VALENCIA. Con unas tasas de desempleo con 2-3 puntos por encima de la media estatal, una industria tradicional valenciana productivamente deslocalizada y con escasísimo valor añadido, un sector servicios cuya supervivencia depende de las grandes corporaciones empresariales la mayoría de ellas multinacionales, un sector financiero que ha sufrido una merma considerable y una agricultura desestructurada y con un débil poder de negociación frente a la gran distribución comercial, el panorama económico valenciano es realmente desalentador. Pero visto de otro modo, también supone un gran reto para el nuevo gobierno de la Generalitat Valencia que salga de los próximas elecciones.
El modelo productivo valenciano sufre un serio problema estructural que se consolida durante la segunda mitad de los años noventa al calor de la burbuja inmobiliaria y turística. Un modelo productivo sustentado en una producción de escaso valor añadido y una inestable productividad basada en unos bajos costes laborales, a la par que se apoya en una política económica autonómica dirigida al desmantelamiento de la industria a través de la deslocalización y en su apuesta por las grandes empresas multinacionales y los grandes proyectos urbanísticos, dejando de lado al comercio y las empresas locales.
En este contexto, aunque se produzca un crecimiento real de la economía que algunas instituciones como la Comisión Europea o Funcas sitúan en torno al 2,5% para el año 2015, va a ser muy difícil, por no decir imposible, que el sistema productivo valenciano se recupere. El crecimiento del que se está hablando no deja de ser un crecimiento débil, por las desigualdades económicas y sociales que está produciendo y por estar basado en el mismo tipo de modelo productivo que nos llevó a la crisis. Casi nada ha cambiado desde que estallara la crisis en el 2007 y lo que ha cambiado ha sido a peor.
Este es el panorama en el que nos movemos en la actualidad y para comenzar a cambiarlo es necesario tomar medidas contundentes. Pero antes es necesario desmitificar ciertos fundamentos teóricos en los que se basan la mayoría de las medidas económicas que se están planteando. La pregunta clave es, ¿cuáles son las verdaderas claves o factores de éxito de la economía valenciana? Hasta ahora, como ya he señalado, se ha insistido en dos factores que lo que han hecho ha sido agravar aún más la situación: la reducción de los costes laborales, por una parte, y el aumento de tamaño de las empresas, por otra.
Se pensó que para competir con los países del sudeste asiático había que reducir costes mediante el traslado de la producción a dichos países y al norte de África y mediante reformas laborales que facilitaran aún más el despido y la reducción de salarios, es decir, intentar ser mejores que ellos en lo que ellos son los mejores. Esto ha significado el desmantelamiento de una parte importante de la industria valenciana y la desaparición de una política basada en la innovación y el diseño, que tan buenos resultados dio durante los años ochenta y principios de los noventa a través del Impiva y los Institutos tecnológicos.
En segundo lugar, existe un planteamiento según el cual cuanto más grande es una empresa mejor gestionada y más rentable es; por lo que se considera que para que una empresa pueda sobrevivir, ha de experimentar un crecimiento constante. Este planteamiento, que desde mi punto de vista es una falacia, ha significado que todas las medidas que se toman van dirigidas a conseguir que las empresas aumenten de tamaño y, por tanto, a considerar que las empresas que son pequeñas no tienen éxito y no podrán sobrevivir en el mercado.
Las fusiones se han convertido en la estrategia estrella a seguir, de manera que se está perdiendo el arraigo al territorio y a las necesidades reales de las personas. En definitiva, se ha creado un modelo productivo caracterizado por una gestión alejada del territorio y basado en el crecimiento empresarial como un fin en si mismo, que aleja la economía de las personas.
Pero para recuperar la economía productiva valenciana es necesario incidir en otro tipo de factores, que desde mi punto de vista sí son claves: la capacidad de gestión a través de la profesionalización empresarial y la capacidad de innovación mediante la inversión en nuevas tecnologías y métodos de gestión. Hacia estos dos factores deben ir dirigido el esfuerzo de la empresa valenciana con el apoyo de políticas públicas centradas en el desarrollo económico y social del territorio.
