VALENCIA. Se equivocó quien pensara que con el tiempo Mariano Rajoy levantaría el cordón sanitario que estableció sobre el PP valenciano en 2011, cuando, saltándose los usos y costumbres institucionales, no envió a ningún ministro a la proclamación de Alberto Fabra como presidente de la Generalitat. De entonces a esta parte, los populares valencianos no han pintado nada en el Gobierno y muy poquito en el PP nacional, solo cuando a Esteban González Pons se le ha requerido para que apagase algún fuego. Hoy no queda ni González Pons, que acaba de ser relevado por Rajoy como vicesecretario de Estudios y Programas.
El afectado justifica la decisión de su jefe porque, dice, ocupaba dos cargos en la cúpula del PP y era "lógico" que dejara uno. Era lógico desde hace un año, que es el plazo medio que se toma Rajoy para las decisiones urgentes. Lo cierto es que el cese de González Pons refuerza el cordón sanitario entre el enfermo valenciano y la no menos infectada Génova a pocas semanas de que vuelva a estallar -si el fiscal no pide otros seis meses de prórroga- el conocido como caso Imelsa, que debería renombrarse como caso Benavent, porque lo de Imelsa es peccata minuta en el conjunto de la obra del exgerente y exyonqui del dinero.
Benavent lo grabó todo y en las cintas ratificadas ante el fiscal se retrata una multitud de adictos al vil metal que confiaban en su camello sin sospechar que tenía puesto el REC. Ocho piezas dicen que ha formado el fiscal, cada una con sus cositas, pues se trincaba de todas partes, presuntamente: la luz, los campos de fútbol, las cocinas, los quitamiedos, el wifi... y, por supuesto, las obras públicas. Hay preocupación, miedo, y no solo entre los del PP. Por ejemplo, un político en activo que no es de ese partido trata de recordar si aquella vez que le pidió a Benavent que le colocara a un familiar lo hizo por teléfono o en un pasillo, que no será lo mismo. ¿Estará grabado?
Hay temor, porque uno puede llamarse Alfonso, Emlio, Gerardo, Esteban o Máximo y aparecer su nombre citado en las grabaciones. No eras tú el que hablaba pero hablaban de ti, y no veas lo que contaban. ¿Que eso está prescrito? Puede, pero como se emita por la radio, la gente está muy sensible y ya no perdona como perdonó a Eduardo. Y están las empresas, muchas empresas, las que nadie se sorprenderá de que estén ahí y las que nadie se espera que aparezcan en el sumario.
Cuando hay cambio de Gobierno siempre se comenta que los nuevos levantarán alfombras y lloverán las denuncias contra los anteriores. Desde que José Luis Oiivas lo prometió cuando Zaplana estaba a punto de derrotar a Lerma en 1995 sabemos que no es así. Ya han ganado, no les vale la pena revolver la documentación no triturada para machacar a los que se han ido. En todo caso, para guardarse algún dossier que sacar a la palestra en la campaña electoral de las Generales o cuando el PP ataque desde la oposición.
Además, ya hay suficiente material en los juzgados para avergonzar a los populares durante la legislatura. La parsimonia judicial de la que tanto se han beneficiado juega ahora en su contra. Un ejemplo es Valmor. Después de la disección que el TSJCV, con ayuda del fiscal, hizo de ese muerto para dejar fuera a Alberto Fabra, no tuviera que imputarlo en plena campaña electoral, la jueza de instrucción donde ha recaído el caso ha decidido lo obvio, que se investigue también la compra de Valmor, que fue obra del Gobierno de Fabra, no del de Camps. No se vayan todavía.
Y que nadie se olvide de los miles y miles de familias que fuimos a la calle con los EREs públicos y que tuvimos que soportar el que "no hay más remedio" y las cínicas palabras de "qué dolor sentimos echaros a la calle" cuando se llevaban el dinero a espuertas y cuando el ERE público debió comenzar con los altos cargos. No olviden los EREs desde 2012
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