VALENCIA. Aún recuerdo la primera vez que les vi comer. Me impactó. Una vez más me quedé descolocada. Intenté disimular, como siempre hago en estos casos, pero esta vez se me notó. Me trajeron un plato y unos cubiertos para mí y pude terminar de comer. Me sentí muy extraña. Fue la primera vez que noté el choque cultural de manera tan directa. Era la primera vez que una familia swahili me invitaba a comer a su casa en Lamu, Kenya. Ha pasado más de un año de ese día y sigue siendo uno de los momentos que me gusta recordar.
Hombres y mujeres separados. Los hombres por un lado y las mujeres por otro. Sentados en el suelo, compartiendo el mismo plato en el centro y comiendo con las manos, bueno, con la mano derecha. Los musulmanes sólo comen con la mano derecha. La izquierda la utilizan para lavarse. Su mano derecha se convierte en sus cubiertos y según el movimiento de sus dedos, su mano puede ser su tenedor o su cuchara. En menos de 10 minutos habíamos acabado. Comen muy rápido, casi sin respirar y sin levantar la vista. No hablan mientras comen, no beben mientras comen, no se recrean con nada mientras comen, sólo comen. Ya está. Cuando la comida se termina. Se levantan para lavarse la mano que han usado para comer, beben un vaso de agua y entonces empiezan a hablar.
Desconozco si esta manera de sentarse para comer viene de su cultura, de su religión y si es extensible a otros países, lo desconozco. Pero es uno de los mayores contrastes culturales que sigo sintiendo cuando me siento a comer con ellos. Me cuesta comer con la mano, además no tengo la destreza que ellos tienen. Comer el arroz con la mano es tremendamente complicado, ¡haced la prueba! Sentada junto a ellos, me doy cuenta que necesito una manera más individualizada, aislada, organizada y privada para comer y poder disfrutar de la comida; necesito mi espacio, mi tiempo, mi plato, mis cubiertos... Son costumbres, hábitos, etc. que no te das cuentas que pueden ser diferentes en otras culturas hasta que no llega el momento de sentarse en la mesa para comer. Diferencias tanto en gustos y sabores como en manejo de espacios, tiempos y utensilios.
Aquí comen de una manera más comunitaria, se nota que están acostumbrados a compartir desde siempre, quizá sea por necesidad o por cultura pero comparten cualquier cosa que se llevan a la boca para saciar el hambre. Están acostumbrados desde pequeños a comer a rancho y de ser rápidos para no quedarse con sensación de hambre, pues en la mayoría de las casas no hay más comida que repetir. La mayoría de personas en Lamu no han crecido con abundancia de comida y eso se nota. Todo lo que hay se sirve en la mesa. Así es.
Comer tan rápido no les deja deleitarse con los sabores, texturas y delicadezas de la comida swahili, una comida típica de esta zona. Deliciosa. Una comida que destaca por la frescura de sus productos naturales ( carne, pescado y verduras), sus especias y sus salsas, principalmente la de coco...que mezclan siempre con arroz blanco o con ugali, una especie de masa sin sabor hecha de maíz y que sería el sustitutivo de nuestro pan, aunque las malas lenguas europeas hablan de lo perjudicial que es ingerir este producto como base de la alimentación.
El ugali combina con todo y cambia su nombre según el país, pero es uno de los componentes básicos de las gastronomía en África del Este. Es insípido, no sabe a nada, pero llena el estómago de manera rápida y fácil. Tanto aquí en África, como en Latinoamérica, en entornos pobres, nunca te preguntan si la comida te ha gustado o no, la preocupación gira en torno a sí te "llenaste" el estómago o no. Creo que es una de las angustias en los países pobres, saciar el hambre cuando hay poca comida y menos diversidad aún. Las legumbres, el arroz y el maíz, son la base de la alimentación en los países pobres pues cuesta poco y cunde mucho. A veces comen algún huevo, carne o pescado según el país esté en la costa o en el interior. Y no es extraño desayunar, comer y cenar lo mismo. No se quejan. Agradecen poder comer varias veces al día ya que en muchas ocasiones solo se come una vez en todo el día.
Por eso la comida principal del día suele ser sobre las 12 del mediodía. Aquí en Kenya suele ser una comida bien deseada desde que algunos desayunaran Chai y mahandazi a las 6 de la mañana. El Chai es un te que se hace con leche, cardamomo y alguna especie más y el mahandazi una especie de buñuelo hipercalórico, delicioso y muy dulce porque aquí a todo le ponen mucha pasión y mucho sabor, tanto sea dulce como salado. Junto al mahandazi comen bajias, aki matias, khumbua, etc. Productos elaborados a partir del maíz y de las legumbres que se fríen con aceite y que pueden resultar poco apetecibles a esas horas de la mañana. Para cenar suelen comer algo ligero, algo parecido a lo que ingieren por la mañana Chai acompañado de chapati ( tortitas de maíz) o cassava frita ( boniato). Una combinación difícil de entender pero muy habitual para el paladar Swahili.
