VALENCIA. A Mele le cuesta todavía memorizar el nombre de sus hijos. No es que tenga muchos, sólo tiene cuatro, ni que se le vaya la memoria porque aún es joven, tiene 40 años aproximadamente (aunque tampoco está seguro), ni que no viva con ellos pues todos duermen en la misma cama... Mele es así. Un auténtico superviviente. Es un hombre delgado, alto, desgarbado, tranquilo, lento en movimientos, callado, no habla inglés, excepto cuando está ebrio, sólo habla algo de Swahili y el idioma de su tribu, los giriamas, no sabe ni leer ni escribir y le gusta mucho beber.
Bebe vino de palma, es un vino casero y artesanal que hacen a partir de la palmera. Barato y con un sabor horrible, pero que hace su efecto, embriaga rápido. El litro cuesta un euro. Cada dos o tres días, Mele cobra 7 euros. Cuando puede, reserva unos 5 euros para comprar comida para su mujer y sus hijos, y cuando no puede, se lo bebe todo. Mele es así.
Esta semana he tenido la oportunidad de pasar horas y horas observándole. Esta semana me he trasladado unos días a una shamba a vivir. Quería saber cómo vive una parte importante de la población en Lamu y me he ido a la shamba donde vive Mele con su familia. Una experiencia maravillosa, si no estás condenado a vivir en ella, a pasar toda tu vida allí.
LA VIDA EN LA 'SHAMBA'
La shamba es una extensión de terreno a las afueras de los pueblos o ciudades que se utiliza para cultivar principalmente productos de subsistencia y donde a veces vive el agricultor también. De esta manera parte de la población de Lamu vive en shambas que construye sus casas con hoja de palma. Estar en la shamba es escuchar todos los sonidos de pájaros que nunca imaginé, es ver atardeceres y amaneceres espectaculares e imposibles de fotografiar, es dormir bajo la luz de las estrellas con una mosquitera, es respirar aire fresco, es escuchar el silencio y es desconectar de todo y de todos. Porque la shamba es naturaleza pura. Pero vivir en la shamba es también no tener agua ni luz, no poder ducharte, no tener baño, no tener cama, aprender a hacer fuego, aprender a cocinar sin ninguna herramienta que conozca, alimentarse con lo más básico y no tener ninguna comodidad que un europeo medio está acostumbrado...
Aún con todo es una experiencia que recomiendo a quién quiera parar su reloj y experimentar sensaciones primitivas que quizá nunca haya tenido la oportunidad. Oportunidad estupenda si la puedes elegir, pero dura si no tienes opción y más aún si tienes hijos que mantener por mucho que aquí algunas personas estén acostumbradas porque aunque éste sea su hábitat natural, no deja de ser duro.
MELE Y SU FAMILIA
En este entorno vive Mele y su familia. En una shamba donde se ha construido una escuela para los niños de la zona llamada 'Twashukuru School', un proyecto social estupendo para Lamu. En esta 'shamba' vive Mele y su familia, en una chabola de cartones porque Mele todavía no se ha puesto a levantar su casa, aunque ya tiene todo el material que necesita, parece que no le importe vivir en una chabola sin luz y con agua que van a buscar al pozo. Se acerca la temporada de lluvias y Mele no tiene ni la ilusión ni las ganas en proteger bien su casa que se cae a pedazos y que no va a resistir las lluvias fuertes que no paran en días. Prefiere enfocar sus energías otros asuntos. Es un reflejo más de su dejadez.
Mamamele es su mujer. Así la llaman. Porque aquí poco importa cual sea su nombre de verdad, es la mujer de Mele. Con esto basta. Tendrá unos 30 años y los mismos cuatro hijos que tiene Mele. Se pasa el día sola con ellos, cocinando, lavando ropa o yendo a por agua. Nada más. Así son sus días, así es su vida. Así pasa su tiempo. Así se hace mayor. Sin más ambición que esa. Yo la observo con cierta distancia para no intimidarla porque ella no me mira, no levanta la vista cuando intento comunicarme con ella.
Siento a veces que tiene miedo, otras es timidez y otras puede que sea sumisión. Sumisión la que está acostumbrada desde que nació porque esta mujer no ha podido elegir su vida, ni tan siquiera ella sabe que puede elegirla. O quizá no. Por no elegir, no ha elegido ni el nombre de sus hijos. En la tribu de los giriamas, los familiares son los que eligen el nombre de tus hijos. Y son nombres algo curiosos. Sus hijos se llaman Evelyn, Cosmos, Priscila y ????... Mele nunca se acuerda del último. Y ella no me habla. A ella la casaron por arreglos entre familias, como suele pasar aún en estas tierras, y desde entonces no ha hecho más que parir y criar porque los giriamas entienden que cuantos más hijos tienen, más ricos son.
No son musulmanes pero pueden tener hasta 9 mujeres y todos los hijos que la vida les de. Hijos que el día de mañana les mantendrán y que ahora son mano de obra para ayudar en la casa. La educación de sus hijos no es una prioridad para ellos aunque para Mele, sorprendentemente, lo fue cuando le despidieron de su trabajo porque el alcohol no le dejaba cumplir con su trabajo y sus hijos tuvieron que dejar de ir a la escuela. Fue un disgusto. No podía mantenerlos. Y es que Mele trabajaba de guardia de seguridad de una escuela donde sus hijos podían ir a estudiar y comer sin tener que pagar nada. La educación en Kenya es barata, pero cuando no tienes nada, todo es caro. Después de muchas lágrimas y horas de arrepentimiento mojadas en alcohol, consiguió recuperar el trabajo. No ha conseguido dejar de beber pero se controla mucho más. Ha recuperado su trabajo y la posibilidad de vivir en la shamba donde se ubica la escuela con su mujer y sus hijos que no salen de ahí. Allí pasan los días, las semanas y los meses.
