VALENCIA. Hace algo más de tres años escribí un artículo de opinión en este periódico en el que alertaba -perdonen la prepotencia- de la urgente necesidad de plantear un nuevo modelo empresarial tras el estallido de la burbuja inmobiliaria. Aquella tribuna se titulaba La economía valenciana y el síndrome de la cáscara de huevo. Con esa imagen trataba de explicar cómo durante una década los valencianos construimos una inmensa estructura de apariencia que, al colapsar, desveló un inmenso vacío sobre el que retomar el crecimiento.
La decisión de suspender la próxima edición de la Valencia Fashion Week, la pasarela de moda de Valencia, anunciada este martes por sus organizadores es la enésima ruptura de otra de las cáscaras de huevo que se crearon e impulsaron en la Comunitat Valenciana en los años de la pasión por el espectáculo. A golpe de talonario de dinero público se fomentó un evento que tenía como supuesto objetivo apoyar a los diseñadores de moda valencianos.
El problema del proyecto es que no tenía una base sólida -ni gaseosa, en verdad- en la que apoyarse. Diseñadores de moda siempre ha habido. Lo que no ha existido nunca en el tejido empresarial local es una industria de la moda. Así, cuando el proyecto inicial de la Pasarela del Carmen quiso dar el salto a la Valencia Fashion Week tropezó con la realidad de la falta de un sector que diera sentido al evento.
¿Detuvo esa evidencia el proyecto? Para nada. Se siguió levantando una estructura vacía. No había un evento comercial puro paralelo y la repercusión de los desfiles tenía tintes más de papel couché provinciano de que negocio.
Apoyar o crear un sector industrial desde cero, como hubiera sido el caso, requiere de mucho más trabajo que organizar un evento lucido dos veces al año. Los intentos por atraer a industriales a la creación de empresas capaces de producir las colecciones que se presentaban en la pasarela fracasaron.
Un ejemplo: la pasarela de moda infantil que durante décadas se ha celebrado en Feria Valencia era un referente europeo. Su éxito estaba basado en una feria de relevancia (Fimi) y en la existencia de un sector industrial muy potente que concentraba su oferta en Valencia. Nada de eso se daba ni se podía reproducir artificialmente en la moda de adultos.
Contar con una pasarela por el mero hecho de imitar a Cibeles o a Gaudí no tenía sentido. Hace años que parte de la profesión alertó de ello, provocando un cisma en el colectivo de diseñadores. Pero nada cambió. Y la cáscara de huevo ha acabado rompiéndose, desvelando un interior vacío.
Lo dice usted al final del artículo y ése ha sido el problema de la Comunidad Valenciana; han querido imitar. No han potenciado ni creado nada nuevo. Estos del PP, como monos, se han limitado a imitar. Y más grande. Vergüenza. Mis felicitaciones a los que han tenido por fin la cordura de cerrar un chiringuito que no conducía a nada.
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