Pero no siempre todo es tan diferente a nuestros sabores y a nuestra gastronomía. Uno de los platos típicos es el Pilau, un arroz con verduras y carne o pescado a veces, que podría recordarnos a la paella en momentos de mucha nostalgia gastronómica. Los viernes es el día que suelen comer este plato, ya que para los musulmanes el viernes es su día festivo, como para nosotros en España los domingos. Y lo celebran con este menú. Un menú que recordemos tiene prohibido el alcohol de cualquier tipo y el cerdo. Su religión se lo impide y yo no me acostumbro.
Cuanto más tiempo estoy fuerza más lo echo de menos. La nostalgia gastronómica es difícil y dura de llevar, porque pocas veces tiene sustitutivos pero con el Pilau que me recuerda a la paella y con los " chipsmayai" que sacian mis ansias de comer tortilla de patatas ,aunque ésta sea más seca y menos sabrosa, voy tirando . Tal y como pude comprobar en el Lamu Food Festival que tuvo lugar recientemente, desde hace menos de diez años la gastronomía Swahili se ha modernizado y han incluido, por influencia de la comida India, avances como la "pizza Swahili" que nada tiene que ver con la pizza italiana a la que estamos acostumbrados.
A la hora de cocinar utilizan muchos tipos de salsas, especias y picantes que potencian el sabor, etc. Son sabores potentes y fuertes que eclipsan totalmente la calidad y el sabor natural del pescado, o de la carne que podamos comer de manera excepcional a veces. Aquí en Lamu, estamos de suerte ya que al ser una isla, pescado no falta. Los pescadores siempre salen al mar, a veces venden lo que pescan y otras veces se lo quedan para casa. El pescado lo comemos a la brasa excepcionalmente y con salsas varias la mayoría de veces. Una salsa hecha a base de verduras naturales con tomate, ajo, pimientos, patata y cebolla... Todo un clásico! Otras veces añaden salsa de coco que marca la diferencia de sus platos y que da un toque especial, un sabor exótico muy característico de la comida Swahili que me encanta y me cansa a la vez.
Y es que siempre son los mismo ingredientes en la gastronomía del día a día pero es que cuando vas al mercado a hacer la compra poco más puedes elegir, hay poca diversidad. Los mercados se dividen por zonas, la de la carne, el pescado y verduras con montañas inmensas de tomates, patatas, pimientos, alubias, arroz... y moscas! Muchas moscas! Toda una experiencia adentrarse en un mercado africano, dejar los prejuicios en la puerta y estar preparados para ver de todo. Visita obligada, sin lugar a dudas. Una experiencia que merece una capítulo aparte.
Igual de sorprendente me resulta ver la rapidez con la que comen, como las horas que pasan para cocinar y preparar la comida. La típica cocina Swahili no cuenta con las facilidades para cocinar de otra manera. Su infraestructura es tremendamente complicada para cualquier ciudadano de un país desarrollado. Para empezar a veces hay que hacer fuego, pues no todas las cocinas tienen el horno de carbón con el que cocinan. Además cocinan en el suelo, con utensilios nada prácticos ni preparados para no quemarse. Sólo algunas cocinas privilegiadas cuentan con agua del grifo pero lo más común es cocinar y lavar los platos con garrafas de agua que traen de los pozos. Toda una logística muy complicada para quién ha nacido entre fogones de gas o butano. Pero muy curiosa.
Al final de todo, la comida y todo lo que conlleva es una de las principales tareas del día de las mujeres swahilis, se pasan el día cocinando o lavando la ropa a mano. Y es que son muchas las horas que pasan en buscar la comida en el mercado, pues pocas casas tiene nevera donde conservar los alimentos, y suelen comprar al día como antiguamente hacían nuestros antepasados. Una vez tienen la comida cocinan, cocinan y cocinan para toda la familia. Los hombres swahilis saben cocinar y muy bien, las madres les suelen enseñar cuando son niños, pero sólo cocinan cuando no hay una mujer que lo haga o cuando lo han de hacer por trabajo. Aunque las tareas de la casa no están repartidas, todos saben cocinar y lavar la ropa.
Una de las cosas que más me gusta de África es lo que saboreas la comida de la calle, poco recomendable para el turista poco habituado a viajar por estas tierras por los riesgos que conlleva, pero muy recomendable para quién consiga no pensar en las inspecciones sanitarias que podrían hacerse sobre estos puestos callejeros y que brillan por su ausencia. Las mujeres sacan el fuego de carbón a la calle y se ponen a freír, además encuentras puestos de frutas donde el mango tiene un protagonismo especial, puestos zumos de todo tipo y puestos de dulces y te a partir de las 4 de la tarde...se trata de uno de los ingredientes que dan vida a las calles africanas. Una de esas particularidades marcan la diferencia con los países desarrollados donde cada vez es más complicado poder improvisar algo que llevarse a la boca, donde cada vez todo está más controlado y regulado, más aún sí hablamos de alimentación. ¡Buen provecho!
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