VALENCIA. Un año y medio después de la famosa foto en la que Rodrigo Rato posaba extendiendo generosamente sus brazos para acoger en ellos a los de los presidentes de las otras seis cajas -Bancaja entre ellas- y celebrar así el nacimiento del SIP que posteriormente daría lugar a Bankia, el estilo y filosofía empresarial de la entidad dominante, CajaMadrid, se ha impuesto como por otra parte era lógico a las culturas empresariales de sus socios, especialmente a la del otro gallo del corral, precisamente la caja valenciana.
Y si en un principio fueron varios los directivos de Pintor Sorolla que acudieron a servir al parto de Bankia, el tiempo y la selección natural en una organización naciente ha conducido a la mayoría de ellos a buscar el camino de vuelta a casa, algunos en otros puestos y otros con mas o menos buenos acuerdos de desvinculación. El caso más llamativo, ocurrido hace apenas un par de meses, fue la renuncia de Aurelio Izquierdo a su puesto en la alta dirección en la sede madrileña del banco para aceptar el de consejero delegado primero y la presidencia después del Banco de Valencia.
Permanecen en Madrid otros excelente profesionales procedentes de Bancaja en niveles de menor rango, entre ellos Sebastián Ruiz (departamento de márketing), Adolfo Porcar (jurídico) o Miguel ángel Soria (auditoría), alguno de los cuales podría seguir el mismo camino. Sin embargo, entre los hombres de la caja valenciana presente en Madrid desde el principio ha emergido uno de ellos en unos de los puestos de mayor responsabilidad del banco. Se trata de Pedro Vázquez, el ‘último mohicano' de la Caja de Ahorros de Valencia, Castelló y Alicante -sin contar al vicepresidente José Luis Olivas, jugador de otra liga- que permanece, y con más galones, en la alta dirección de Bankia, aunque su puesto de trabajo no esté situado en la emblemática Torre de Kio de la Plaza de Castilla, sede operativa del banco, sino en su bunker informático, situado allá, al fondo a la derecha, en Las Rozas...
Vázquez acaba de ser confirmado hace escasos días al frente de la estratégica y vital Dirección de Medios (operaciones, plataforma informática, Internet... es decir, los circuitos internos de la casa y sus conexiones con la red de redes, asuntos vitales sin los cuales ninguna entidad financiera en estos tiempos sería nada) y se ha convertido por mérito propio en el sheriff de la unificación tecnológica de las siete entidades financieras que conforman el grupo, una tarea vital para su futuro.
Cuenta Vázquez con galones suficientes para cumplir la misión encomendada. Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad Autónoma de Madrid y censor jurado de cuentas, comenzó su actividad profesional en Arthur Andersen, fuente que ha surtido tradicionalmente de directivos a la casa (entre ellos sus últimos tres directores generales, Fernando García Checa, Aurelio Izquierdo y Juan Zurita). Mas tarde pasaría a Avidesa/Luis Suñer, S.A desde donde saltaría a Bancaja como director de Marketing y de Recursos Técnicos y después director general adjunto y director de Operaciones de Grupo Bancaja.
Su misión en estos momentos consiste en integrar con éxito los sistemas informáticos de las siete cajas de ahorro que dieron lugar al SIP, luego al BFA y finalmente a Bankia (con salida a Bolsa incluida), un proceso que la entidad está recorriendo velozmente a bordo de las botas de siete leguas de su presidente y para la que resultan imprescindibles directores ‘de orquesta' contundentes, eficaces y con ligera mochila a la espalda. En realidad, de lo que se trata es de extender el modelo de -lógicamente- Caja Madrid, el más complejo y costoso, hacia las otras seis entidades (de momento solo se ha logrado hacer con la de Ávila, la única que ahora puede afirmar que ya es uña y carne con Caja Madrid dentro del "nuevo banco de la nueva banca").
Cualquiera que conozca a los responsables de informática de cualquier empresa, de cualquier sector, sabe cómo se las gastan estos 'gladiadores' altamente cualificados y generalmente inaccesibles contra los que poco o nada pueden hacer el resto de los mortales de la empresa en caso de conflicto, salvo rendirse sin condiciones y aceptar sus cláusulas. Esta cicunstancia es la que da valor al trabajo de Vázquez desde el puente de mando de Bankia: debe batirse cotidianamente con los responsables de informática y operaciones de las siete cajas. Con seis de ellas para que asuman en su integridad el sistema decidido desde la cúpula que, como ya está dicho, es el de Caja Madrid. Y con la séptima, es decir, la madrileña, para romper con las inercias de un equipo que se sabe superviviente, pero con todas las debilidades que ello acarrea en una máquina en busca de la eficacia.
