media tarde y yo tenía aún media hora más para esperar, tomar un café, o dos, leer algo... En ese momento, dos chicos se pararon en mitad de la calle y encuadraron la escena con su iPhone. El pavimento mojado, el sol tímido, un café parapetado tras la lluvia, una esquina de Russafa... carne de Instagram. Lo peor de todo es que apuntaban hacia mí con el iPhone. Así que cogí el libro de nuevo para completarles la instantánea...

La vida imaginada es mejor que la vida recordada. Y si es con Instagram todavía más. La vida (pensé) es mucho más bonita en alta definición, con una saturación intensa, un filtro de luz potente y con predominio de los colores cálidos, naranjas, amarillos, cremas... Muy pastelón a pesar del gris brillante. Las vacaciones son perfectas. Los momentos cotidianos, también. Las personas a quienes retrato, por supuesto. Instagram (pensé) nos da una imagen de felicidad mucho mayor a la real.

Imagino que algo tiene que ver esa estética de la nostalgia, ese tiempo antiguo que se supone mejor, que se supone juvenil y auténtico. El punto clave está en que los que formamos la Generación Instagram nunca vivimos la vida con los colores con que la queremos representar, nunca la vimos muy soleada, nunca la vimos tan digna de retenerla en una imagen. Quizás por un presente incapaz, tendemos a captarlo y expresarlo con un velo de nostalgia.

Instagram y Russafa, un clásico. Conozco a verdaderos capullos que pasarían por admirables gracias a sus fotos casi transparentes. Qué sensibilidad. Qué tranquilidad. Qué felicidad.

Levanté la vista en dirección a la calle, y los dos chicos continuaban apretando el iPhone. Revisaban la imagen, pulsaban botones y levantaban de nuevo el móvil para tomar otra. La felicidad, aparte de estar invadida por la ficción, es lenta (pensé).

El camarero me trajo las vueltas en el momento en que empezaba a sonar en el hilo musical "Le temps de l'amour", de François Hardy... Demasiado moderno y demasiado nostálgico (pensé). Demasiado pastelón (concluí). Demasiado, en general. Y fui consciente de que se me había dibujado una sonrisa nerviosa. Entonces hice lo que cualquier persona hubiera hecho. La vida imaginada es mejor que la recordada.

Volví sobre la frase subrayada y completé la nota al margen: "No sé. Revisar Instagram. Peligro". Y subrayé la palabra "Peligro". Automáticamente se hizo justicia porque comenzó a llover de nuevo, y los chicos del iPhone salieron corriendo calle arriba.

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José Martínez Rubio

Becario de investigación en la Universitat de València
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3 comentarios

21/11/2012 09:14

Gracias por responderme: si, tiene razón cuando la nostalgia inunda toda nuestra vida presente no nos permite avanzar porque nos pasamos el tiempo pensado en "lo que fue antes y no en el presente" Ruego no lo tome Ud en un sentido "paternalista" cuando sus mochila de la vida estén mas cargadas saque conclusiones de aquellas cosas buenas del pasado para ponerlas en practica (si se pueden) y deje las negativas.Al menos así se lo explico a mis dos hijos de 31 y 34 años respectivamente.Y como yo me considero "senior-joven" le puede decir que pienso mas en HOY QUE EN EL FUTURO.- HARDY fue uno de mis referentes en mi juventud y en mi presente.- Atte Alejandro Pillado Valencia 2012

Sr. Martínez Rubio escribió
20/11/2012 19:07

Buenas noches Sr.Pillado. Muchas gracias por este comentario y por otros. A mí me encanta la nostalgia... que no nos la quiten. Y la canción de Hardy es estupenda. Ahora bien, la nostalgia es el síntoma de un vacío presente. Y eso es lo peligroso. No sé qué piensa...

19/11/2012 20:29

Buenas noches Sr Martinez Rubio: he leído con atención su relato hay dos menciones que me han llamado la atención 1.-la frase muy realista (desde mi punto de vista) "LA VIDA IMAGINADA ES MEJOR QUE LA VIDA PASADA" podría ser así si además algunas de nuestras imaginaciones se convierten en realidades.- 2.-La segunda hace mención a Francois Hardy mas de mi época que de la suya. Quizas, como dice Ud "demasiado pastelon de nostalgia" pero, la nostalgia es buena cuando se recuerdan los temas positivos y se dejan en el armario aquellos que nos han causado ¿dolor? ¿pena? Atentamente Alejandro Pillado Valencia 2012

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