UNA JORNADA EN LA 'SHAMBA'
Los días empiezan con la luz del sol, a las 6 de la mañana, y terminan a las 7 de la tarde cuando cae la noche y encienden la hoguera para que alumbre algo y para espantar los mosquitos. Alrededor de la hoguera, empieza la noche que suele ser corta una vez empieza a ser imposible vencer el sueño. Nada más levantarnos, los hijos mayores van a por agua al único punto de agua dulce que hay en toda la zona. Porque la shamba está rodeada por agua de mar. Por suerte no está lejos.
Es todo un ritual africano ir a buscar agua y un deporte de riesgo, intentar levantar esas garrafas con la cabeza con la soltura y destreza que lo hacen las mujeres africanas desde que son pequeñas. El caso es que buscar agua es lo primero que se hace en el día. A partir de ahí, comienza toda la rutina. Ordeñar la vaca para sacar leche para los niños y encender el fuego a leña, sobre el que hierven el agua para hacer te de los mayores y sobre el que cocinan una especie de tortitas para desayunar. Mientras tanto Mamamele limpia la shamba de hojas y de la suciedad natural de la noche. Más tarde, ya no hay nada que hacer. Aprovecha para lavar la ropa mientras espera que Mele traiga la comida del pueblo y entonces ella empezará a cocinar. Mele se va de la casa y ella se queda rodeada de niños y sin socializarse más que con alguna otra mujer que se encuentra en el camino cuando va a por agua. Así pasa el día, en silencio y con sus hijos con los que, por cierto, se comunica poco. Es una mujer de pocas palabras. Y yo no salgo de mi asombro y sigo observándola, sin hablar. Y ella sigue sin mirarme, yo intento no forzar la situación y me quedo alejada de la familia.
Sigo observando, es siempre lo mismo. Nada nuevo. Entonces me siento una vez más una privilegiada. Cada vez que pasa más tiempo, cada vez que viajo más y cada vez que vivo más experiencias diferentes y convivo con personas muy distintas a mi cultura, valoro más la capacidad que he tenido y tengo de poder elegir en mi vida. Y es algo que he empezado a descubrir hace poco tiempo! Antes eran otras razones las que me hacían sentir privilegiada, hoy es mi capacidad de poder elegir. Y es que es tremendo cuando te das cuenta de la cantidad de gente, sobre todo mujeres, que no han tenido nunca la capacidad de elegir y viven la vida que pueden y que otros eligen por ellas. Y lo peor, que no saben que hay mujeres que eligen y que ella , quizá, podrían elegir. Sólo por esto y por respeto a las personas que no pueden elegir, quienes sí podemos hacerlo debemos elegir la vida que queremos y no dejarnos llevar.
'MAMAMELE' Y SUS HIJOS
Mamamele cocina durante todo el día. Entre que prepara el fuego, prepara los alimentos que va a cocinar que será algo de verduras, legumbres y ugali (la masa de maíz que sustituye al pan en África del Este), friega y lava la ropa se pasa el día. De vez en cuando se para y se sienta a ver la vida pasar sobre un tronco que tiene en la puerta de la chabola, porque evidentemente no tiene ni mesa ni sillas. Mamamele siempre está rodeada de sus hijos que juegan sin juguetes y se entretienen con hojas, palitos de madera y con las gallinas y la vaca que les da la leche que toman cada mañana. Estos niños no lloran, no se quejan, no se aburren, no dicen nada... Como su madre, como su padre. A veces se ríen. Parece que son felices. Estos niños no conocen nada más, la escuela será la única vía de salvación que tengan en un futuro si consiguen seguir estudiando. De momento están empapándose de la vida de sus padres cargada de silencios, distancia, poco comunicativa, lejana, sin entretenimiento alguno y sin ninguna comodidad, siempre desde mi perspectiva europeizada. Quizá ellos sean felices así, seguro que lo son. Quizá ellos se quieran así, sin casi mirarse, seguro que sí.
Y mientras todo esto ocurre, después de estar varios días viviendo sin nada, vuelvo a la civilización y me quedo sin móvil, mi teléfono móvil se extravía con toda la información que una tarjeta de teléfono puede tener desde hace 15 años. Empieza mi drama. Entonces se me olvida todo lo que he visto, lo que he sentido, se me olvida las necesidades básicas que Mele y su familia no tienen cubiertas y me siento la mujer más desgraciada de la faz de la tierra. No consigo relativizar y me siento mal, fatal, superficial, vacía, egoísta, etc. Pero no lo puedo evitar. Son las contradicciones con las que convivo de vez en cuando. Son las necesidades creadas en un país desarrollado, conviviendo ahora con las necesidades de un país pobre. Una esquizofrenia difícil de explicar.
Bueno prima, al menos te leo y sé que tienes una experiencia más que contar. Me extrañaba no tener noticias de tí a través del móvil pero ahora ya lo entiendo, jeje. Como siempre, muy orgullosos de tí. Cuídate mucho. Si necesitas fotos familiares, yo te paso que no tiro nada!
Tu email nunca será publicado o compartido. Los campos con * son obligatorios. Los comentarios deben ser aprobados por el administrador antes de ser publicados.