La periodista valenciana Ana Mansergas inicia un blog donde relatará sus experiencias en la isla de Lamu, en Kenia, donde colabora con una ONG
LAMU/KENIA (FOTOS: ANTONIO CHAMORRO). Todavía recuerdo la primera vez que pisé África, la África negra. Siempre había encontrado excusas para no venir, incertidumbre, miedo, inseguridad... productos de la ignorancia, eran algunos de los sentimientos que me provocaba este continente.
Nunca fui una apasionada de África, declaración mal vista en el mundo de los viajeros, aún más si eres periodista, pero que debo reconocer. Yo era más de América, Latinoamérica y Centro América, aunque algo he tonteado también con Asia (India, Filipinas, Tailandia...). Quizá la facilidad de hablar el mismo idioma hizo que me decantara por países de habla hispana y comencé con la Ruta Maya en compañía de mi mochila. Desde entonces hasta ahora han pasado más de 10 años, más de 30 países, y miles de kilómetros llenos de anécdotas y vivencias que compartir. Ahora estoy en Kenia, vivo en Kenia y desde Kenia escribo.
Mi idilio con la África Negra comenzó en diciembre de 2012. Hasta entonces África me imponía mucho respeto. Siempre encontraba razones o excusas para no venir a África. Pensaba que algún día estaría preparada para recorrerla. Y ese día llegó hace un par de años cuando pisé Lamu por primera vez. No sabía lo que ese viaje de placer iba a suponer en mi vida años después, de hecho no sabía ni dónde venía. Vine a ciegas, por pocos días y sin móvil, un detalle importante para poder vivir y exprimir mi tiempo aquí intensamente. Y así fue.
Lamu es una isla de Kenya que da nombre a un archipiélago al noreste del país africano. Lamu es especial, auténtica y con mucho encanto. Un encanto atribuido a su propia naturaleza y también a su gente, una comunidad musulmana. Lamu fue destino de mochileros hace 20 años y ahora era un destino turístico de alto nivel para algunos europeos hasta que los atentados terroristas de este verano paralizaron esta tendencia. Europeos que buscan la diferencia, vivir nuevas experiencias y mimetizarse, o al menos intentarlo, con un entorno distinto.
En Lamu no hay coches, el medio de transporte único en la isla son los burros, ese animal en peligro de extinción en España, y los dhows, barcos de vela. El urbanismo de la propia ciudad hace que sea inviable el manejo de coches dentro de la misma. Sus calles estrechas, claustrofóbicas y en pendiente recuerdan a un zoco árabe cualquiera. Sus mezquitas, la vida en la calle, los comercios abiertos a todas horas y el bullicio de su gente son algunas de sus peculiaridades. En Lamu el tiempo se detiene, el reloj del desarrollo se paró hace años y se vive con las horas de luz natural. La vida empieza muy pronto con el amanecer y termina con el atardecer.
Pero no fue el encanto de la isla en sí la que me ha hecho volver a ella, he vuelto por su contenido. Lo que contiene la isla ha sido el verdadero gancho de mi regreso: los niños de Anidan.
Anidan es un proyecto social, una ONG que fundó Rafa Selas, madrileño afincado en Miami que cambió toda su vida por los niños de Lamu, hace más de 10 años. Anidan es una casa de acogida que atiende a unos 250 niños. Niños huérfanos y con familias desestructuradas que no pueden encargarse de ellos. Anidan es una gran familia. Y bajo el paraguas de la Fundación Voces a la que pertenezco desde hace años, pretendemos contribuir en el desarrollo de estos niños con talleres de arte y de cultura. Un proyecto que ya explicaré en su momento y que mientras tanto podéis visualizar en Youtube bajo el epígrafe "Voces: soñando culturas".
Éste ha sido la verdadera razón de mi vuelta en varias ocasiones hasta que el año pasado decidí tomarme un tiempo en mi vida, en mi trabajo como periodista de la Cadena SER desde hace 15 años y en mi entorno por motivos personales varios que no hace falta detallar y, tras vencer los miedos lógicos por salir de nuestra zona de confort, estabilidad y seguridad, empecé a vivir otra vida.