La apuesta de Rato ha sido acertada: Pedro Vázquez era seguramente el mejor de los ‘siete magníficos', ha renunciado al sistema de Bancaja para trabajar a favor del dominante, se ha llevado a su gente de Valencia para que le ayuden en Madrid en todo el proceso (dicen que han ido en plan kamikaze: suponen que cuando acabe el proceso de integración su misión habrá acabado y por tanto su puesto de trabajo podría ser suprimido) y, sobre, todo, está situado orgánicamente por encima del equipo de CajaMadrid sin pertenecer a CajaMadrid, lo cual le permite un gran margen de maniobra, sin ataduras ni compromisos y con libertad suficiente para actuar como estime conveniente.
Así que ya saben, cuando en el futuro por fin puedan utilizar una sola tarjeta para los cajeros de Bankia, actuar con un único portal de banca por Internet o sea la que sea la oficina de Bankia a la que entren en cualquier punto de España y puedan operar con su cartilla como si fuera de Bancaja, sepan que todo lo hizo un tipo duro situado en la sombra y curtido profesionalmente en Valencia, edificio Cemeca.
El caso de la Administración que se quedaba
con las subvenciones de los emprendedores
En un gesto inhabitual que le honra, el presidente Alberto Fabra se ha disculpado públicamente ante los proveedores de la Generalitat por los serios problemas de cobro que están sufriendo, algunos desde hace demasiados meses, otros -los farmacéuticos- sólo desde hace dos, aunque por el ruido y las amenazas planteadas parecería que se hayaran al bordel del hambre. Se hace cargo el presidente de una situación que no ha generado, sino heredado, y marca un estilo desconocido hasta el momento. Todo lo cual no evita la indignación antes las situaciones de impago que, como setas, van apareciendo en los aledaños de una Administración autonómica que con la justificación de las elecciones generales aun no ha cogido los cuernos del verdadero toro con el que le toca lidiar.
Y si bien existe acuerdo generalizado acerca de que las grandes soluciones de la crisis deben articularse de forma global en un ámbito que supera en mucho el autonómico, también es cierto que existe un terreno de responsabilidad correspondiente a estas administraciones regionales que no pueden esquivar ni aplazar por más tiempo so pena de perder la escasa credibilidad que laun les resta ante la mayoría de la sociedad. Se trata, simplemente, de la obligación de reducir su sobrecapacidad estructural (exceso de capacidad instalada, dicen los empresarios), construida irresponsablemente durante lustros de mayoría absoluta, oposición desarmada cuando no cómplice y lideres carentes de escrúpulos a la hora de manejar los fondos públicos.
Fabra y su gobierno no han sido los causantes directos de la situación, pero han formado parte de la organización política que los ha permitido sin que se tengan noticias de movimiento interno alguno de oposición o crítica a tal estado de cosas. En los días de vino y rosas todo eran plácemes, platillos y fanfarrias. Ahora que la situación se ha convertido en una pesadilla, rodeados como estamos de un gigantesco rebaño de vacas flacas, es incomprensible que cinco meses después de las elecciones autonómicas el Consell siga aplazando e incluso ocultando a la opinión pública las duras medidas que es necesario y urgente aplicar no ya para hacer frente a la crisis (para eso hará falta algo más que simples medidas locales), sino simplemente para evitar que siga abundando en el deterioro de las condiciones de vida de la sociedad valenciana. Solo los intereses particulares del partido en el Gobierno explican tal retraso. Un argumento que en cualquier sociedad verdaderamente desarrollada, al menos desde el punto de vista democrático, debería bastar para invalidar al partido gobernante para seguir haciéndolo.
Son desmoralizantes circunstancias como las que describe Ángeles Pérez -una joven empresaria valenciana de un sector tan de vanguardia como el de la biotecnología (el I+D en estado puro)-, en la entrevista que hoy mismo publica en portada ValenciaPlaza.com. La empresaria lamenta cómo habiendo obtenido ayudas económicas procedentes de la Unión Europea, éstas han sido retenidas inexplicablemente por la Generalitat, que es quien las canaliza, y con ello dificultado el desarrollo de la empresa cuando más necesita de financiación. Mientras, decenas de organismos públicos perfectamente inútiles para la sociedad siguen consumiendo a paladas unos recursos mucho más necesarios en otros ámbitos.
Parece dudosa la utilidad de votar a un partido que muestra estos comportamientos, así como a una oposición que los comparte por los mismos motivos.
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