VALENCIA. Con 3.000 millones de personas tratando de construir vidas y sociedades similares a la nuestra, las presiones competitivas están llegando a su punto de ebullición, pese al entorno de crisis que actualmente estamos viviendo a nivel mundial. Sólo hay una salida, y es sumamente sencilla: es preciso hacer algo distinto. Hacer algo que el mundo no haya visto antes. Emprender, para que, por un corto espacio, llegar a tiempo; ser único y resultar altamente competitivo. Hoy, la diferenciación ha de surgir de otros campos, por ejemplo de la garantía, el servicio postventa, de la imagen, de la oferta de financiación y de aspectos intelectuales e intangibles. Y, por supuesto, en la gente. La gente puede hacer que tu empresa, tu producto o tu servicio sean una opción única.
Hay emprendedores de todo tipo: el que estaba convencido desde el principio, el que no se atrevía y finalmente se lanzó, el que aprovechó un despido para intentarlo, el que se lo ha encontrado casi de casualidad y también, cómo no, el que lo hace por desesperación.
Hace años que nuestros políticos decidieron decirle a la gente que lo que tienen que hacer es emprender. Que el empleo no llega solo, y que si quiere trabajar deje de lloriquear, levante el culo del sillón y monte su propia empresa. Y una vez que los tienen atrapados en ese discurso, pasan al optimismo: emprender no solo te dará un empleo, sino que además te hará crecer como profesional, te preparará para la vida, y si te falla algo, tienes a tu Gobierno que es capaz de sacar una Ley, sin contenido, para ello.
Y no. De eso nada, y como dice el periodista Carlos Otto, especialista en emprendimiento: "Emprender es duro de narices". Efectivamente, él expresa, te da un empleo (si te sale bien la cosa) y es muy probable que te convierta en una persona más independiente y mucho más preparada, pero también hay que enseñar la cara B: emprender te quita horas de tu vida, te roba momentos de sueño, te roba ratos con familia y amigos, te estresa, consume todos tus recursos y, hasta que las cosas salen bien, te genera una ansiedad inimaginable.
Está claro que, si un emprendedor fracasa, la cosa no tiene por qué ser culpa de nadie. Como mucho, será suya propia. Sin embargo, conviene que todos nos preguntemos qué parte de culpa tenemos los que hemos contribuido a que esa persona, que en realidad no tenía ni idea de lo que conlleva sacar adelante una empresa, haya fracasado. Seguramente no seamos culpables de su error, pero quizá sí hayamos sido cómplices, y aquí también tienen que ver mucho los medios de comunicación que se empeñan en resaltar los casos de éxito pero no los fracasos.
En esta nueva apuesta profesional, el liderazgo y la gestión son más importantes que nunca. Vivimos en la época del tiempo y del talento, en la que vendemos tiempo y talento, explotamos tiempo y talento, organizamos tiempo y talento, y preparamos tiempo y talento. Por lo tanto, la gestión y el liderazgo son claves para lograr una ventaja competitiva desde el principio de esta aventura. La forma en que atraes, retienes y motivas a tu personal es más importante que la tecnología.
Las diversas maneras en que se dirige y orienta a una empresa son elementos diferenciadores esenciales. Son la esencia de tu exclusividad. Por eso, si la gestión atañe a la gente, ha de convertirse en una "gestión humana", acompañada de una responsabilidad social inicial que también sirva para diferenciarse del "vale todo" o del "fin justifica los medios".
En la economía del exceso, las fuentes de la competitividad se irán desplazando progresivamente hacia cosas que no podemos tocar. Tanto los consumidores y clientes potenciales como los empleados futuros pedirán a gritos que los productos, los servicios, las estrategias, los líderes y las organizaciones les emocionen. Comercio e(mocional).
En una economía de la abundancia, el éxito nace de atraer emocionalmente al consumidor o a los colegas, no de convencerlos racionalmente. El éxito requiere que dejes de fijarte en la cabeza y te centres en el resto del cuerpo: en el corazón, el estómago, el abdomen de la gente, para conseguir su afecto, su intuición y su deseo.
En esta economía emocional, la competencia no es específica y se centra en producir buenos trabajos o productos y excelentes servicios con óptimas oportunidades profesionales. Pasa por proporcionar sueños, satisfacciones, alegrías... a la gente (estos cada vez más definidos por tribus, modos y formas de vida)... pero siempre apoyado por la información, la formación y el asesoramiento conveniente y cómo no, desde la cautela y la racionalidad, nunca desde la moda, el oportunismo o el discurso político de lanzarse a emprender porque ahora toca.
¡Qué grandisimas verdades las de este artículo!. Felicidades y gracias por él
Excelente artículo
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