LAMU, KENIA. Jadilla tiene 20 años y dos hijos. Hoy ha llegado a trabajar con un dolor de cuello que le impedía girar la cabeza. Pero ha venido. Ella limpia casas. Tenía que limpiar la casa donde están trabajando un grupo de mujeres masai que están haciendo unas sandalias preciosas, swajilis, con sus manos, artesanales cien por cien. No podía casi caminar y ha venido desde su comunidad al pueblo cargada con su hijo de nueve meses sobre su espalda. Más de una hora tarda en el trayecto. Por la tarde la he vuelto a ver caminando por la calle y la he notado algo mejor, pero seguía sin mover el cuello. Así pasará toda la semana. Con un dolor tremendo de cuello, cabeza y espalda y cargada con su hijo a la espalda.
He intentado ponerme en su papel, he intentado ser Jadilla por unos minutos en mi cabeza y no lo he conseguido sin sentirme una infeliz. Sólo he visto las pocas posibilidades que ha tenido en su vida. La condena de tener una vida que no ha elegido. Yo me he visualizado infeliz, pero quizá Jadilla no lo sea.
Esta semana pasada no he parado de conocer las historias personales de cada una de las mujeres masai con las que he estado. Historias para no dormir en algunos casos si las percibimos desde nuestro enfoque occidental. Son un grupo de mujeres que trabajan haciendo sandalias en un proyecto muy bonito y que cada mañana llegan a su lugar de trabajo con sus hijos cargados a la espalda en esas telas preciosas que hacen totalmente prescindibles los carritos. Es una imagen muy "africana", muy de mujeres africanas.
Son mujeres de las tribus que son distintas. En África las tribus son un mundo aparte. Es curioso ver la relación que se establece entre los hombres y mujeres en las tribus, por ejemplo. Están poco integrados en el resto de la sociedad y en ocasiones se integran con relaciones de dependencia. En el aspecto de las mujeres, intentar entender estas relaciones hombr-mujer desde el enfoque de género que defendemos en nuestra sociedad es algo completamente alejado de sus realidades.
En la mayoría de tribus que he visitado los hombre tienen varias mujeres, ellas no se sienten por ello menospreciadas ni minusvaloradas. Tampoco cuando eligen por ellas el marido con el que se casarán y del que tendrán hijos. Cuando pasan de niñas a mujeres los patriarcas deciden con quién esposarán a sus hijas. Son sus reglas, sus códigos. Sin más. Intentar entrar ahí desde una perspectiva de género occidental es darnos contra un muro. Podemos llegar a pensar que están vulnerando el derecho de estas mujeres si no hablamos, charlamos y conversamos con ellas.
Hablar con una mujer masai es lo que hizo cambiar mi visión sobre muchas percepciones y seguir llenando mi cabeza de contradicciones. Una mujer orgullosa, con la autoestima bien alta y con una fuerza brutal. Para esa mujer masai yo soy una desgraciada por no tener marido ni hijos a mi edad, 37 años. Y desde mi enfoque, tener varios hijos con 20 años no es la idea de vida que querría para mi. ¿Cual es el modelo a seguir? ¿el modelo a defender? La mujer masai es fuerte, tiene carácter, maneja a su antojo y no desprende la imagen de una mujer débil o apocada.
Desde esta perspectiva, resulta muy complicado hacer valoraciones y sacar conclusiones sobre asuntos que antes de llegar a África las hubiera defendido a capa y espada. Algunas las consigo aceptar pero otras soy incapaz de entender, como por ejemplo la ablación o las agresiones a la mujer en señal de amor o respeto. No puedo ni quiero. Aún recuerdo la sensación de impotencia y las contradicciones que me generó hablar con las mujeres de tribu etíope a las que latigaban en señal de amor sus propias familias el día antes de casarse.
Cuantos más latigazos le daban, más le demostraban su amor. Llegué a la conclusión que ahí yo estaba para ver, oír y callar. También recuerdo cuando visité a los bosquimanos o a los himbas, sus mujeres son especiales. Me gusta estar con ellas, compartir ratitos y conversar. Ver cómo ven y qué esperan y casi nunca me sorprenden. Esperan maridos e hijos.
La figura de la mujer en África que tenemos en nuestra retina es la de mujeres subyugadas y resignadas a vivir unas vidas que quizá no hayan elegido. Mujeres castigadas, trabajadoras, mantenedoras de sus casas y de sus familias. Mujeres con una fuerza tremenda. Mujeres analfabetas, sumisas pero fuertes al mismo tiempo. Trabajando en el campo, cargadas con sus hijos porque no hay quién más los cuide, y con unas miradas que no dejan indiferente a ninguno.
Sería quizá el perfil general de la mujer, la mujer pobre del campo pero también las hay cultivadas, preparadas, con una educación más parecida a la occidental, defensoras de sus derechos y tremendamente bellas, elegantes, finas y bellas como pocas mujeres he visto yo en mi vida. Pieles casi perfectas y peinados imposible de describir, la mayoría llevan pelucas. Pelucas con pelos lisos y de colores claros. Es el canon de la belleza que tienen de la mujer en África, alejarse lo más posible a los pelos afro que tanto nos pueden gustar a las blancas en un momento determinado.
He conocido en mi estancia en África muchas mujeres y con historias muy particulares. Y no descubro nada nuevo cuando digo que la mujer representa en África la fuerza de este continente, el futuro y el motor. Unos cánones que vienen arrastrándose desde hace tiempo y que algunos hombres, en general, con sus actitudes pasivas y sus comportamientos hacen que se siga reforzando. Me gustan las mujeres africanas, sus cuerpos, sus miradas, sus gestos, sus risas y sus sonrisas.
Sólo el hecho de ser mujer, blanca y estar sola en un continente tan maltratado durante años hace que en ocasiones los comportamientos que espero con las mujeres y conmigo sean diferentes a los que estoy acostumbrada. No son ni mejor ni peor, sencillamente diferentes. Esta diferencia hace que siempre esté en alerta, tenga que estar en alerta. Se trata de un mecanismo natural de supervivencia cuando los inputs y realidades a las que te enfrentas cada día son agresivos, duros e incómodos muchas veces para mi. Aunque también he vivido situaciones en las que por ser mujer, blanca y viajar sola te hacen sentir como una "princesa".
Cuanto más tiempo pasó en "mi África", más contradicciones tengo y más me cuesta definirme y posicionarme sobre algunos asuntos, sobre todo, los asuntos 'de' mujer y 'como' mujer. Poco a poco.
Ana, me ha encantado tu forma de describir esos sentimientos que experimentas cuando ves a las mujeres africanas, porque yo he sentido en muchas ocasiones lo mismo Muchas gracias por tu escrito, muy bien expresado
Conec algunes tribus africanes i estic d'acord amb el què expliques. A mi em va impressionar molt el cas de les dones mursi, que queden amb l'esquena totalment ensengrentada. De totes maneres nosaltres vivim en unes altres coordenades. Se´ns fa difícil jutjar-ho.
Muy bien Ana, ves contándonos tus experiencias para que a través de tus ojos podamos entender mejor a las mujeres africanas. Gracias.
Me parece muy interesante esta perspectiva tan natural y vivida de África
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