AL SHABAB MATA A 147 PERSONAS TRAS 16 HORAS DE ASEDIO EN UNIVERSIDAD DE KENIA. Estudiantes que lograron ser rescatadas se consuelan mutuamente en el campamento militar de Garissa un día después del ataque perpetrado contra la Universidad de Garissa (este de Kenia), el viernes 3 de abril de 2015. Al menos 147 personas perdieron la vida y más de 79 resultaron heridas cuando terroristas del grupo yihadista somalí Al Shabab se hicieron pasar por fieles que iban a rezar en la mezquita del campus para atacar el centro y tomar como rehenes durante más de 16 horas a un grupo indeterminado de estudiantes y profesores. Los atacantes detonaron varios artefactos explosivos y dispararon de manera indiscriminada contra los presentes hasta lograr atrincherarse en una de las residencias donde se alojan los universitarios. Las Fuerzas de Defensa de Kenia consiguieron evacuar tres de las cuatro residencias y abatieron a tiros a cuatro de los atacantes, mientras que otro terrorista fue detenido cuando intentaba escapar de la zona. EFE/DANIEL IRUNGU
LAMU, KENIA. No me gustaría mucho recrearme en la inseguridad en África, pero el nuevo capítulo terrorista de esta semana en Kenya no me deja otra alternativa. Casi 150 muertos, Universidad de Garissa, cuatro terroristas muertos, todo un país en alerta... este es el balance. Un atentado que vuelve a mantener al país al país en alerta, vuelve a hacer saltar las alarmas en las embajadas y vuelve a paralizar la llegada del turismo, especialmente en la costa de Kenya. Un nuevo capítulo terrorista que me traslada al año pasado, junio 2014, a los ataques terroristas en Lamu. Yo estuve ahí.
Es lo que tiene vivir en la costa de Kenya, aquí hoy se respira tranquilidad, tristeza por los fallecimientos y expectación ante la posibilidad que se vuelva a decretar el toque de queda. Un toque de queda que paralizó la isla de Lamu durante seis meses, desde el verano pasado hasta diciembre de 2014, un toque de queda que dejó a Lamu vacía de turistas con todo lo que ello implica para un destino que económicamente se sustenta de estos ingresos, y un toque de queda que dejaba muerta la ciudad a partir de las 6 de la tarde cuando todos sus habitantes tenían que quedarse en casa hasta la mañana siguiente, un toque de queda que, por tanto, obligaba a cerrar las tiendas y los pequeños negocios y que ahogó la economía local hasta límites insospechados, una situación cuyas secuelas todavía siguen pasando factura a la población de Lamu. Población a la que le cuesta entender estas medidas decretadas por el gobierno tan alargadas en el tiempo y que de poco han servido, pero no entraremos a valorarlas ahora. No hubo otra opción. Se decretó el toque de queda tras varias matanzas en la provincia de Lamu.
Yo he vivido ambos extremos en Lamu. Desde la inseguridad más absoluta con los ataques terroristas en Lamu el año pasado hasta la seguridad total cuando paseo por las calles lamunias en mitad de la noche con la tranquilidad que cada vez menos lugares nos proporcionan. Pero esta tranquilidad o inocencia en algunos casos contrasta con la inseguridad que a veces ofrece este continente.
Recuerdo el primer día de ataques de Al Sabbab en la provincia de Lamu. Hasta qué no llegué al orfanato Anidan, donde estoy colaborando desde el año pasado, no supe nada de esa matanza ocurrida la noche de antes en el pueblo cerca de la isla donde estoy. En Anidan estaba el ambiente revuelto, nervios y tensión pues cuando ocurre una atrocidad de estas características y tan salvaje todo se revoluciona, sobre todo cuando no se detiene a nadie y corre el rumor que esta acción se va a volver a repetir. Esto es lo que ocurrió.
Encendí el móvil y me conecté a internet. Algo que hoy día nos puede parecer lejano pero que en Lamu hago cada día, no uso 3G, y sólo tengo internet en los pocos lugares donde puedo conectarme con wifi. El caso que me conecté, y empiezan a llevarme una batería de mensajes y whatsaps preguntándome cómo me encontraba, qué pasaba, si estaba bien y un largo etcétera que me hace darme cuenta de la gravedad del asunto. Yo no era consciente aún, me faltaba mucha información. Y además todo parecía tranquilo. La vida en la calle seguía su mismo ritmo y su gente continuaba con su día a día.
Es una sensación extraña cuando todo está movido, y removido pero que en tu entorno se sigue respirando la misma calma, relax y paz que cada día. Empecé a informarme, pues poco sabíamos de lo que había ocurrido. Los nervios propios que llegaban desde la dirección de Madrid para saber qué hacíamos pero con calma y cautela. Quizá sería un capítulo aislado, sólo una vez y todo volvería a la normalidad.