Esta otra vida está llena de cosas positivas y, aunque hay cosas de África que no me gustan y me cuestan, aprendo cada día, descubro nueva realidades, vivo situaciones antes impensables, me hace sentir llena de vida, de energía y con fuerza para pensar en un mundo mejor. Fuera de algunas comodidades a las que estamos acostumbrados los occidentales, la África que vivo mantiene esa esencia humana que necesito para seguir dándole un sentido a la vida. En mi África las redes sociales funcionan, la familia mantiene su sentido primitivo, siguen vigentes valores como la hospitalidad, generosidad, respeto, tolerancia, etc... Valores han vuelto ahora a nuestra vida en España por necesidad tras la crisis que vivimos y que estábamos perdiendo por el propio sistema y el día a día que nos toca vivir.
Tras casi un año "haciendo la africana" (mejor dicho "haciendo la europea en África"), empiezo a ver todo con cierta perspectiva. Ahora me doy cuenta que estaba llena de prejuicios y de tópicos que me alejaban de este continente construidos desde mi visión occidental y europea y, ahora lamento los años que no he vivido, viajado ni disfrutado África, los años que me he perdido de África y que ahora intentó aprovechar. Hoy ya no me siento tan extraña, ya no me sorprende tanto su olor, sus colores, su manera de funcionar, su manera de comportarse, de hacer y de deshacer; cada día siento que me defiendo y me manejo mejor. Sólo he tenido que aprender a funcionar de otra manera, aceptar que África es diferente y, sin querer contradecir al maestro Ryszard Kapuściński, que África sí que existe.
Pero África es enorme, diversa, heterogénea, imposible de definirla, imposible de sacar conclusiones, imposible de limitar y delimitar, tal y como hicieron los europeos reunidos sobre una mesa en la Conferencia de Berlín en los año 1884/85 cuando decidieron dividirse este continente según sus intereses y sin tener en cuenta ni raíces, ni culturas, ni tribus, ni familias.
Mi intención a partir de ahora se reduce sencillamente a contar desde un enfoque muy personal "mi África", la África que yo vivo cada semana desde este rincón de ValenciaPlaza.com. Serán historias dirigidas a lectores con una sensibilidad especial. Quiero compartir mis experiencias, lo que vivo, realidades distintas, situaciones diferentes, paisajes y personas realmente sorprendentes. Situaciones cotidianas que reflejen realidades sociales alejadas de las que acostumbramos a vivir. Porque el mundo es grande, muy grande y, aunque parezca una obviedad, cuanto más viajas, más cuenta se da uno de lo pequeños que somos. Vivir otras realidades es una importante cura de humildad y una prueba de fuego para medir nuestro grado de aprendizaje, aceptación y respeto.
Desde "mi África" se ve la vida de manera diferente; cuánto más tiempo pasó en África, más contradicciones tengo y más me cuesta posicionarme sobre determinados asuntos. Por tanto, sin querer sentar cátedra ni caer en discursos populistas, con toda mi humildad por delante, ahora me permito el lujo de cuestionar más cosas que antes y de criticar esa indignación selectiva de Europa, que sólo salta cuando nos toca de cerca. Ya pasó con el ébola en España y ahora se ha repetido en Francia. Comportamientos más que cuestionables.
Buenos días Ana Al final , no pudimos vernos en Valencia probablemente no era el momento, me parece interesante todo lo que narras y he de confesarte que me encantaría poder pegar carpetazo y adentrarme en el mundo sin otra brújula que la que escribiera yo misma cada mañana al despertarme. La vida nos lleva a todos por donde ella quiere y "para lo bueno y para lo malo" como dijo Lenon en su día "la vida es eso que pasa mientras tu haces otros planes"... Disfruta , aprende y contágianos de todo lo bueno que nos vas contando y enséñanos la cara b de ese África que estas viviendo desde 1º fila, para que desde ultramar podamos entender como gira el mundo por otras coordenadas un beso Silvia
Seguiré y compartiré tus crónicas,me emocionan tus relatos y consigues que esta africana de corazón,se enamore cada día más de ese bello continente.
Ana, eres muy valiente, dentro de tu espíritu aventurero. Te deseo mucha suerte en este último destino y leeré tus crónicas y así acercarme un poquito, a la realidad de ese rincón de Africa. Un beso
Te seguiré con entusiasmo, Ana, el mismo que transmites tú con estas palabras y el mismo que siempre te he oído en la radio. ¡Suerte en esta nueva aventura!
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