LAMU (KENIA). Toto tiene 5 años, le acaban de diagnosticar el virus VIH. Su mirada lo dice todo. Una mirada tímida y dulce pero triste, una mirada enferma y tierna al mismo tiempo. Una mirada que desde que pasó por la consulta del Hospital Pablo Horstmann de Anidan ya tiene otra luz de esperanza, futuro y optimismo aunque siga siendo esquiva y delicada.
Es el pequeño de tres hermanos. Su madre murió hace dos años, y su padre también tiene el virus (como aquí llaman al Sida), una pierna dañada que le limita la movilidad y que le obliga a caminar apoyado sobre un palo. Hombre de constitución débil y aparentemente frágil, que no tiene dientes y que vive como puede vendiendo alcohol de palma. Con lo que saca mantiene a sus tres hijos.
Un padre que nos ha demostrado que a pesar de todo lo que lleva a sus espaldas, lucha por sus hijos en la medida que puede. Una vez le detectaron el virus al pequeño, se comprometió a seguir las revisiones y el tratamiento médico para que su hijo mejore. Y cumplió su palabra. Acudió a la cita en el hospital el día y la hora que le dijeron, encajó de manera muy responsable el diagnóstico de su hijo y a partir de ahora lucha para que su hijo mejore en salud y pueda acceder a la escuela.
Y es que la falta de recursos de su padre y la debilidad física de Toto son las causas principales que este niño no vaya a la escuela. Es la condena que le toca vivir, además de su enfermedad estar condenado a ser una persona analfabeta sin oportunidad de mejorar su vida y de salir de la pobreza. Una de las injusticias y de las secuelas de la pobreza y de la enfermedad.
Casos como este hacen que todo el esfuerzo personal, profesional y económico que suponen los outreach tengan sentido. Solo con que se detecte un caso así, entre los casi 50 niños que fueron revisados, y se abra la posibilidad de salvar al vida de un niño, todo merece la pena.
Por ello el hospital Pablo Horstmann de la ONG Anidan hace los outreach, exploraciones en terreno y un trabajo de campo vital para detectar este tipo de aldeas, sus carencias y sus riesgos, y desplegar todos los medios que su hospital y su equipo médico pueden ofrecer. Un despliegue médico sanitario total y profesional que se encarga de sacar el hospital fuera del recinto de Anidan con tres finalidades principales: por un lado, dar a conocer el hospital a zonas y poblaciones de Lamu alejadas y abandonadas, y por otro lado, chequear a niños y detectar enfermedades graves que de otra manera no tendrían acceso a la sanidad digna y profesional. Y por ultimo, trabajar en la sensibilización sanitaria de la población con gestos preventivos que incluyen desparasitación, proporcionar vitamina A para evitar la ceguera, y ofrecer charlas en salud preventiva para evitar enfermedades prevenibles. Y así se hizo. Decidí acompañarles ese día.
Era sábado y a las 7:30 empezó nuestro día rumbo a una aldea llamada Mararani cerca de Shella, en la isla de Lamu. Se trata de uno de los poblados pobres de la zona con un agravante más, su tasa de alcoholismo. En esa aldea existe un gran problema con el alcohol, no son musulmanes y este detalle junto a los innumerables problemas que cargan a sus espaldas les da licencia para ahogar sus pena y sus problemas en alcohol. La consecuencia que esto provoca entre su población es un abandono generalizado que afecta a los niños de manera directa.
Llegamos sobre las 8 de la mañana en barco, al poblado. Un poblado cuya construcción es ecológica y muy higiénica. Las casas están construidas con palos de madera y hoja de palma, lo que la hace muy sostenible. Además cuenta con poca basura alo que se agradece y se nota en la salud de los niños ya que la suciedad provoca enfermedades e infecciones que se pueden prevenir. Por ello desde hace un tiempo además de la parte estrictamente médica, Anidan aprovecha cada una de estas salidas para analizar también la gestión de residuos de las poblaciones y el estado de sus aguas.
Así es como se rompe el circulo vicioso que se genera entre el agua de los pozos que no está tratada, los parásitos intestinales y la malnutrición. El agua tratada cambia radicalmente el panorama de las poblaciones en el aspecto sanitario, supone un antes y un después para su población. Muchos de los casos de niños enfermos vienen provocados por el entorno y la pobreza en que se vive. Esta falta de condiciones higiénicas provoca infecciones y dolencias en los menores. Y es que el agua tratada, la correcta gestión de residuos y las administración de medicinas hacen que el trabajo médico sea completo.
Los burros cargaban las cajas con las mediciones, vacunas e instrumentos que los profesionales del hospital Pablo Horstmann de Anidan necesitan para una exploración básica. Una medicación que entregan de manera gratuita a sus pacientes a través de su farmacia lo que supone un esfuerzo importantísimo para la Fundación Pablo Horstmann.
Hasta allí se desplazó un equipo de tres médicos españoles -coordinado por la Doctora Helena Navarro - y un médico local, tres enfermeras, dos farmacéuticas, un analista de laboratorio, tres personas de apoyo logístico, un traductor, un ingeniero que analiza el estado de las aguas y del terreno y dos militares que garantizaban la seguridad de la zona ya que se trata de un lugar donde siempre es mejor ir acompañado. Todo un equipo que fue recibido por el responsable de la aldea quien nos acompañó al lugar que habían habilitado para pasar consulta. El lugar elegido había sido la escuela de la aldea. Un lugar muy agradable y cuya decoración colorida e infantil hacia menos duro el motivo de la visita.
Y es que estas visitas son duras tanto física como psicológicamente por los casos de enfermedad infantil que se encuentran. Hay diagnósticos de todo tipo, más graves y menos graves. Una de las más habituales son, por ejemplo, las famosas jiggers. Casi todo los niños que pasaron por consulta tenían jiggers, se trata de unos gusanos que afectan a la uña y que si no se eliminan y se desinfecta bien en el momento pueden incubar huevos que hacen una reproducción difícil de controlar. Y la gran mayoría de los niños tienen jiggers por las condiciones de la zona pues se trata de arena blanca donde viven las mismas, por la falta de higiene y por no usar zapatos. Es habitual pero no deja de ser impactante y aunque no sea de extrema gravedad, pues tiene fácil solución.
Lo que es un problema más grave es la malnutrición generalizada que existe en la zona. Muchos niños que ríen, juegan, corren y saltan están malnutridos. La falta de recursos y el desconocimiento de las madres y padres a la hora de alimentar de manera correcta a sus hijos hace que el porcentaje de niños malnutridos sea elevado. La función de los outreach es detectarlos y darles cita para que acudan al hospital donde se les tratara y de les hará un seguimiento. Pero si no se hace este trabajo de detección en terreno, es difícil que ellos por iniciativa propia acudan al hospital, están acostumbrados a convivir con la malnutrición y a no tener dependencias médicas de calidad en sus poblados.
Los outreach se hacen los fines de semana, cuando el hospital cierra su consulta. Avisan al poblado del despliegue médico y de esta manera una vez se ha montado la consulta, los profesionales de la medicina empiezan a hacer su trabajo. Un trabajo imprescindible, vital y que cambia la vida de muchos de estos niños y de sus familias. Un trabajo que lleva la medicina a su expresión más básica y necesaria. Cuando estos niños pasan por manos de los profesionales, empiezan a tener una vida digna ya que un niño enfermo sin acceso a una sanidad básica, no es una vida digna.
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