La industria debe basar su competitividad en la generación de valor añadido a través de la I+D+i+d (Investigación, Desarrollo, Innovación y Diseño) y en la formación de sus empresarios y para ello necesita un fuerte capital humano, social y relacional. Las empresas que aprenden constantemente y con un equipo humano altamente cualificado son las empresas que pueden competir en base a la diferenciación y no al precio y, por tanto, garantizar un crecimiento sostenible. Esto es incompatible con un modelo productivo anclado en salarios bajos y que solo persigue objetivos basados en el beneficio económico.
El País Valenciano necesita empresas socialmente responsables, arraigadas al territorio, viables y rentables desde el punto de vista económico y financiero pero también eficaces desde el punto de vista social. Este tipo de modelo productivo hacia el cual debemos iniciar el camino está representado, en buena medida, por las empresas de la Economía Social (cooperativas y sociedades laborales).
A través de su modelo de gestión de proximidad, consiguen una eficiencia económica y una eficacia social, basada en una gestión democrática (los trabajadores son socios de la empresa y participan en sus decisiones), en la creación de empleo de calidad (el 75% de los contratos son estables, el 80% son a jornada completa y el 100% se generan en el territorio), en la igualdad de género y la conciliación laboral y familiar y en la equidad salarial (diferencias salariales de 1 a 3 ó de 1 a 5). En este sentido, ya existe un camino recorrido desde hace años. Muchas de estas empresas sociales llevan ya años funcionando y superando crisis económicas.
De hecho, son empresas más resistentes a las crisis, como lo demuestra el hecho de que durante esta última crisis económica han destruido un 10% menos de empleo que el resto de empresas. En Valencia existen empresas como Textil Mora, una sociedad laboral en la industria del textil de la Vall d'Albaida, Divina Aurora, una cooperativa de trabajo asociado en la industria de la madera y el mueble de la Costera o Caixa Popular, una cooperativa de crédito en el sector financiero de l'Horta, que han sabido responder a la crisis con éxito.
El modelo de gestión de proximidad ha demostrado que es viable y, por tanto, no podemos ignorarlo. Sin embargo, sigue sin tener la visibilidad que merece y desde los partidos políticos, aunque se reconoce su importancia y se plantean medidas de carácter general dirigidas al emprendimiento y la Economía Social, no dejan de ser vagas y de estar muy poco definidas.
Se plantea, por ejemplo, la necesidad de una banca pública valenciana que dé cobertura a las necesidades de financiación de los sectores productivos sin tener en cuenta que se trata de una medida que necesitaría del visto bueno del Banco de España y del Ministerio de Economía, que hoy por hoy siguen en manos de los de siempre, y sin embargo no se hace referencia a un Plan de apoyo y consolidación de una banca cooperativa valenciana (cooperativas de crédito y cajas rurales) que ya está arraigada en los territorios y que de no tomar medidas urgentes desaparecerá al igual que ha sucedido con casi todas las cajas de ahorros.
Se hace referencia a la necesidad de recuperar la agricultura valenciana a través del cooperativismo pero no se plantean medidas en contra de una Ley de Integración Cooperativa aprobada en agosto del 2013 por el Gobierno central que de aplicarse supondrá la desaparición de las cooperativas agrarias valencianas. Se habla de recuperar el tejido industrial valenciano después de tantos años de deslocalización y de falta de políticas innovadoras pero no se plantea un Plan de recuperación basado en la creación de cooperativas de trabajo asociado y sociedades laborales, de manera que sean los propios trabajadores los que asuman la gestión de las empresas de capitales que actualmente están en crisis.
Estas medidas y muchas otras más (creación de mercados de proximidad, apoyo a la agricultura ecológica y energías renovables...) servirían para recuperar la economía productiva valenciana. La cuestión es: ¿quién está dispuesto a implantarlas? Es la tarea que le correspondería al nuevo Gobierno valenciano.
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