VALENCIA. Defiendo una hipótesis que, a grandes trazos, sostiene que cada nuevo conseller de Hacienda llega al puesto con la firme decisión de poner freno a la deuda de la Generalitat Valenciana, trabaja duramente en ello e incluso logra algunos avances que, finalmente, se ven sobrepasados por la realidad de los vencimientos y la necesidad de seguir endeudándose para evitar impagos y acaban arrojando la toalla.
En ese perfil identifico especialmente a los dos últimos responsables de la cartera económica. Recuerdo a un joven Vicente Rambla llegar a la calle Palau procedente de la Agencia Tributaria, de la que fue delegado para la Comunitat Valenciana, con ese seriedad propia de los inspectores de Hacienda dispuesto a cambiar las cosas. De igual modo me viene a la memoria la seguridad con que tomó las riendas Gerardo Camps tras pasar por la Secretaría de Estado para la Seguridad Social. Y sin embargo, el balance de sus mandatos no puede ser más decepcionante: la deuda desbocada y la caja de la Generalitat con serios problemas, cuanto menos de liquidez.
Quizá sea por ese motivo por el que no me sorprende el discurso enérgico que está desplegando José Manuel Vela, nuevo conseller de Hacienda, en sus primeros días. Y vistos los precedentes, la lógica me lleva a situarme en un prudente escepticismo, con el deseo, eso sí, de que sea él quien rompa la teoría que les planteaba al principio de esta columna.
La tarea de Vela se antoja casi quimérica a la vista tanto de la situación de los mercados como de la economía. Con los ingresos cayendo en picado y el acceso a dinero nuevo (o a la renovación del viejo) caro y difícil, al conseller no le queda otra que recetar recortes. En resumen, si no hay ingresos, no hay gasto.
Un plan tan evidente como complicado de cumplir. Él lo debe saber más que nadie, puesto que ha convivido con los tres últimos responsables de la cartera que ahora está en sus manos. Un hecho que se le está recordando desde la oposición. ¿Cómo va a arreglar el problema alguien que ha contribuido a su creación?
Quizá la clave de la firmeza en sus propósitos haya que buscarla en una de las razones que repite cuando se le pregunta por qué aceptó el cargo cuando ya había metido en cajas todas sus cosas para volver a la universidad: "La condición que he puesto es que me dejen hacer".
Vela ha pedido, por tanto, manos libres para decir que no. Para negarse a autorizar más gasto del ahora presupuestado y para recordar a todos los consellers que no hay dinero y que se las tienen que apañar con lo que tienen, si es que a estas alturas del año les queda algo.
Una primera muestra la dio esta semana. Tras la primera reunión de la Comisión Delegada del Consell de Hacienda y Presupuestos, el conseller de Economía e Industria, Enrique Verdeguer, dijo públicamente que pronto habría un plan de pagos a los proveedores. Vela le enmendó también en público de forma bastante tajante, afirmando que, tal y como están las cosas, es muy complicado saber cuándo se podrá tener ese plan.
Lo cierto es que Vela no se convertirá en el conseller más popular entre sus compañeros de Consell a base de decir que no. Sin dinero, el margen de maniobra en las consellerías es escaso, algo que generará frustración entre los nuevos responsables, ansiosos como están por demostrar que valen para el cargo.
Pero el plato fuerte está por venir: los recortes. Vela también ha exigido a todos los consellers que revisen, línea por línea, los presupuestos y le presenten una rebaja sustancial (¿de dos dígitos?) para las cuentas del año que viene. Es justo ahí donde se verá el alcance, en importe y en partidas de gasto, del plan de austeridad.
Bajo su responsabilidad queda lograr mejorar los ingresos -ha insinuado un plan para aflorar la economía sumergida- en un momento crítico. Una misión en la que se encontrará con grandes obstáculos. El recurso a los mercados es una vía muerta: los inversores no aceptan nuevas emisiones de deuda y los bancos cancelan líneas de crédito. Y respecto a la reforma del sistema de financiación de las autonomías no parece que sea un debate que esté sobre la mesa, aunque el conseller quiere promoverlo en el próximo Consejo de Política Fiscal y Financiera.
Son retos inaplazables y urgentes. Pero ante todo, Vela debe demostrar a sus compañeros de Consell, incluido el presidente, al Gobierno central, al que reclama ayuda, a los mercados, a los que necesita, y a sus acreedores, que acumulan facturas sin pagar, que va en serio. Porque si al final todo acaba en una operación de maquillaje (como suprimir fundaciones inactivas o recortes de altos cargos que acaban recolocados) y el manido recurso de echarle la culpa a Madrid, estaríamos antes una irresponsabilidad de consecuencias impredecibles.
CAIXA DE GROS
Llamar desinversión a las ventas casi desesperadas de las participaciones empresariales de Banco de Valencia (Corporación Dermoestética) y CAM (TUI) que se han conocido esta semana parece poco apropiado para lo que se asemeja más a una liquidación por final de temporada.
La carrera por lograr fondos para asear los coeficientes de solvencia está provocando que se venda a precio de saldo (y con minusvalías) unas participaciones que, en momentos no muy lejanos, eran el orgullo de las entidades financieras valencianas.
En el caso del Banco de Valencia, la caída de cotización y la necesidad de reforzar su core capital se está convirtiendo en una pesadilla cada día que pasa. En el de CAM, su intento de zafarse de la nacionalización buscando en sus bolsillos cada céntimo que pueda rebajar los 2.800 millones que necesita de ayudas públicas, es una carrera contra el tiempo.
El viernes se van a dar a conocer los resultados de los tests de estrés de la banca. Las entidades ya los conocen. Ahora se harán públicas virtudes y miserias que aportarán más pistas sobre el futuro de alguna de ellas.
CAIXA DE MENUT
"Es la primera vez que me han llamado de Bancaja en todos mis años como cliente y ha sido para ofrecerme acciones de Bankia", me contaba un amigo la semana pasada, contrariado por esa apelación a ser bankero mientras le subían las comisiones.
Es el poder de la ventanilla, la vía por la que el primer banco de la nueva banca está tratando de colocar el 60% de la oferta pública de suscripción de acciones. En el sector financiero se da por hecho que no habrá problemas para colocar el tramo minorista. Prácticamente todas las oficinas bancarias de España están en ello. Una cuestión de Estado, dicen. Hasta el presidente de la Cámara de Valencia, José Vicente Morata, o el propio conseller de Hacienda, José Manuel Vela, han animado a participar en la OPS o incluso han dicho que van a comprar.
Esta semana es decisiva para el futuro de Bankia en bolsa. Tantas esperanzas se han puesto en el éxito de esta OPS que a uno le entra vértigo solo pensar en los desastres que vendrán si el día 20 de julio Rodrigo Rato no toca la campana del inicio de la sesión.
Por mi parte, les cuento que el viernes inicio mis vacaciones, por lo que Taula de canvis abre un paréntesis veraniego. Les veo en septiembre.
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