Estábamos equivocados. A los dos días se repite otra matanza en la provincia de Lamu, más cerca aún de la isla. Y se decide que la mayoría de voluntarios nos vayamos de la isla, era un riesgo innecesario tanto por nosotros mismos, como por los niños pues desconocíamos si los blancos podíamos ser un foco para captar la atención de los terroristas. En principio los ataques no iban a los blancos, era un tema interno del país, entre tribus, una medida para desestabilizar y presionar al gobierno de Kenya para que saque sus tropas de Somalia... Esas eran las razones que argumentaban los ataques pero aquí nunca se sabe qué hay de cierto y qué hay de inventado. Así que con este panorama me quedé.
Seguía siendo una sensación extraña. Los nativos de Lamu no estaban asustados, argumentaban que Lamu era un reducto musulmán en esta provincia y los ataques iban hacia los kikuyus, una de las tribus cristianas más poderosas del país. Un argumento que no fue suficiente para que los diplomáticos reunidos en Lamu esos días, cancelaran sus meetings y sus reuniones previstas en agenda y tomarán el primer vuelo de vuelta a Nairobi.
Ellos iban primero, llenaron las plazas de aviones y los voluntarios tuvimos que esperar un par de días a poder salir de la isla. Esos dos días los recuerdo con cierto desasosiego. Y no porque pasara nada especial, la vida en la isla seguía siendo la misma, pero cuando empieza el miedo a entrar en el cuerpo empiezas a no disfrutar, dudar y temer todo. Así pasaron las siguientes horas, pensando un plan de acción, dónde pasar las siguientes semanas, qué equipaje llevarme, sí volvería, si no...
Dejé todas mis cosas y sólo cogí una mochila pensando que en unas semanas volvería. Había decidido irme de viaje por Etiopia y volver a Lamu. Pero esas dos semanas se convirtieron en cuatro meses pues a las dos semanas de marcharme de Lamu y cuando empezaba a pensar en volver, otro ataque terrorista desecandenó el parón definitivo por unos meses de los voluntarios en Anidan. Ahí empezó mi otra aventura africana que me llevaría a recorrer África desde El Cairo hasta El Cabo y descubrir países como Zimbabwe, Namibia y Botswana.
A mortuary attendant looks on as he stands in front of on of the slain terror suspects as people flock to have a peek at the bodies at Garissa Level 5 Hospital in Garissa town, located near the border with Somalia, some 370 kms northeast of the capital Nairobi, Kenya, 04 April 2015. Five suspects have been arrested in connection with the killing of 147 people at a Kenyan university campus by al-Shabaab, the Interior Ministry said 04 April. In the deadliest attack yet by al-Shabaab, gunmen stormed the Moi University campus at dawn on 02 April, gunning down students who they identified as Christians because they could not answer questions about the Koran. (Atentado, Terrorista, Kenia) EFE/EPA/DAI KUROKAWA
Afortunadamente la vida me ha tratado bien y no recuerdo ningún capítulo como viajera donde haya tenido la sensación de inseguridad. Quizá hay cosas que me llamen la atención pero es porque estoy acostumbrada a otras medidas de seguridad. Llegar en Nairobi y entrar en un centro comercial después de pasar por un detector de metales, que te registren cada vez que entras en algún hotel y que registren los coches para entrar en el parking uno por uno, que te abran maleteros, puertas y pasen el radar por las ruedas, no poder caminar sola por la calle de noche por Nairobi, ni parar el coche en los semáforos, no coger un taxi por la calle, no viajar por carretera... crea cierta sensación de inseguridad y nos recuerda que estamos en un lugar donde en cualquier momento algo puede pasar.
Al menos es mi sensación. Soy consciente que todavía llevo poco tiempo pero todavía hay momentos que siento cierta inseguridad por muy tranquila que viva y por muy relajado que sea el pueblo donde cada día amanezco. Las capitales africanas son diferentes, más caóticas, grandes, agresivas según mi entender y provocadoras de inseguridades varias quizá por la falta de dominio.
Yo no me atrevo todavía a manifestarme sobre este asunto, me falta mucha información, o afirmar, como algunos hacen, que la vida en África vale menos. Quizá están más familiarizados con la muerte, provocada por motivos diferentes... pero no creo que la vida valga menos. El dolor de las familiares de los 147 estudiantes es el mismo que el de los familiares de los fallecidos en el accidente de avión, sin duda alguna.
Con todo, yo me siento segura, sigo mi vida con tranquilidad, con mis rutinas, mis sueños y mis ilusiones. Eso si, soy consciente de que la seguridad que yo vivo en Lamu no es extensible a todo este continente, pero hablar que de África es insegura tampoco me parece justo. Si generalizáramos con que África es un continente inseguro, nos creeríamos llenos de razones por las noticias e imágenes que nos llegan a España y nos quedaríamos con una imagen posiblemente real pero sesgada de este continente. África, y Kenya en concreto, es mucho más que los atentados terroristas que salen en las noticias, Kenya es un país maravilloso que sigo recomendando como destino de viaje o de vida... a pesar de los pesares.
Querida prima, una vez más qué orgullo da leerte y qué tranquilidad saber que estás bien. Cuídate mucho, guapa. Y hasta pronto. TQM.
Desde aqui la matanza nos tiene sobrecogidos y pensamos cuál seria la rección si hubiera sucedido en Europa. Tu relato es lo mas próximo que tenemos de aquella realidad. Gracias ana, seguro tu madre tambien lo agradecerá.
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